Espectáculo Stars of American Ballet, danzado en el Teatro Mella.

XXVI Festival Internacional de Ballet de La Habana Alicia Alonso

Como es habitual en esta fiesta bienal de la danza en la Antilla Mayor del Caribe insular, a los especialistas, periodistas y las audiencias apasionadas con el arte de Terpsícore, las múltiples opciones de considerable nivel artístico en la programación se les plantea como un reto casi imposible de superar; si aspirábamos a no perdernos lo más significativo, habría que resolver entonces el dilema calidad versus cantidad.
En esta oportunidad debemos destacar ciertas peculiaridades evidentes en los veinticinco programas anunciados para producirse en espacios escénicos distantes en la geografía urbana de la ciudad, que decidirían nuestra elección definitiva, también seductora para todos los participantes.
Por primera vez en varias décadas, el Ballet Nacional de Cuba, organizador de esta fiesta bajo la presidencia siempre de la eximia bailarina Alicia Alonso, a pocos días de cumplir su 98 cumpleaños —quien enfermó y se mantuvo ausente de todos los eventos—, decidió invitar a su diáspora, la cual triunfa en los primeros rangos de importantes compañías de ballet del planeta, irradiando con reconocido virtuosismo su formación profesional en las academias cubanas de ballet, a partir de la metodología conocida como escuela cubana de ballet, según la privilegiada enseñanza impartida por el desaparecido maestro de maestros Fernando Alonso.
Este generoso y positivo cambio de postura ha permitido admirar y aplaudir —en ocasiones con ovaciones en pie— las interpretaciones de estos hijos pródigos en una posición por propias voluntades, sin el estigma de la recriminación o el rencor, que dejaron el país por una variedad de razones, incluso con permiso o no de las autoridades de la nación. Podemos mencionar entre ellos a la pareja de Yanela Piñera y Camilo Ramos (del australiano Queensland Ballet); Lissi Báez y Jorge Barani (Cincinatti Ballet); Carlos Quenedit (Houston Ballet); Rolando Sarabia (The Washington Ballet); Marizé Fumero y Arionel Vargas (Milwaukee Ballet); Fernando Montaño (The Royal Ballet); Javier Torres (del inglés Northern Ballet); Jonah Acosta (Ballet de Baviera, Munich); Daniel Sarabia con Elzabeth Bayer (Ellison Ballet) o los guest artists internacionales Taras Domitro y Adiarys Almeida.
Otra particularidad a señalar fue la portentosa presencia de notables artistas de la danza provenientes del gran vecino del norte, a pesar de las intimidantes declaraciones de miembros de la Administración Trump.
A la cita cultural en La Habana acudió un excelso grupo de bailarines del New York City Ballet, organizado ad hoc por uno de sus principals, el virtuoso Daniel Ulbricht, bajo la denominación Stars of American Ballet, quien nos presentó un programa ecléctico de ballet y de hip hop, donde admiramos piezas coreográficas de Balanchine, Wheeldom, Lubobitch y Drozdyuk sobre música de Michael Jackson, provocando un pandemónium en el auditorio. Igualmente la de Joseph Gatti, Tres hombres, en deslumbrante tour de force.
También fue muy bien acogida la entrega de las estelares figuras del American Ballet Theatre, en especial los pas de deux ejecutados por Boylston junto al guapo Aram Bell, así como la Giselle de la coreana-norteamericana Hee Seo junto al elegante Cory Stearns. Al mismo tiempo tres estrellas de la compañía nacional reconfirmaron su valía en la gala por los 75 años de la Alonso en Giselle: Viengsay Valdés, Sadaise Arencibia y Gretel Morejón, con sus respectivos partners, compartiendo escenas de esta célebre versión en la misma función en el Teatro Nacional de Cuba, con la Orquesta Sinfónica Nacional bajo la experta conducción del maestro Giovanni Duarte.
Este ha sido un festival de danza prestigiado por una importante concentración de efemérides —conmemoradas con sus respectivas galas— antes que todo los setenta años de la fundación del BNC; los setenta y cinco del debut de Alicia Alonso como Giselle en el antiguo Met de Nueva York; y el bicentenario del paradigmático coreógrafo marsellés Marius Petipa. Para estas celebraciones llegó a La Habana una impresionante cifra de invitados extranjeros, entre ellos poco más de una veintena de estrellas extranjeras y conjuntos, que nos permitió asistir a unos treinta estrenos en Cuba y cinco estrenos absolutos.
De estos últimos, considero como de mayor significación por sus aportes al lenguaje danzario y la coherencia conceptual de sus discursos, a Próspera, de la inglesa Cathy Marston —versión de La tempestad, de Shakespeare, como tributo a la Alonso—; Ciudad de luz, del cubano afincado en el exterior Pepe Hevia —homenaje a los 500 años de la capital cubana en 2019—; La forma del rojo, de la joven bailarina del BNC Ely Regina, y el solo de la española María Rovira Ánima, creado para el primer bailarín Dani Hernández.
Entre los conjuntos invitados debo destacar, por las improntas que marcaron con los espectáculos producidos en los teatros Mella y Nacional de Cuba (Sala Covarrubias), al Ballet del Gran Teatro de Ginebra, Suiza, con una espléndida versión de Carmina Burana, del francés Claude Brumachon; el Ballet del Teatro Nacional de Praga y el Danish Dance Theatre con la obra Siren, del sueco Pontus Lidberg, su coreógrafo y director artístico.
Esta vez la tradición y las originarias raíces ibéricas tuvieron una particular presencia con tres conjuntos cultores de la danza española y el flamenco. Fueron programadas por vez primera en el circuito del festival, en el Teatro Martí. Allí se presentó el bailaor Rafael Amargo (con una fallida segunda representación); el afiatado conjunto de la Fundación Antonio Gades, con un acertado espectáculo didáctico, y finalmente la Suite flamenca producida por la brillante e innovadora María Juncal, con un equipo de lujo encabezado por el maestro bailaor Alfonso Losa y tres cantaores de primera clase.
No por último menos importante, mencionaré las clases magistrales coordinadas por la maestra Ramona de Sáa, directora de la Escuela Nacional de Ballet Fernando Alonso, como tributo al gran maestro de la escuela cubana de ballet, donde impartieron su magisterio a los estudiantes de todos los niveles maestros invitados como Aurora Bosch, Lorna Feijóo, Nelson Madrigal y Carlos Gilí. Las ofrecidas por Bosch y Feijóo, según el comentario general de los privilegiados asistentes, pueden calificarse de memorables, por su rigor pedagógico en cada una de las correcciones señaladas con pertinencia, tras las ejecuciones a los ejercicios propuestos por cada una.
Hubo cancelaciones de sellos, y la firma de Alicia Alonso calzó cada una de ellas desde su domicilio habanero, donde los médicos la mantenían con los tratamientos y ordenanzas adecuadas, una prueba más de la invencibilidad de esta leyenda viva de la danza universal.