Las motocicletas MZ, fabricadas en la Alemania del Este (RDA), llegaron a Cuba en los primeros años de la década del 60 junto a otras marcas de Europa del Este, como respuesta del otrora Campo Socialista al bloqueo de Estados Unidos. Y siempre fue una de las motos más queridas por los motociclistas cubanos, amantes de la potencia y la velocidad.

Las primeras MZ en arribar fueron los modelos ES (175 y 250), luego los /1, /2 y ES 150, estos últimos de faroles cuadrados, diferentes a aquellos primeros. Los TS y los ETZ vinieron a finales de los 70 y en los 80. Fueron las últimas MZ de la RDA. A partir
de los años 90, aparecen con el nombre de Kanuni. Pero esa es otra historia.

Las generaciones de mecánicos

Los cubanos que rodaban por su cuenta (ajenos al transporte público) se hicieron mecánicos para continuar rodando. Es por ello que hoy tenemos motos y autos clásicos: por el heroísmo colectivo y a menudo anónimo de propietarios que no se conformaron con arrimar su vehículo por faltarle los recambios.

Y nació una herencia insólita en cualquier parte del mundo automotor: ¡el auto o la moto de mi abuelo! que el nieto exhibe con orgullo en el Club o el Salón, para admiración de los presentes. Porque aquel propietario pasó su vehículo (de 2 o 4 ruedas) al hijo y ese hijo al… y así sucesivamente. Y se convirtió en un patrimonio familiar.

Las generaciones de innovadores

Para solucionar el agotamiento por vejez de los motores o la irremediable ausencia de piezas de repuesto, nacieron los innovadores e inventores por la increíble tozudez de conductores y mecánicos empeñados en no parar sus vehículos. Y florecieron, además, los autodidactas en la invención y la mecánica automotriz.

Uno de ellos es Gilber. Propietario de bicicleta y soñador de motorizarse, adquirió un ciclomotor Berjovina (50 cc) al que adaptó un motor chino de Suzuki (125 cc). No conforme, siguió la inventiva con el cuadro, la amortiguación, tanque, asiento… hasta crear un Berjozuki, irreconocible a soviéticos, chinos y autoridades cubanas.

Solo la calidad de su invento pudo convencer a los inspectores para que lo inscribieran en el «Registro de Vehículos» y expidieran su matrícula. Pero el Berjozuki le duró poco. Un amigo le dio a probar su MZ y Gilber se quedó enamorado de «la alemana». Vendió su admirada obra para empatarse con una ETZ hecha pedazos (el amor es cosa de locos).

La ETZ de Gilber

Más de uno de sus 27 años dedicó Gilberto Llorca Concepción, en Güines (a 32 km al sureste de La Habana), a «acotejar» su ETZ para dejarla «como acabadita
de bajar del barco». ¡Hasta la pintura es original! Y es que Gilber, con su voluntad de mecánico emprendedor, consiguió ayuda (piezas) de lugares tan lejanos como Taiwán (China), Irán, la India, España, Miami (EE. UU.) y más, en todos hay clubes de MZ.

Ahora Gilber se pasea por La Habana, Mayabeque y Artemisa con su súper ETZ, participa en las rodadas del Club MZ de Cuba (se van a Cienfuegos) y es feliz con su moto alemana, una clásica que dejó de fabricarse en 2010 tras la privatización y múltiples dueños. Hoy solamente queda el nombre de MZ en un pequeño equipo de carreras de Moto 2.