EN PINAR DEL RÍO: DE LA PREHISTORIA A LOS CIMARRONES
Las recurrentes casas de tabacos a cada lado de la carretera nos devuelven por momentos a la realidad. Mientras, la singular geografía del Valle de Viñales nos consume. Apenas un día no alcanza para recorrerlo completo, ni siquiera en un Renault Sandero, cuyo paso seguro nos ayuda a avanzar un poco más adentro de la naturaleza.
En el camino al Valle, por una carretera que a momentos puede resultar muy peligrosa, nos detuvimos en el Mirador de los Jazmines para obtener una primera vista de lo que nos esperaba… y la imagen fue asombrosa. No por gusto Viñales se considera Paisaje Cultural de la Humanidad desde 1999: asomó a nuestros ojos con sus formas caprichosas, casi únicas en el planeta.
Esta zona tiene su origen en el periodo Jurásico, era Mesozoica, cuando el supercontinente Pangea se fragmentó y América se separó del resto. Por supuesto, la orogénesis cubana no ocurre hasta varios millones de años después, tras la caída del meteorito en Yucatán que cambia la estructura geológica (y la vida) de la Tierra.
Viñales se formó bajo el mar y su forma nos lo recuerda, por lo que cuando emergió la región en el periodo Paleológico, los mogotes fueron los primeros.
Así lo representa el Mural de la Prehistoria, que este 2019 llegó a sus 60 años. Es una obra impactante —cuya majestuosidad se fusiona con la del propio Valle que lo acoge—, que realizó en 1959 el pintor y científico cubano Leovigildo González (discípulo del muralista mexicano Diego Rivera) sobre el mogote llamado Pita.
Tal vez, la dualidad de profesiones del autor sea lo que lo llevó a idear el sistema de drenaje que oculta el fresco, hecho a rayas sobre la piedra para evitar la acumulación de agua y que se dañe. Pintar o retocar la pintura ya existente en él, implica un proceso complicado y riesgoso, que toma 5 años en concluir y se hace totalmente a pincel.
El fresco representa el pasado biogeológico de la región, considerada una de las tierras más antiguas del Caribe. Junto a las figuras humanas de indios Guanahatabeyes, aborígenes de esta zona, destacan las de grandes mamíferos, como el megalocnus rodens (oso gigante ya desaparecido), y los amonites, moluscos de más de 70 millones de años de antigüedad. Muy cerca, simulan emerger de las profundidades reptiles marinos mesozoicos, entre otras especies del reino animal que encontraron abrigo en esta demarcación.
En el Mural de la Prehistoria se puede ver en total 12 piezas que representan el proceso evolutivo de los hombres y de los animales en la Sierra de los Órganos, en sus distintas etapas.
LA TIERRA Y SU GENTE
Antes de realizar el Mural, González necesitó, para retirar la capa vegetal que cubría el farallón, del auxilio de más de una veintena de campesinos, quienes se ofrecieron voluntarios para la riesgosa tarea sujetos por correas de paracaídas para escalar hasta la cumbre.
Más de un oriundo de la zona conocimos en el periplo y nos contaron de su trabajo, del tabaco recién sembrado, de la historia que recoge el Valle. Bajo sus consejos, y con la guía de un mapa tomado en las Palmas Barrigonas (que por momento se hizo más certero que el GPS de los celulares), llegamos al Palenque de los Cimarrones.
Medio oculto al interior de una cueva, que hoy sirve también de lugar de entretenimiento, seguimos el camino trazado por los esclavos que huían. Son 150 m casi en la oscuridad, donde escultura de sapos y culebras te insertan en la Cuba de los siglos XVIII y XIX. La roca por poco te rosa en un tramo que se puede recorrer solo en fila hasta llegar a la luz, y allí, escondido en pleno Valle, entre montañas y mogotes, el Palenque nos recibe con la promesa de libertad.