¿Qué bolá Coco Chanel?
LA HABANA FUE ESCENARIO DEL PRIMER DESFILE DE CHANEL EN AMÉRICA LATINA, Y SE HIZO EN UNA LOCACIÓN PRIVILEGIADA, EL PASEO DEL PRADO
Justo cuando el sol poniente coronaba de oro en el Paseo del Prado de La Habana a los leones (el animal fetiche de Coco Chanel) que lo custodian, un canto a los orishas dio inicio al mítico e histórico desfile de modas de la afamada casa, el primero que realiza en América Latina.
Parecía que el primer aguacero de mayo caería sobre la prensa acreditada al evento minutos antes del empezar el desfile. Sin embargo, en genuina complicidad de San Pedro con Mademoiselle Gabrielle, las nubes se apartaron y la luz fue perfecta para las fotos.
No faltaron las prendas que recordaban los colores vibrantes de las fachadas barrocas del centro histórico de la ciudad, o los tonos tabaco y habano que recuerdan la pintura de Wifredo Lam, el Picasso cubano, o el bolso de malla “caja de habanos”, una especie de juguetón guiño a “Cocohiba”.
Combinando lo masculino-femenino, lo chic y lo pícaro, la colección Crucero 2016/17 de Chanel, a cuya cabeza está el “káiser” Karl Lagerfeld, presentó una serie de diseños cuyo hilo central era la magistral reinterpretación de la guayabera, la camisa tradicional cubana con bolsillos, lengüetas de hombro y pliegues planos, a la cual el propio Lagerfeld ha denominado con gracia como el “esmoquin cubano”.
Una chaqueta masculina larga sobre pantalones anchos con doblez, zapatos planos doble tono, una guayabera transformada en blusa de organza negra transparente exhibida sobre una falda “sfumato” acampanada y muy ajustada a la cintura, y hasta modelos que rememoraban lo militar con conjuntos pantalón corto y chaqueta en mezclilla y tweed caqui, o una parka con flecos, o una boina negra completamente bordada con lentejuelas, fueron evocaciones a Cuba que se encontraron en muchos diseños.
El desfile, con una serie de invitados selectos de adentro y de afuera del país, de todas maneras tuvo su propio color en las miles de personas que desde los balcones del Prado pudieron seguirlo, asombrados por una fastuosidad y una moda que no es para nada cotidiana en Cuba.