Preferidos por igual por cuantos los visitan, los Jardines del Rey son de esos sitios cuyo privilegiado entorno natural resulta, por sí solo, capaz de deslumbrar apenas conocerlos. Dos cayos, Coco y Guillermo, sirven de asiento allí a más de cuatro mil habitaciones hoteleras de alto estándar, desde las cuales planificar libremente unas vacaciones a la medida y el gusto más exigente es sólo cuestión de proponérselo.

Preferidos por igual por cuantos los visitan, los Jardines del Rey son de esos sitios cuyo privilegiado entorno natural resulta, por sí solo, capaz de deslumbrar apenas conocerlos. Dos cayos, Coco y Guillermo, sirven de asiento allí a más de cuatro mil habitaciones hoteleras de alto estándar, desde las cuales planificar libremente unas vacaciones a la medida y el gusto más exigente es sólo cuestión de proponérselo. Prueba de ello es el interés que los Jardines del Rey han despertado en cadenas internacionales como Sol Meliá, Iberostar, NH y Blau, que junto a las cubanas Gaviota, Cubanacán y Gran Caribe, ponen en manos del viajero una oferta amplia, variada y de calidad. Quizás en esa preferencia tengan mucho que ver las facilidades de acceso con que cuenta el destino: un moderno aeropuerto internacional en Cayo Coco, ubicado a sólo cinco minutos de la zona hotelera; un puerto libre internacional en Cayo Guillermo y una autovía sobre el mar (pedraplén), que enlaza tierra firme con este paradisíaco destino. Aunque, nadie lo duda, son las bellezas naturales de este lugar las que en definitiva hacen al destino tan grande como el propio Cayo Coco, cuyos 370 kilómetros cuadrados de superficie están cubiertos en el 90 por ciento de una tupida vegetación que mucho contrasta con sus 22 kilómetros de playas, de aguas turquesas y protegidas por una extensa barrera coralina. Más íntimo es Cayo Guillermo, que tiene poco más de 13 kilómetros cuadrados de extensión, suficientes, sin embargo, para atesorar la más hermosa de las playas de la zona, Pilar, y lucir también las dunas de arena más altas del Caribe insular. Para disfrutar de los Jardines del Rey las propuestas abundan y van desde un recorrido por Cayo Coco en jeep o scooters, con extensión a Cayo Paredón Grande –donde se levanta desde mediados del siglo XIX el faro Diego Velázquez–, hasta un paseo en lancha por un laberinto de canales naturales que atraviesan los manglares del sur de Cayo Guillermo y que constituyen una verdadera aventura para los amantes de la pesca deportiva, con el macabí como el gran atractivo. Eso, sin olvidar que puede disfrutarse del mar desde un catamarán, a bordo de un charter privado, o siguiendo la ruta del Premio Nobel de Literatura, Ernest Hemingway, quien inmortalizó esta zona de la geografía cubana en su novela Islas en el Golfo. Más allá de los cayos las propuestas no faltan: los amantes de la naturaleza pueden enrolarse en un jeep safari a Cunagua, área protegida catalogada como Refugio de Fauna, o disfrutar de un tour ecológico en lanchas a través del ecosistema de manglares de la laguna La Redonda. No menos atractivos resultan el llamado Flamingo Tour, para observar una numerosa colonia de flamencos rosados; participar del tradicional carnaval acuático de la Laguna de la Leche; o irse de excursión al pequeño poblado rural de Florencia, para observar las formas de vida de los campesinos de la zona. Aunque siempre resulta aconsejable dejar libre un tiempo para visitar al único poblado holandés existente en Cuba; seguir viaje a Morón –la pintoresca Ciudad del Gallo– y terminar en Ciego de Ávila, capital provincial, fundada en 1840 y caracterizada por la transparente regularidad en su trazado de cuadrícula y ambientes coloniales.

Jardines del Rey ofrecen el ambiente de sus playas apacibles, el colorido espectacular de sus fondos submarinos y una sorprendente vida natural de la que las aves son las principales protagonistas