Silvio Caiozzi recibe el Premio a la Mejor Película por ... y de pronto el amanecer.
Escena del filme ganador.

Intentamos eligir películas que en unos diez años todavía tiene sentido ser miradas. Es un festival sin lugares comunes ni caprichos, muy diferente de otros que se ocupan de América Latina».
Así comentó Rodrigo Díaz, director artístico del Festival de Cine Latinoamericano de Trieste, Italia, fundado por el director italo-argentino Fernando Birri, y que ha llegado, con la de noviembre de 2018, a su edición 33. Este festival ofrece cada año el panorama más vasto del cine latinoamericano en Europa, una verdadera plataforma para la filmografía de la América Latina. «No queremos ser paternalistas. Es nuestro propósito traer toda aquella filmografía de los países que raramente producen cine, como Honduras, El Salvador, Guatemala…, porque siempre es fuente de conocimiento. También le dejamos largo espacio al documental, que ofrece una visión muy sencilla sobre la comunidad humana», dijo Díaz, y agregó: «Tiene que ser un evento educativo que amplifique nuestra percepción del mundo, contextualizando el presente».
El Festival 33 ha presentado una mirada al mundo contemporáneo. Las temáticas más sensibles fueron la contextualización de los traumas de las dictaduras militares y los retratos de mujeres valientes, con análisis de sus contradicciones. La presentada en la muestra fue una America Latina inquieta y abierta, en equilibrio entre sonrisas y rigor, en búsqueda de sí misma.
Se dedicó un homenaje a su presidente honorario Fernando Birri, fallecido el pasado 27 diciembre de 2017. Él se formo en el Centro Experimental de Cinematografía de Roma, donde conoció a maestros del neorrealismo italiano como Cesare Zavattini. De regreso a su tierra fundó el Instituto de Cinematografía de la Universidad del Litoral. Luego, en Cuba, junto a su amigo Gabriel García Márquez, instituyó la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños, de la cual fue director durante un lustro.
Una de las presencias más importantes de esta edición fue la de Cuba, que después de años de ausencia volvió a Trieste, donde fue recibida muy bien. De hecho, de las cuatro producciones cubanas presentes, tres fueron premiadas. El filme Un traductor, de Rodrigo y Sebastián Barriuso —sobre la relación especial entre los niños de Chernobil llegados a Cuba para recibir atención médica y un joven profesor e intérprete—, ganó el Premio del Público. La última obra de Gerardo Chijona, Los buenos demonios —un joven aparentemente normal esconde hechos horribles— fue premiada por la Mejor Dirección. En la Sección Contemporánea el Premio del Jurado fue ganado por ¿Por qué lloran mis amigas?, de Magda González Grau; cuatro amigas vuelven a verse después de mucho tiempo y hacen un balance de su vida. Luisa María Jiménez, actriz de este primer largometraje de la Grau, estuvo presente en la proyección. Al recibir el premio, declaró: «Agradezco la posibilidad que Magda nos dio para compartir este trabajo. Ella demostró ser lo que ya es: una gran directora de cine».
En un año donde cuestiones de género han despertado particulares tensiones en el mundo del cine, fue muy bienvenida la gran participación femenina en el festival. «La presencia de tantas mujeres, delante y detrás de la cámara, no es casual», apuntó Rodrigo Díaz. «Hemos seleccionado como siempre los filmes que representan las inquietudes de la América Latina, buscando estar lejos de los estereotipos y de dar espacio a obras de alta calidad artística, que hagan sonreir, reflexionar y que abran nuevas visiones del mundo. El hecho de que sean tantas las mujeres, sin haberlo buscado intencionalmente, nos alegra mucho: la calidad no conoce género».