No hay nada más placentero que disfrutar de un buen ron añejo, mientras se saborea un habano, como forma de coronar una cena gourmet regada con excelentes vinos. Y si coincide conmigo, seguro refl exionará, al igual que yo, que vinos, espirituosos, destilados, licores e incluso cócteles no están tan divorciados entre sí como a veces parece.

La historia se ha empeñado en unirlos una y otra vez. Los vinos, conocidos desde antaño en el Viejo Continente, llegaron junto a Cristóbal Colón en sus primeros viajes a esta parte nueva del mundo.

En el mismo barco venía la caña de azúcar, de la cual nacería el ron, y a su vez los descubridores quedarían al descubierto en no pocos ocasiones al probar destilados como los de maíz, que ofrecían los habitantes indígenas en señal de adoración a sus dioses. Pronto el ron salido de la caña, aclimatada de manera perfecta en el Nuevo Mundo, viajó de vuelta a Europa a bordo de los barcos piratas, pero también de los mercantes que lo pondrían incluso en las mesas de los reyes.

Así, unos y otros, globalizarían el paladar alcohólico, dándole un toque fi nal a la mezcla con la aparición de los cócteles, hijos directos de frutas tropicales, tradiciones ancestrales e incluso algún que otro toque peculiar dado con un vino, que con su cuerpo y herencia concentrada puede enriquecer el hacer de un buen barman. No hay, entonces, diferencias insalvables de uno u otro lado. El XII Panamericano de Coctelería, que por primera vez se celebra en Cuba, no es un evento exclusivo del mundo del barman. También interesa, entre muchos otros profesionales, a los sommelieres.

A su vez, la Primera Convención de Sommelieres de Cuba, motiva por igual a expertos en vinos y maridajes, pero también al barman. Con sus diferencias y fronteras específi cas, ambos saberes se entrelazan, se unen. Los dos son elemento indispensable y que no puede faltar para dar equilibrio y verdadero deleite a un buen amante del mundo gourmet.

J O S É C A R L O S D E S A N T I AGO