El mundo gourmet ha dejado de tener fronteras. La globalización de las comunicaciones ha convertido internacional la mesa, y lo mismo come su hamburguesa americana un indio amazónico, que el estilizado francés un cuy andino asado.

Los límites en los menús ya no los pone el conocimiento, sino la falta de creatividad e inventiva. En cuestión de horas el salmón noruego, pescado en el Mar del Norte, está en una calurosa mesa del Caribe; mientras la langosta extraída del claro mar tropical en el desayuno, viaja arropada en hielo hasta el frío norte europeo para ser degustada en una cena.

En todo ello juega un papel primordial la comunicación, ya sea impresa, radial, televisiva o digital. Casi nada ni nadie escapa al ojo inquieto de los medios. Los chefs cambian cucharones por micrófonos y fogones por pantallas. Comer ya no es solo satisfacer una necesidad, ahora también es un espectáculo.

Es imposible desconocer esa realidad. Se es gourmet no solo por la calidad de la preparación, el servicio o los productos que usamos; También se es gourmet por la forma de comunicarnos.