Festival Jazz Plaza. Una fiesta innombrable
Con el concierto del pianista cubano Roberto Fonseca en la Sala Avellaneda del Teatro Nacional, concluyó de manera oficial la edición 34 del Festival Internacional Jazz Plaza 2019. Para quienes hemos seguido el desarrollo de este evento desde sus comienzos allá por 1980, cuando surgió en la instalación ubicada en la esquina de Calzada y 8, El Vedado, gracias a la iniciativa de Bobby Carcassés y de Armando Rojas, la recién cerrada emisión ha sido si no la mejor, al menos una de las de mayores aciertos durante los treinta y nueve años de vida del encuentro de los jazzistas cubanos.
Después de treinta y cuatro ediciones, el Jazz Plaza se consolida como un evento de gran prestigio a escala internacional, evidencia del movimiento jazzístico que entre los músicos de nuestro país, ya sea en Cuba o en la diáspora, se proyecta por defender un sonido legítimo y revolucionario que ya trasciende las fronteras de lo que se conoce como jazz afrocubano.
Como se pudo comprobar a lo largo de las jornadas transcurridas entre el 14 y el 20 de enero de 2019, el jazz hecho hoy por nuestros compatriotas apuesta por la mixtura de estilos y géneros, como parte del proceso de hibridación que en el presente vive toda una zona de la música cubana.
Durante una semana, la capital cubana y la oriental provincia de Santiago de Cuba fueron testigos de la diversidad de propuestas jazzísticas llegadas hasta aquí de la mano de más de cien músicos procedentes de Estados Unidos, España, Argentina, Italia, Colombia, Uruguay, Brasil, Alemania, Noruega, Austria, Canadá, Ecuador, Australia, Gran Bretaña, Israel, Suecia, Puerto Rico, Mali y Bélgica. Al grupo de visitantes se añadió una destacada lista de instrumentistas residentes en Cuba y una nutrida representación de compatriotas que radican en disímiles puntos de la geografía internacional, pero que mantienen vivos sus lazos con la tierra que les vio nacer y donde se formaron como músicos.
Figuras como los bateristas Dave Weckl, Dennis Chambers y David Viñolas, el bajista Jeff Berlin, el tecladista David Sancious, el guitarrista Oz Noy, el flautista Néstor Torres, los pianistas Arturo O’Farrill, Jordi Sabatés y Adrián Iaies (este último, también director del festival de jazz de Buenos Aires), el guitarrista y tresero Benjamin Lapidus, las cantantes Joss Stone, Emma Pask y Patricia Kraus (hija del famoso tenor), el saxofonista Víctor Goines, la guitarrista Leny Stern, y la Preservation Hall Jazz Band son nombres de primera plana en el universo jazzístico mundial.
No está de más acotar que muy pocos eventos de jazz en Europa, Canadá o Estados Unidos se pueden dar el lujo de programar a la vez tantos escenarios simultáneos, durante la cantidad de días que duró el Jazz Plaza 2019, con una nómina de participantes tan sobresaliente y que, bueno es decirlo, intervienen en el evento por amor al arte. No se trata en este caso de una metáfora, sino de la más exacta realidad, pues no reciben remuneración alguna por tocar.
Como parte del programa de actividades sesionó el Coloquio Internacional «Leonardo Acosta in Memoriam», encuentro teórico devenido eco del acontecer jazzístico en la Isla y que ha tenido a la musicóloga Neris González Bello como organizadora y alma impulsora del acompañamiento reflexivo de la fiesta del jazz entre nosotros.
Homenajes a las casas discográficas Egrem, Colibrí y Bis Music por el quehacer de cada una en la producción de fonogramas cubanos de jazz, presentación de nuevos CD y DVD, clases magistrales y tributo a personalidades como Benny Moré y El Niño Rivera o a las orquestas Aragón y Los Van Van fueron algunas de las actividades del Coloquio, que una vez más sirvió para promover el intercambio académico, visibilizar la escena jazzística cubana desde múltiples perspectivas y resaltar los aportes que a lo largo del siglo xx y lo que va del xxi nuestra gente ha hecho con sus obras en pro del desarrollo del género en, desde y fuera de nuestro país.
En la reciente edición del Jazz Plaza un mérito especial del coloquio fue un hecho inédito: llegar a Santiago de Cuba. Los espacios de debate se caracterizaron por conferencias magistrales sobre el desempeño de los jóvenes en el género, presentaciones de libros y revistas, así como disertaciones en relación con la siempre cambiante industria musical.
Por supuesto que el Jazz Plaza no es perfecto, y todavía quedan cosas pendientes por resolver para que el festival esté acorde con las potencialidades que posee. Un aspecto preocupante, ajeno a los organizadores, es la inapropiada promoción que previa al evento circula por Internet y que incluso llega al disparate de anunciar a figuras que se sabe no intervendrán en el certamen por tener en las mismas fechas otros compromisos. Tal fue el caso de cuñas promocionales que vendían a Chucho Valdés como figura central del evento, cuando se conocía su no participación. Ello es una acción irrespetuosa, tanto para el posible público interesado como para el propio artista.
Personalmente conocí de músicos que deseaban venir y que no pudieron hacerlo porque las invitaciones formales que debían recibir no llegaron a tiempo para gestionar patrocinadores que les permitieran costear los gastos para viajar a Cuba e intervenir en el festival. Ello es señal de que todavía hay que ajustar determinados mecanismos organizativos para que algo así no ocurra.
Igualmente, aún no se ha conseguido la apropiada y necesaria articulación de nuestro movimiento jazzístico con otros entornos, en especial los del área caribeña. Sé que los organizadores del Jazz Plaza —en particular Roberto Fonseca— sueñan con la existencia de todo un circuito de festivales de Jazz en el Caribe, a la usanza de lo que acontece en Europa durante el verano, en el que se incluyan eventos del género como los de República Dominicana, Isla Margarita, Cancún, Panamá, el nuestro…, y que contribuiría al crecimiento del turismo especializado en la zona.
Por lo pronto y mientras un sueño así se llega a concretar, los organizadores del Jazz Plaza deberían comenzar a trabajar temprano en la preparación del encuentro correspondiente a 2020, cuando se celebrarán los cuarenta años de que esta fiesta innombrable de los jazzistas cubanos y de los amantes del género echada a andar en el modesto teatro de la Casa de Cultura de Calzada y 8. Por lo mucho y bueno que de entonces a acá nos ha regalado este festival, se merece que al arribar a sus cuatro décadas de existencia, el cumpleaños lo festejemos por todo lo alto. Digo yo.