- La Letra del Año
La Letra del Año, entre los cubanos y otro gran grupo de religiosos, no es más que el odún o signo que regirá entre los santeros, babalawos y allegados a la religión de la santería. Es el signo, más los orishas o santos que para bien o para mal regirán los trescientos sesenta y cinco días del año. Su lectura se hará días antes de que cruce o termine el año viejo. Se harán egboses, ofrendas y limpiezas para andar por el buen camino.
La Letra del Año orienta al religioso para no pecar de desconocimiento. Indica y pone sobre aviso de los aconteceres durante estos días. Una buena lectura del signo en cuestión librará de todo lo malo que puede suceder. En ella se dice cuál es o son los dioses que rigen y protegen a los adeptos. Se predice el tiempo meteorológico, las epidemias, se advierte el curso de la vida.
Para nosotros los cubanos, y para muchos que no lo son, la Letra del Año es esperada, aunque posteriormente se hagan o no las predicciones. Quien es religioso se guiará fielmente, y así marchará con el iré y dejará atrás el osogbo.
El oráculo de ifá no advierte todos los aconteceres del año y de la vida.
Los babalawo o babalao en la Cuba de hoy somos muy distintos a cuando comenzó esta historia de la Letra del Año.
La Letra del Año, solo para los awoses, así comenzó.
El babalawo en Cuba es el sacerdote mayor dentro de la Regla de Ocha, expresión única en la isla cubana. Es un sincretismo sencillo, pero profundo como ninguna otra religión moderna. Es dialéctico en su formación. Es una respuesta que crea el concepto de resistencia.
El negro en Cuba fue muy inteligente. Se dejó arrancar de su tierra por diversas formas de opresión, pero sus recuerdos facilitaron la reconstrucción de algo antes no visto.
El reconocimiento de la imposición cristiana, sin dejar de poner un toma y daca, fue una jugada maestra de aquellos esclavos, al aceptar a los dioses europeos y venerar a sus dioses africanos.
El sincretismo africano no fue una ley. Fue surgiendo con las mismas necesidades de la adoración. La lucha contra el olvido de sus tierras a sus propias maneras y formas, a sus adoraciones, y la cruel dominación, dio lugar al enquistamiento en sus dioses.
Las fiestas patronales hispánicas contribuyeron a la identificación entre las manifestaciones religiosas de los esclavos y de los opresores. En este sentido fueron los yorubas, llegados a Cuba mucho después que otras etnias, quienes comenzaron a identificar, unas con otras, las deidades yorubas con las católicas. Fueron muchos los aportes y muy lenta esta simbiosis.
¿Cuándo se dio a conocer este sincretismo? Nadie lo puede asegurar, pero, sin dudas, fueron las fiestas patronales y las fundaciones locales en Cuba quienes dieron la simbiosis.
Las habilidades de esos esclavos y su naciente diáspora, de los descendientes y, por qué no decir, de otros, hizo que pensaran en sus mitos y leyendas, para de una forma muy precisa hallar la paridad de sus dioses. Al devenir del tiempo se fueron encontrando esos dioses y se fueron sincretizando. Otros quedaron en el olvido; he ahí el caso de Santa Bárbara, sincretizado con Changó. Solo coincide un mito: a Changó, en sus amoríos, para escapar de sus enemigos, Oyá lo vistió con sus ropas. Es real que los colores y otros símbolos puedan igualarse, pero Changó, para los yorubas y los cubanos, es la deidad más varonil, el adonis de esta religión. Y apunto: en Cuba los hombres, sean o no hijos de Changó, quieren serlo y lo adoran.
Así se fue construyendo la santería, consolidándose hasta llegar a estar hoy en los cinco continentes con una presencia no tan espontánea, sino con un estudio profundo. Hoy los genes humanos se reencuentran con esta religión, consolidándola cada día por el fenómeno dialéctico que está intrínseco desde su fundación.
De igual forma se constituyó la Letra del Año. Pero antes debo decir que este sincretismo no fue aceptado de forma festinada entre los dominantes españoles, la Iglesia y demás.
Los oponentes fueron muchos. Ya en la Constitución de la República de Cuba el sincretismo no fue tenido en cuenta; todo lo contrario: no gozaba de autorización, y para reunirse más de diez personas había que solicitar permiso a la policía u otras autoridades. Pero vale decir que desde que se conoció esta religión, muchos de los opositores estuvieron de forma oculta participando en ella. Aquí fue donde nacieron las manillas de cueros y las llamadas cañitas, ocultando así los idde de kofá y awó faka. Sobre esto hay mucho que decir.
A finales del siglo xix y principios del xx es cuando la figura del babalawo resurge sin fecha específica, momento ni lugar. Sí se sabe que los primeros fueron olugueré y adéchina, de origen africano. Más se consolida la Letra del Año con los babalawos Remigio Herrera (obara meyi) y Adechina, apoyados por sus ahijados: Marcos García (ifálolá-babá eyiobe), Eulogio Rodríguez (olugueré-oyegun meyi), Tata Gaitán (ogundafun). Más tarde José Carmen Batista (obeweñe), Salvador Montalvo (okaran meyi), Bernardo Rojas (ireteuntendí). La continuaron Secundino Crucet (osalofobeyo), Bernabé Menocal (baba eyiobe), Quintín Lecón García (oturaniko) y José Asunción Villalonga (ogundamasa).