Palabras al Habano. de Fernando Ortiz
Aunque los humos del habano también son parte de los criterios vertidos por Fernando Ortiz en un texto suyo que hasta hace poco permaneció inédito y vio la luz bajo el título La brujería y la santería de los blancos, como una aproximación a la demonología, la llamada brujería, que se hizo espacio en Europa entre el siglo XVI y XVIII; sus más conocidas alusiones a este producto son las que escribió en su excelente Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar.
El libro vio la luz por primera vez en 1949 y desde entonces constituye uno de los documentos más significativos sobre este producto de tanto reconocimiento mundial, el cual es presentado en toda su dimensión como uno de los protagonistas por excelencia de la vida y la historia de Cuba, junto a la caña de azúcar; y del que señala propiedades curativas e incluso afrodisíacas. Aunque nada será más recomendable que leer y disfrutar el Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar, muchos lectores encontrarán en estas palabras del polígrafo (1881-1969), la gran sabiduría, agudeza y capacidad de análisis que lo distinguió como uno de los más acertados estudiosos de temas cubanos. Para empezar, una frase redonda: «así en lo interno como en lo externo, estudiar la historia de Cuba es en lo fundamental estudiar la historia del azúcar y del tabaco como sistemas viscerales de su economía», de la que son «los personajes más importantes». «El tabaco nace puro, como puro se fabrica y puro se fuma», y dice además: «tuvo siempre arrogancia; fue gala de conquistadores de Indias, luego camarada de navegantes en sus travesías del mar, de soldados veteranos en remotas guerras, de indianos enriquecidos, de magnates infatuados, de negociantes opulentos, y llegó a ser estímulo y signo de todo hombre capaz de comprarse un goce individual y ostentarlo retadoramente contra los convencionalismos sofrenadores del placer». «Tratándose de cuestiones de tabaco siempre hay un misterio diabólico y, como dice el pueblo, ¡el diablo son las cosas!», tanto así, que «el tabaco, se dice, bien pronto comenzó a tentar a los hombres» y se hizo «uno de los más amados, fecundos y universales estímulos del pensamiento y de la vida social». «Acaso el uso del tabaco ya tuvo algo de jerárquico entre los mismos indios, al menos en ciertas maneras ceremoniales», comenta, pues al fumarlo «se respira un hálito libre y se cree recuperar por un instante, aunque sea ‹en humo›, el goce de la soberanía personal». Es categórico el autor y acertado. «El tabaco habano es el prototipo de todos los demás tabacos, que lo envidian y se esfuerzan por imitarlo»