Como un gesto de amor por la cultura y la historia de Panamá, nació en la década del 60, la empresa Reprosa, la cual creó Frank Santomenno –entonces conocido hombre de negocios, dedicado a la telefonía en este país–. Nada tenía que ver este empeño con el mundo de las comunicaciones y sí mucho con la sensibilidad de un hombre que de este modo intentaba frenar los efectos de una ley dictada entonces mediante la que se establecía que todos los coleccionistas de Huacos, como se le llamaba a los ídolos y piezas extraídas de las tumbas precolombinas, tenían que declarar su existencia. El estado se hacía de una especie de inventario de ese importante patrimonio con el fin de adquirirlo paulatinamente, después de que estas personas fallecieran. La medida tuvo detractores y su principal riesgo era que estos extrajeran del país valiosos originales. Con su espíritu emprendedor, temperamento tenaz y audacia, Santomenno se dispuso a reproducirlos mediante el proceso de la «cera perdida», que era el método utilizado por los artesanos precolombinos. Estuvo leyendo, buscando toda la información posible y aunque en aquel tiempo no había escrito mucho sobre Panamá, en la bibliografía de otros países como Colombia, México y Costa Rica, buscó los datos necesarios sobre el arte de hacer estas piezas y completó las referencias cuando comprobó que en 1929, hubo una extracción grande en la región del istmo y se fue al lugar donde la hacían; investigó y pudo hacerse la idea de cómo emprender la tarea. «El primer taller fue muy rudimentario, cuenta Agnes Santomenno, nuera del fundador y continuadora de la empresa junto a su esposo. Tenía un hornito en el baño de empleados de la casa y allí comenzó a experimentar la manera de lograr las reproducciones. Al principio los coleccionistas no querían darle los Huacos, pero poco a poco, le fueron cogiendo confianza, pues salían exactamente como los originales. Estas reproducciones eran de oro, pues para los aborígenes el oro representaba el sudor del Sol; y la plata, las lágrimas de la Luna. Después las siguió haciendo de plata con baños de oro, pues tenía que invertir mucho dinero para hacer las piezas totalmente del metal precioso.» Aunque de inicio era fundamentalmente un entretenimiento y la forma que halló para preservar este patrimonio, la gente comenzó a llamar a la puerta de su casa para comprarle las reproducciones, por lo que decidió abrir una tienda para venderlas. Fue así como surgió Reprosa, también dedicada a la venta de joyas preciosas y la producción de otras muchas líneas y cuyo mayor reconocimiento debe, precisamente, al papel jugado en la protección y conservación del patrimonio precolombino panameño. La artesanía de Reprosa es del más alto nivel y su taller ha devenido, además, en atractivo turístico. Dentro de la fábrica se ofrecen tours que permiten desde un balcón diseñado a esos efectos observar diferentes momentos del proceso productivo que es, aún hoy, totalmente manual, utilizando el procedimiento precolombino de la cera perdida