El agua Grande Cataratas de Iguazú
Quien conoce el río Iguazú a su paso por las llanuras de Brasil, no imagina que ese dios fluvial manso y parsimonioso esté a punto de convertirse en diablo enfurecido, al precipitarse del farallón basáltico en que se produce su caída.
Las cataratas generan un bramido acuoso que se escucha a kilómetros como primera señal de un espectáculo irrepetible que atrae a miles de turistas por día, utilizando como accesos la ciudad de Foz de Iguazú (Brasil), Puerto de Iguazú (Argentina) y Ciudad del Este (Paraguay), que está próxima al Puente de la Amistad, donde el río se une al gran Paraná y confluyen las fronteras de los tres países.
Guiado por el sonido, cuenta la tradición popular, también llegó a este lugar en 151 el conquistador Don Alvar Núñez Cabeza de Vaca. Vigorosas, las Cataratas de Iguazú escapan de todos los tópicos: precipitan 1 700 metros cúbicos de agua por segundo a 80 metros de altura, en un conjunto de 275 saltos que se extienden a lo largo de tres kilómetros de la frontera entre Brasil y Argentina, los países que directamente comparten el caprichoso accidente.
Helicópteros, trenes y otros transportes; helipuertos, estaciones ferroviarias, paradas, senderos y rutas temáticas, además de un nutrido entramado de pasarelas sin barreras arquitectónicas, con el fin de permitir también la circulación a personas con discapacidades locomotivas, son algunas de las facilidades disponibles para acceder y disfrutar del parque, en el que la Garganta del Diablo —el mayor de todos los saltos—, es el principal atractivo.
Pero estas intervenciones humanas no pasan de ser arañazos de civilización: del lado brasileño y del argentino, cada estado ha declarado Parque Natural el entorno de las cataratas, ocupado por un vasto bosque tropical de nítido aspecto de jungla virgen.
Con estas precauciones, las Cataratas de Iguazú se han convertido en uno de los destinos turísticos de interés natural más demandados del hemisferio occidental. Y es que, además del espectáculo que ofrecen los saltos en sí, está el patrimonio natural que atesoran sus alrededores, con más de 2 000 especies vegetales; 80 de mamíferos, entre venados, monos, ocelotes, jaguares y otras variedades de felinos; además de 450 de aves, con los vencejos y tucanes como los más curiosos exponentes.
Por eso el Agua Grande, que es el significado de Iguazú en lengua guaraní, mucho más que un curso fluvial soberbio, abriéndose camino entre selvas y venciendo obstáculos como la propia pared vertical en que cobran vida sus cataratas, puede también celebrarse como hito mundial de relación ventajosa hombre–naturaleza, gracias a lo cual conservan esa imagen intacta de los poderes vivos de la Tierra, que cualquier visitante sabrá agradecer como un paseo inolvidable a una de las más espectaculares maravillas naturales del planeta.