De Iguará al Vaticano
«…llega hasta mí, que juntos haremos historia».
Iguará es una pequeña región ubicada en la zona centro sur del municipio de Yaguajay, provincia de Sancti Spíritus, al este de la capital cubana. Sus habitantes, que no sobrepasan los cinco mil, cuentan, entre otras satisfacciones, con un movimiento de artistas aficionados al que pertenece la parranda campesina 17 de Mayo, un cine, una sala teatro, dos círculos sociales y la brigada circense Los Mambisitos.
Quién lo iba a pensar: desde aquí uno de sus hijos llegaría hasta el Vaticano y pondría al mismísimo Sumo Pontífice uno de sus balones, con el cual ha llevado su arte como malabarista a Francia, Bélgica, Suiza e Italia.
Largo ha sido el recorrido para llegar y triunfar. No exento de desvelos y múltiples sacrificios, Yaikel Plasencia Ramos (1992), malabarista por decisión propia desde los 7 años, integra las filas de la Escuela Nacional de Circo a los 15. Llega el esperado día de graduados. Se necesita para vestir las mejores galas en una tarde tan importante y decisiva; no solo el talento, sino un vestuario decoroso y unos implementos que denoten elegancia y hagan más lúcidas y virtuosas las ejecuciones. Cómo lograr todo eso a la misma vez y para solo unos minutos.
Solo una persona fue capaz de conquistarlo: su madre. «No solo porque son ellas las que saben querer», afirma visiblemente emocionado el artista. No demoró su progenitora en encontrar el presupuesto necesario para disfrutar de la que sería la tarde del recuerdo. No habían sido en vano sus avatares de un lado hacia otro. Un primer lugar en la gala de graduación y la mejor interpretación masculina del certamen Pista Joven concedía, a manera de gratitud a esa gran mujer, el ímpetu de su hijo, que recuerda ese momento como el más importante de su carrera.
Comenzaba así una larga y emotiva historia, y con ella un camino no lleno de rosas. Su momento más triste, recuerda Yaikel, lo constituyó la muerte de su tío Ángel. Entre la espada y la pared, entre la distancia y el trabajo, estaría su decisión. Desde la lejana Francia fue capaz de sobreponerse y seguir.
Hizo partícipe de sus malabares al Papa Francisco. Interactuó con él hasta poner en el dedo índice de su mano derecha el balón a girar. Por consiguiente, la esperada ovación del público presente ante tal proeza. Cuenta que no pudo ocultar el temor a ser rechazado ante el fuerte dispositivo de seguridad que le rodeaba. Sin embargo, el sumo pontífice de la Iglesia católica le dijo: «Ven, no tengas miedo, llega hasta mí, que juntos haremos historia». Lo demás queda en la imaginación de todos los allí presentes y en una instantánea captada por los fotógrafos que ahora mismo y de manera viral le ha dado la vuelta al mundo.
Reconoce que en Cuba se hace buen circo y de muy buen nivel. «Es muy importante el Festival Circuba. Su permanencia es imprescindible, ya que demuestra ante el mundo nuestra historia de más de dos siglos y la fama probada de los cubanos en el circo, es lo que cada año esperan muchas familias a lo largo del país. Restarle importancia no sería para nada inteligente. El circo siempre ha sido un modo de vida. Olvidar ese concepto haría que sepultáramos la alegría ya no solo de los más pequeños, sino también de los más viejitos, que encuentran en un espectáculo como este las ansias de vivir y recordar, porque, en definitiva, recordar es volver a vivir. Es cierto que para consolidar después de cincuenta años el circo cubano se precisa de entrega, ya no solo de los artistas, sino también de la institución que rige sus destinos. Hacer un poco más cada día por estos cerca de ciento cincuenta jóvenes, entre los cuales me incluyo, es garantía de futuro para que la tradición siga viva entre cirqueros y circenses. Se necesita mayores sesiones de entrenamiento, de preparación, de solventar escollos y cruzar difíciles puentes. No pensar que hemos llegado al fin, no existe ese fin en el mundo de las pistas, siempre habrá un mañana y, con este, otros públicos que esperan la primera vez o sencillamente repetir la experiencia del goce que transmitimos con nuestro arte».
«La Compañía Havana es muy importante en mi carrera —concluye—. Aprender de Germán Muñoz, gran malabarista, es beber de la fuente del éxito, conocer más trucos y con ellos conquistar diversos escenarios tanto en Cuba como el extranjero gracias a esta agrupación circense, mi tercera escuela».