Richard Orlinski
Carved Wild Kong Dimensiones: 350 cm. Reinterpretación de la criatura fantástica King Kong
Pop Hippo Dimensiones: 120 cm. Interpretación del artista de la figura salvaje

Richard Orlinski

LUEGO DE CONQUISTAR LAS MÁS NOTABLES GALERÍAS, EL ESCULTOR FRANCÉS PASÓ DE SER UN CREADOR CASI DESCONOCIDO A OCUPAR UN SITIAL PRIVILEGIADO COMO EL ARTISTA FRANCÉS CONTEMPORÁNEO MÁS COTIZADO EN EL MUNDO

Fenómeno. De esa manera podría calificarse a Richard Orlinski, el artista francés que ha cautivado al mundo con su repertorio multicolor de esculturas, que incluye animales de potentes proporciones e íconos asociados a la cultura pop. Y es que el creador tuvo una transición tan prodigiosa como providencial: de un ignoto en las hautes sphères de las artes visuales francesas, se convirtió en un artífice disputado por las principales galerías del mundo y aclamado por las celebrities.
Su obra lo ha catapultado. De acuerdo a Artprice, la base de datos francesa de precios de arte en línea, Orlinski ostentó el segundo puesto como el creador con más ventas en Francia, en 2010; dos de sus piezas se encontraron entre las mejores ventas de 2011; y desde 2015 se reconoce como el artista contemporáneo francés más vendido del mundo.
Muchos atribuyen su éxito no a los valores artísticos de su quehacer, sino más bien a la suerte de haber capturado el interés de ilustres figuras como Sharon Stone, Pharrell Williams, Justin Bieber, Paul McCartney y Andy García. La generosa publicidad que traen consigo esas estrellas hizo que su nombre comenzara a sonar.
Sin embargo, se antoja apropiado evaluar su trayectoria, pues no puede ser simple casualidad que sus esculturas se expongan en 90 galerías del orbe. La clave de sus triunfos podría situarse en la noción que maneja a la hora de dar vida a una obra: el concepto born wild (nacido salvaje), del cual ha surgido un bestiario conformado por alucinantes representaciones de King Kong, panteras, cocodrilos, lobos, leones, cobras, osos y hasta dinosaurios.
Su deseo, ha dicho, es transformar los impulsos negativos en emociones positivas. Se trata de ir del instinto animal y primario a la emoción civilizada. Para ello pone énfasis en la estética de la pieza, elaboradas con resina, aluminio, mármol, bronce, cristal, hojas de oro… Con su incesante búsqueda de la perfección pretende incidir sobre la percepción del espectador, y entonces transformar lo salvaje, lo arcaico y el miedo, en sentimientos de afecto. Profundamente anclado en su tiempo, el creador galo dialoga, desde la contemporaneidad, con los códigos de barbarie-civilización.
Crea obras de arte vivas, hermosas y atemporales para mejorar la realidad y afirma que, paradójicamente, «es mediante la exhibición de la violencia animal, los espantosos colmillos del gorila o las mandíbulas afiladas de los cocodrilos, que estas piezas nos ayudan a canalizar nuestra violencia humana, a dominar nuestra agresión. 
«La especie humana se piensa mucho más inteligente por dominar sobre el reino animal. En mis representaciones las criaturas son feroces porque ellos emplean la violencia para alimentarse. Los animales matan por necesidad, para obedecer el ciclo de la vida y ese es un círculo virtuoso. En tanto, los hombres hacemos guerras y desafortunadamente nos hundimos en un círculo vicioso. Por eso me gusta jugar con las formas, corregir de cierto modo la naturaleza, porque creo que a veces los animales son más humanos que los humanos».
Entonces, detrás de todas las favorecedoras luces de la fama y la parafernalia hollywoodense —de la cual no huye—, hay toda una concepción creativa bien fundamentada, un artista comprometido que habla de humanidad, de futuro, de la ternura que emana en lo feroz. Otro tema recurrente en sus creaciones es el hombre a partir de la representación de sus objetos: tacones Stilettos, jeans, un reloj de arena o chaquetas de cuero, para exteriorizar la vida desde elementos inanimados. Parece que Richard Orlinski está signado por la contradicción y eso le ha favorecido.
Admirador de Andy Warhol, Roy Lichtenstein, Keith Haring, Takashi Murakami y Robert Indiana, sus creaciones por momentos lo han puesto a dialogar con artistas como François Pompon (1855-1933), famoso por el oso polar que lo dio a conocer en el Salon d‘Automne, en 1922; o le han granjeado el sobrenombre del Jeff Koons francés, debido a los paralelismos con el Balloon Dog del norteamericano. En cualquier caso, asegura que las comparaciones lejos de molestarlo, lo halagan.

La virtud de esculpirse a sí mismo
En varias entrevistas el escultor se refiere a su infancia caótica, marcada por los arranques de violencia del padre y dificultades económicas. Nacido el 19 de enero de 1966 en París, desde los cuatro años mostró sus inclinaciones artísticas modelando pequeñas esculturas de animales hechas con arcilla, que regalaba a su maestra. Estudió en la Escuela Nacional de Bellas Artes de Neuilly-sur-Seine y matriculó gestión y comercio, en pos de seguridad financiera, la cual alcanzó trabajando en el sector inmobiliario, en el ámbito de la decoración, el diseño y la organización de eventos. No es hasta 2004 que decide emplearse a fondo en la escultura, siendo su propio inversor. Durante dos años investiga y pone a punto una técnica similar a la utilizada para las fabricar las carrocerías de fórmula 1. Nacería luego su primera pieza: un cocodrilo de resina roja.
Con todo y su determinación, el arte que proponía nunca se alineó con lo establecido: «Apenas me atrevía a hablar de lo que estaba haciendo», alude.  Sin dudas, Orlinski supo cómo pulirse a sí mismo, hasta obtener un acabado similar al de sus criaturas y abrirse todas las puertas que alguna vez soñó. Se transformó en su propia hazaña. Y para no dejar dudas en cuánto a su postura, en 2017 escribió Pourquoi j’ai cassé les codes (Por qué rompí los códigos), donde comenta acerca de los obstáculos que debió superar en su carrera y cómo triunfó manteniéndose fiel a su precepto de no encajar en moldes.

Constante renovación
Recientemente, Monsieur Richard dio un giro extravagante en su inquieta vida profesional y se asoció a la afamada relojería suiza Hublot para crear una obra de arte que muestra el tiempo. Se trata de una edición de 30 piezas del flamante Classic Fusion Aerofusion Chronograph Orlinski México, que rinde tributo a la historia de la nación azteca, mediante la representación del águila y la serpiente, —dos de los elementos emblemáticos de la bandera mexicana. Por primera vez, el verde entró en su paleta impregnando la cerámica del reloj.
«Intento renovarme a mí mismo y a mi trabajo constantemente y puedo tener mil ideas por minuto. Es un desafío diario. En cada escultura traté de poner un símbolo que cuenta una historia. No hay nada al azar o solo para decorar», dice Orlinski respecto a su labor.
Su palabra clave es compartir y se define como un artista que aboga por democratizar el arte, sacarlo de los consabidos y limitados espacios expositivos para ponerlo al alcance de todos. No le gusta restringirse. Para él, lo artístico puede estar en todas partes. «Me gusta exhibir mis esculturas de forma gratuita y al aire libre. Es muy importante para mí», ha declarado en diversos medios.
Como hijo de su época se siente abierto a todo, fascinado siempre ante la posibilidad de explorar nuevos lenguajes. Posee una visión universal de la creación, aunque la escultura sigue siendo el corazón de su oficio. Confiesa que su pensamiento siempre está en busca de nuevas ideas y esa presión lo agota, pero, como bien le gusta decir, ya tendrá toda la muerte para reposar.