La ciudad de Pinar del Río –situada a 127 kilómetros al oeste de La Habana–, se llega por una excelente autopista de tres carriles en ambas direcciones. Los saludables bosques de pinos que crecían en los alrededores del que fuera el núcleo primario de la villa surcado por el río Guamá fueron los que determinaron su definitiva designación, al constituirse en 1778 las provincias cubanas. Ubicarse y andar por esta ciudad es fácil: desde la autopista se entra a la capital provincial por la Calle Martí, que los pobladores locales llaman también calle Real y con esa referencia puede llegarse a todos sus principales puntos de interés. como el Teatro Milanés, de 1847; el Palacio Guash, sede del Museo de Ciencias Naturales; o la Fábrica de tabacos Francisco Donatién y la de un típico licor, conocido como Guayabita del Pinar. La tierra del mejor tabaco del mundo Hacia principios de año es cuando mejor se aprecia la belleza de las vegas tabacaleras. Las plantas han crecido y sus hojas verdes dan un matiz diferente a la habitual tonalidad del campo, donde se alzan las casas de tabaco y las viviendas de los vegueros, con sus bueyes de rigor amarrados en las inmediaciones. En casi todo Pinar del Río se da buen tabaco, pero la llamada Meca de la planta en el territorio se encuentra en los valles que circundan el poblado de San Luis y de San Juan y Martínez, a unos 30 minutos en dirección suroeste de la capital provincial, por una buena carretera simplemente llamada de San Juan, que avanza a través de Mazón, Río Seco y Valle, sobre el relieve por momentos ondulado. El espectáculo de las vegas de tabaco de sol o del tabaco tapado con una fina tela de algodón, a fin de propiciar una más tenue incidencia del sol sobre las plantas y garantizar que sus hojas crezcan más sedosas, es de una belleza singular. Estos protegidos sembradíos, con su aspecto aséptico, son celosamente atendidos por los vegueros, herederos de colonos tabaqueros canarios, peninsulares y –finalmente– cubanos, lo que constituye en familias enteras, una arraigada tradición.

La llegada del tabaco a Pinar del Río Fue hacia 1610, que empezó a aparecer el tabaco como cultivo en tierras a orillas de los ríos Bayate, San Cristóbal, Los Palacios, Río Hondo, Guamá, San Juan, Cuyaguateje, los fértiles hoyos de las montañas de la Cordillera de Guaniguanico, Guane y los Cayos de San Felipe, actual Valle de Viñales. En tan pródigas tierras, la hoja crecía exuberante, gigantesca, sana; con cualidades superiores en sabor y aroma, así que en el siglo XVIII, Pinar del Río se alzaba como el escenario más privilegiado de Cuba para estas producciones; de ahí que se habilitaran pequeños y rústicos embarcaderos a todo lo largo del siglo XIX en Sabanalamar, Dayanigüa, La Coloma, San Luis, Galafre, Bailén, Cuyaguateje y Cortés, los que permitieron abrir una ruta estable de suministro hasta Batabanó y de este, por tierra, a La Habana.

Hay en esa zona unas 3 mil vegas y decenas de casas de tabaco, características también del paisaje pinareño; y que son fáciles de distinguir por sus escalas colosales, los grandes techos a dos aguas y su ubicación siempre en medio de los campos. La Sierra del Rosario, algunos paraísos Hacia el extremo más oriental de la Sierra del Rosario están ubicado el Complejo Turístico Las Terrazas, excelente lugar con ríos y servicios de primera donde darse un baño de naturaleza virgen con las espaldas bien cubiertas; y, asimismo, Soroa, que se distingue como atractivo turístico también por la belleza de sus paisajes, un salto de agua cristalina y otros atractivos. Ambos sitios se localizan relativamente a corta distancia y son una garantía para quienes buscan variantes distintas de disfrute en contacto con el medio natural, viviendo la aventura de perderse a campo traviesa por un mundo de trópico vivo, flores, bosques y muchas aves que siempre aportan una nota muy especial. En más de 11 % se cifra el endemismo de la flora y en un 50 %, el de la población aviaria. Camino a Viñales Desde la capital provincial hasta el mirador al Valle de Viñales, ubicado contiguo al hotel Los Jazmines, habrán de recorrerse 27 kilómetros por una vía estrecha que asciende y desciende y por momentos toma giros que obligan a extremar las precauciones. Pero salvo este inconveniente el recorrido es ameno, porque de inmediato el paisaje se torna distinto y atractivo. Atrás, a la derecha, apenas salir de la ciudad quedarán el camping internacional Aguas Claras rodeando una lagunilla rebosante de lotos y aves acuáticas, la represa de Paso Viejo, y a lo largo del camino, la visión de las alegres casitas campestres de colores vivos y techos de tejas criollas, orientadas sus fachadas siempre a la carretera. Pero bien, tómese unos minutos en el mirador, y haga el mejor preámbulo paisajístico antes de bajar a recorrer el maravilloso paraje, con sus mogotes formados en el Jurásico Inferior, para constituir el accidente geológico más antiguo de Cuba. El valle por dentro Si está en alguno de los hoteles del valle más famoso de la Isla, no pierda la oportunidad, al menos un día, de levantarse bien temprano, con la salida del sol, para disfrutar la magia del alba tranquila que poco a poco toma los colores claros del día, y deja ver con su luminosidad los variados tonos verdes de la vegetación que crece en el lugar y cubre los mogotes. Hay carreteras que enlazan los sitios de interés, y senderos a campo traviesa para quienes prefieran caminar y dedicar más tiempo al contacto con la naturaleza. En el descenso de Los Jazmines hacia el pueblo de Viñales se encuentra al lado derecho la Casa del Veguero, donde se puede comprar habanos y disfrutar de comida criolla y música campesina. En el camino está también el Motel La Ermita. Paisaje Cultural de la Humanidad El Valle de Viñales tiene una extensión de 80 kilómetros cuadrados. El 24 de febrero de 1976 se le concedió la categoría de Área Protegida por la constitución de la República de Cuba; el 10 de octubre de 1978 fue declarado Monumento Nacional; el 1 de diciembre de 1999, Patrimonio Mundial en la categoría de Paisaje Cultural de la Humanidad, por acuerdo de la XXIII Reunión del Comité de Patrimonio Mundial de la UNESCO; y el 14 de Diciembre del 2001, Parque Nacional, por Resolución del Consejo de Estado de la República de Cuba. Además de sus singulares mogotes, numerosas y extensas cuevas –como la de Palmarito con más de 50 kilómetros de longitud–, en el lugar existen endémicos estrictos de flora como la palma corcho; y algunas rarezas como el ceibón o drago, la bonita de la sierra y la palmita de mogote. Es a su vez, hábitat de variedad de anfibios y reptiles de la Isla; reino del ruiseñor, el tocororo, el zunzún y la cartacuba. El pueblo de Viñales Fue en 1607 que se asentaron en el lugar los primeros pobladores. Dedicados fundamentalmente al cultivo de frutas, viandas y tabaco, y así también a la crianza de cerdos y ganado mayor, dejaron como legado un típico poblado de la Cuba interior, pero de una clara coherencia arquitectónica a lo largo de toda su calle central, llamada hoy Salvador Cisneros Betancourt, nombre de uno de los más notables independentistas cubanos del siglo pasado. Los portales de columnas de uno y otro lado como recurso protector del sol y de las repentinas lluvias tropicales, los techos a dos aguas y cubiertos de tejas, con un claro aspecto colonial, hablan por sí solos de la vieja historia de Viñales. El Parque Martí, flanqueado por la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús, de 1888, y la antigua sede de la Colonia Española, hoy Casa de la Cultura, a la cual le adicionaron una segunda planta en 1906, conforman, junto al viejo hostal El Central, destinado en la actualidad a otros usos, el más pretensioso conjunto arquitectónico del lugar. Un sitio de especial interés por su historia, arquitectura y su actual condición de restaurante –por cierto, sencillo pero agradable–, es la llamada Casa de Don Tomás. El pueblo es el centro justo de donde moverse hacia el Valle de San Vicente y el de las Dos Hermanas, en direcciones opuestas. Es en el camino hacia el primero que se encuentra el llamado Palenque de los Cimarrones, como una recreación turística de un antiguo asentamiento de esclavos huidos; y asimismo, la famosa Cueva del Indio, otro paraje subterráneo, con el añadido de que la atraviesa un río con algún caudal a través del cual puede navegarse. De hecho, ese es el atractivo por excelencia del paseo, además de admirar la exuberante vegetación y la belleza natural de la zona. Dos Hermanas A la vuelta, hay que tomar la carretera que conduce a Minas de Matahambre. En coche tomará no más de 10 minutos encontrar el desvío a la derecha. Una referencia adicional es que en el lugar existen varias viviendas de familias campesinas y vegas de tabaco criollo al descampado con las características casas de curación de la hoja. La carretera recurva ligeramente y asoma de repente al vallecito. Lo primero que se ve es una gran pintura de 180 metros de ancho y 120 de alto, obra de Leovigildo González, discípulo del muralista mexicano Diego Rivera y un amplio restaurante campestre en el que se sirve comida criolla y que por aceptación y reiterada solicitud de asiduos e incluso nuevos participantes en el Festival del Habano, constituye el sitio ideal para un almuerzo en el más puro ambiente. El gran mural, realizado a lo largo de tres años entre 1959 y 1962, aprovecha la pared vertical de uno de los dos mogotes que flanquean el fértil polígono y trata de explicar de alguna forma la evolución geológica de la Sierra de los Órganos, donde está Viñales, al representar animales prehistóricos como las amonitas, enorme molusco cefalópodo; el plesiosauro, el Megalocnus rodens –gran mamífero del pleistoceno– y, finalmente, el Homo sapiens, como punto culminante del largo proceso evolutivo. Pinar del Río también tiene sitios para el buen turismo asociados al disfrute del mar. Los amantes del buceo, por ejemplo, encontrarán en María La Gorda, uno de los parajes más recomendables en todo el mundo para explorar las profundidades submarinas; y quienes buscan el máximo de aislamiento, sin abandonar las comodidades y el confort de la vida moderna, un retiro ideal en el Cabo de San Antonio, donde funciona una villa fabulosa al borde de una playa espectacular, en la que parece caber toda la dicha del mundo.