¿Qué fuentes danzarias han incidido con mayor peso en tu trabajo profesional?

Siempre me gustó el ballet clásico y fue lo que estudié. Esta es la base de mi trabajo. La disciplina de mi Compañía fue la que aprendí en la Escuela de Ballet con maestros como Fernando Alonso, Joaquín Vanegas, Silvia Marichal y Laura Alonso. La base del trabajo actual es la disciplina que adquirí en la Escuela de Ballet.

Luego comencé a estudiar Danza Española. Me entrené en las danzas regionales, desde una jota aragonesa, una sardana de Cataluña y, por supuesto, el flamenco, que es lo más conocido mundialmente del folclor español y lo que más gusta en Cuba. Para mí el flamenco en su esencia no es un baile, ni un estilo: es una filosofía y una actitud ante la vida. Estudié todo esto en la Sociedad Española Concepción Arenal, donde tuve maestras excelentes como Olga Bustamante y Andrea Méndez. También aprendía bailes populares cubanos: casino, guaguancó, rumba…porque todo no era la escuela.

En esa etapa yo vivía en San Miguel del Padrón y bailamos en las fiestas con los amigos, desde rock and roll hasta salsa. También me nutrí de la danza contemporánea que en aquel momento desarrollaban en el Conjunto Danza Nacional de Cuba, figuras como Perla Rodríguez, Regla Zaitén, Dulce María Vale, bailando las coreografías de Marianela Boán y Víctor Cuéllar. Mi Compañía es el resultado de ese aprendizaje de la vida.

¿Por qué sólo mujeres en tu compañía?

Esta fue una decisión que tomé desde el primer momento, cuando me gradúo de Teatrología y Dramaturgia en el Instituto Superior de Arte y me voy a trabajar con Laura Alonso en el Centro Prodanza. Laura tenía unos talleres vocacionales en la sede de Prodanza y en los salones del Gran Teatro de La Habana. Ella me envía allí a dirigir esa escuela, donde se daba danza española, ballet y actuación. Cuando llego me doy cuenta que había un caudal de talento enorme de muchachas con grandes aspiraciones.

Recibían clases en el Centro Andaluz de La Habana, en la escuela Concepción Arenal y en el Gran Teatro de La Habana, con tal de mantenerse durante toda la semana practicando. Entonces le propuse a Laura la posibilidad de crear una agrupación y ella me dijo que me apoyaba espiritualmente, porque desde el punto de vista material nada podía aportarme.

Yo sabía que hacer una compañía sólo de mujeres era un reto para cualquier coreógrafo o director artístico. Me apasionaba la idea de lograr, solamente con bailarinas, un espectáculo dinámico, interesante y con calidad, que mantuviera a los espectadores al borde del asiento y que fuera uno con su obra quien le dijera al público cuándo respirar y cuándo relajar; jugando con los sentimientos del espectador. También si hemos necesitado un bailarín masculino, como es el caso del espectáculo Vida, lo hemos sumado al proyecto.

Pero igual, en ese espectáculo el personaje de la muerte, lo interpreta la misma bailarina que asume el papel del dictador. Ahí subyace ese rejuego con el personaje que tú nunca sabes si es hombre o mujer, pues es mucho más importante la metáfora del personaje que el sexo.

¿Cómo integras la música al espectáculo?

No hay una receta, hay obras como Elementos en las que hemos hecho primero la música y después se montó la coreografía. Es un acto creativo muy interesante hacer que la danza y la música se complementen. En Alas, por ejemplo, hubo números en los que se hizo primero la música por Yuniel Rascón, el guitarrista de la compañía, y luego se montó la coreografía.

Lo importante es la interrelación muy fuerte entre la coreografía, el montaje para las bailarinas y el trabajo del grupo musical que vale por sí solo.

¿Consideras seguir trabajando en el camino del teatro musical?

Entre las otras cosas que me influyeron están las películas y los espectáculos musicales, incluyendo la zarzuela y la ópera. El cine también me marcó con historias como West Side History, Hello Dolly y la trilogía de Carlos Saura.

Para mí siempre fue un sueño poder hacer un musical y llegar a Broadway, como mismo fue un sueño poder llevar mis coreografías a los mejores teatros del mundo; cosa que hoy está sucediendo. Pienso que no está divorciado una cosa de la otra, son caminos diferentes con puntos musicales de contacto. En los espectáculos que he visto en Broadway, España y Canadá he percibido que las coreografías muchas veces quedan en un plano secundario. Nosotros intentamos, por ejemplo con Vida, que la coreografía sea fundamental dentro de la trama, creo que un reconocimiento a esto es el Premio Dora de Canadá.

¿Has tenido mejores momentos como bailarina o como coreógrafa?

No tuve una carrera grande como bailarina, a los 23 años hice esta compañía y estuve bailando hasta 1998. Contrario a lo que realmente sucede, me molestaba que las personas fueran al teatro solo a verme bailar. Quería que vieran el espectáculo, las bailarinas y la coreografía que estaba presentando. Entonces decidí quitarme del medio. Hoy hemos vencido etapas, tenemos una excelente sede y magníficos coreógrafos. Cuando estamos pasando las coreografías siempre digo que el espíritu del coreógrafo es el que guía la obra.

¿Te sientes reconocida en tu país?

Siento que en Cuba soy una persona querida, que es más valioso que ser reconocida. Las personas me tratan con mucho respeto, pero también con mucho cariño. Ese sentimiento es fantástico y me siento en la obligación de no decepcionarlas. Eso sí, el día que deje de soñar y de crear me muero.

¿El mayor valor que tiene para ti el espectáculo Vida?

Ver al público salir emocionado del teatro. Creo que su mayor valor está en que su historia es la de nosotros mismos. El cubano se sintió reflejado en sus conflictos sociales, históricos, generacionales y familiares, que se abordan con momentos de mucha intensidad y de alegría, que dejan un mensaje de sensibilidad profunda. También es la suerte de trabajar con artistas como Omara Portuondo. Una estrella como artista y como ser humano. Su sencillez, su exigencia y disposición de cooperar para que todo brille en su conjunto. Igual sucede con L Valdés, quien no sólo se sumó al proyecto, sino que trajo consigo a tremendísimos músicos como su esposo Carlos Alfonso, Esteban Puebla, uno de los compositores y arreglistas del grupo Síntesis, y su hijo X Alfonso. Así trabaja la compañía, bajo presupuestos de ética, respeto y bondad.