Donde se respira la Vid
PUEDE HABLARSE DE MÁS DE UN ESTILO DE RIBERA DEL DUERO, PERO EN CADA MARCA PUEDE ENCONTRARSE UN NÚCLEO FRUTAL Y ESTRUCTURAL QUE LOS LIGA EN SU ESENCIA. CADA BODEGA BUSCA SU INTERPRETACIÓN, PERO ESO NO DESVIRTÚA LA TIPICIDAD
El éxito de los vinos de Ribera del Duero, no solo en España sino también en el mundo, ha sido analizado por expertos y entendidos en el tema. Todos se preguntan cómo es posible que en tan poco tiempo esta Denominación de Origen se encuentre escoltando la siempre primerísima Rioja. Más aun cuando ambas trabajan fundamentalmente vinos tintos con la misma variedad de uva: tempranillo. A mi modo de ver las cosas, dos errores conceptuales se ponen de manifiesto. ¿Poco tiempo? ¿El mismo tempranillo?
Cuando se habla de Ribera del Duero actual, debemos remontarnos a 1864. Fue en esa fecha cuando la implantación del estilo bordelés se puso en marcha en Bodegas Lecanda, perteneciente al territorio de Valbuena de Duero. Era una finca dedicada al cereal y a la ganadería. Junto a la tempranillo o tinto fino crece cabernet sauvignon, malbec y merlot. Eloy Lecanda produce vinos concentrados, maduros, elegantes sobre todo, distintos a los elaborados en la España de la época.
Sin embargo, a partir de 1988 la propiedad pasa de mano en mano. Es 1905 cuando Domingo de Garramiola, alias Txomin, entra y establece el mito Vega Sicilia, perecedero hasta hoy. Es en 1917 cuando se tiene referencia oficial del primer vino etiquetado con esta marca. La muerte de Txomin en 1942 plantea una incertidumbre con la bodega no esclarecida hasta 1982, cuando la familia Álvarez adquiere la propiedad.
Vega Sicilia era única en el contexto de la región. Las cooperativas que pululan en los años 70 del siglo pasado vendían sus vinos a granel y cuando terminaba la vendimia, arrancaban las cepas y sembraban nuevas. O peor aún, las viñas se sustituían por plantaciones de cereales y remolacha. Esa era la práctica mayoritaria.
Aparece entonces una figura descollante en 1972, Alejandro Fernández funda su bodega Pesquera. Aunque los comienzos no fueron fáciles, el tiempo terminó dándole la razón. El Maestro de la variedad Tempranillo, como se le bautiza, cree que esta cepa no necesita compañía y moldea las viñas a las condiciones del clima y del suelo. Y sobre todo toma muy en cuenta el uso de la madera para que la fruta de estos vinos se respete y gane en complejidad sin perder su individualidad. Es la combinación de astringencia y suavidad, paradoja posible.
Un crítico influyente en el mundo califica al tinto Pesquera como el Petrus español, convirtiéndose en modelo que es tomado en consideración por muchos bodegueros a partir de 1980. La moda de los grandes reservas cae en desuso, por suerte, los delirios de madera pasan a ser cuentos del pasado. Pesquera supuso un estilo diferente de mucho más color y estructura. Una revolución. Y, por cierto, a precios muy moderados.
Ha llegado el momento. El Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación en el año 1982 declara una nueva denominación de origen: Ribera del Duero, con siete bodegas y 6 560 ha, datos infinitamente pobres comparados con los actuales. A partir de ahí, productores de otras zonas de España y fuera del país también, llegan al territorio. De este último caso, baste citar Dominio de Pingus, hoy por hoy el vino más caro de toda España.
El reglamento de la Denominación de Origen regula los tipos de vinos, tanto para tintos (mayoritarios) como para rosados. Los vinos tintos CRIANZA deberán tener un período mínimo de envejecimiento de veinticuatro meses de los que, al menos doce, habrán permanecido en barricas de madera de roble. Los vinos rosados deberán tener un período mínimo de envejecimiento de veinticuatro meses de los que, al menos seis, habrán permanecido en barricas de madera de roble. Los vinos tintos RESERVA deberán tener un período mínimo de envejecimiento de treinta y seis meses de los que, al menos doce, habrán permanecido en barricas de madera de roble y, en botella, el resto de dicho período. Los vinos tintos GRAN RESERVA deberán tener un período mínimo de envejecimiento de sesenta meses de los que, al menos veinticuatro, habrán permanecido en barricas de madera de roble y, en botella, el resto de dicho período.
Puede hablarse de más de un estilo de Ribera del Duero pero en cada marca puede encontrarse un núcleo frutal y estructural que los liga en su esencia. Cada bodega busca su interpretación, pero eso no desvirtúa la tipicidad. La asignatura pendiente aquí es y seguirá siendo aun los vinos rosados.
Comparar la tempranillo de Ribera del Duero con la de Rioja es innecesario. En principio, clima y suelo distintos son determinantes para el resultado final del vino. Pero es el clima lo que explica una notable diferencia. En el caso de Ribera, la temperatura es más extrema, por lo que la uva es más concentrada. O sea, vinos con más cuerpo y más intensidad, tanto en su sabor como en el color. Rioja huele a fruta roja y Ribera a frutos negros. En definitiva, esto demuestra la versatilidad de la variedad,
Las conclusiones las saca el lector. En realidad, ¿el camino recorrido por la Denominación de Origen Ribera del Duero ha sido corto? ¿Merece que se le llame tinto fino o tinta del país a la vid tempranillo en Ribera del Duero? Esta comparación se esclarecerá mejor con la práctica.