"El ingenioso diseño y confección de las máscaras y trajes de los diablos, constituyen una de las expresiones culturales con más arraigo, no sólo en Portobelo, sino en otras ciudades del Caribe panameño."

Aunque quizás sin que se lo hayan propuesto, los carnavales de Portobelo constituyen una especie de recordatorio de los tiempos duros de la esclavitud. Los protagonistas de esta celebración son ahora los descendientes de los llamados negros congos, que fueron traídos a los mercados coloniales españoles de Panamá y que junto a sus sufrimientos y sus cadenas, arrastraron a esta tierra costumbres y supersticiones que se vieron sobredimensionadas en las figuras de sus opresores blancos. Escudados tras máscaras tan horripilantes como bellas y enfundados en vestidos negros y rojos, los participantes de este singular festejo bailan al ritmo de tambores y de ocurrentes y picantes tonadas cantadas por mujeres que las acompañan con el batir de las palmas de sus manos. El carnaval, que también llaman festival, reúne manifestaciones artesanales, gastronómicas y danzarias, si bien su punto culminante es la aparición de los diablos y congos. En la tarde, bajo la brisa marina y un radiante sol de verano, los diablos bailan en busca de almas o ángeles en ceremonias llenas de sincretismo. Se trata de una tradición nacida de forma velada a espaldas de los amos españoles: a los esclavos en días de fiestas les era permitido celebrar a su modo y entonces negros y negras con grotescos atuendos emulaban y se burlaban de sus propietarios e incluso de los gobernantes de la colonia y hasta de los propios reyes. Hoy como antes los congos utilizan cualquier cosa para adornarse. Las mujeres lo hacen con collares de cuentas de colores, cintas y flores de los jardines del pueblo y al juntarse con los diablos en las tardes del carnaval, pareciera que renace el alma africana en su más puro esplendor. Los diablos saltan, luchan y agitan fuetes, disputan por almas; y los congos bailan, suenan los tambores, mientras se oyen las tonadas de las mujeres y los participantes, el público se deja contagiar de esa efervescencia. El baile congo es un rudo cortejo donde el varón quiere conquistar a la mujer que se le ofrece y lo invita, agitando y abriendo su humilde pollera hecha de retazos. Ambos están descalzos y ella lo rechaza una y otra vez, mientras la tarde se va entre los aplausos del numeroso público que asiste cada año a esta bella región. Detrás del festival hay un duro proceso previo para diseñar y construir las grandes máscaras que son maravillosas y expresivas y recogen la esencia de esta cultura. Las pinturas de los artistas congos también son dignas de mencionar. En coloridos cuadros se puede ver reflejado un mundo de supersticiones, donde el demonio, las brujas, los espíritus, la luna y el mar son elementos que antagonizan con los congos, que representan al sufrido hombre o mujer negro que fue arrancado brutalmente del África y que en esta región quiere sentir y vivir de una manera que lleva muy dentro de su ser y que ni la esclavitud, ni años de discriminación han podido evitar que aflore.

TIP Tierra hermosa al borde de una ensenada a la que Colón visitó en su cuarto viaje por el Mar Caribe y cuya belleza le arrancó de su boca la designación con que hoy se le conoce. Por su importancia comercial, España le dotó entre los siglos XVI y XVII de importantes defensas aún en pie, como los fuertes de Santiago La Gloria, de San Jerónimo y de San Fernando. A Portobelo se llega desde la ciudad de Panamá por muy buenas carreteras, tomando primero el Corredor Norte y después la autopista Panamá-Colón, hasta llegar a Sabanitas y doblar a la derecha, en un recorrido de aproximadamente 90 minutos.