Ruta del Esclavo Del Llanto a la Acción
“Yo vide muchos horrores de castigos en la esclavitud. Por eso es que no me gustaba esa vida. En la casa de caldera estaba el cepo, que era el más cruel. Había cepos acostados y de pie… A las mujeres preñadas les daban cuero igual, pero acostadas boca abajo con un hoyo en la tierra para cuidarles la barriga. ¡Les daban una mano de cuerazos!... El más corriente de los castigos era el azote. Se los daba el mismo mayoral con un cuero de vaca que marcaba la piel…El látigo también lo hacían de cáñamo, de cualquier rama del monte. Picaba como diablo y arrancaba la piel en tiritas. Yo vide muchos negros guapetones con las espaldas rojas. Después les pasaban por las llagas compresas de hojas de tabaco con orina y sal. La vida era dura y los cuerpos se gastaban…Cualquiera se cansaba de vivir”. Este excepcional testimonio sobre la esclavitud, del centenario Esteban Montejo tal y como aparece en Biografía de un Cimarrón, (La Habana, 1966), del antropólogo y poeta cubano Miguel Barnet, es apenas un breve y pálido reflejo de la vida cotidiana de aquellos africanos que durante la infamante trata -en emigración forzosa- llegaron a tierras americanas.
La trata transatlántica de negros –verdadero holocausto y considerada frecuentemente como el primer sistema de globalización- es la mayor tragedia de la historia humana por su amplitud y duración. Es cierto que la esclavitud es un fenómeno universal, pero la trata de negros tuvo tres peculiaridades: su duración (unos cuatro siglos), su carácter racial (el negro africano como arquetipo del esclavo) y su organización jurídica (los códigos negros). Desde mediados del siglo xv hasta la década de 1870, entre once y trece millones de africanos fueron exportados hacia América; entre un 15 y un 20% murieron durante la travesía y en torno a 10 millones fueron esclavizados en los países de destino. Esta tragedia está prácticamente ausente de la memoria colectiva y de los libros de historia, incluso africanos. Un prolongado velo de silencio se tendió durante años sobre el tema: denigraba y marcaba con un dedo acusatorio a las naciones que la promovieron y justificaron, y provocaba un síndrome o chock terrible en los pueblos que la padecieron, y cuyas consecuencias, en sus diversas formas de discriminación, llegan hasta nuestros días, porque aunque la trata desapareció, el racismo sigue haciendo estragos.
Por otra parte, este fenómeno histórico-social fue el mayor desplazamiento de población de la historia y por consiguiente un encuentro, forzado, entre culturas. Generó –como sagazmente ha afirmado Doudou Diène- interacciones entre africanos, amerindios y europeos, de tal magnitud que quizá, en el ámbito americano y caribeño de hoy, se “cocina” algo vital para el tercer milenio: el pluralismo cultural, o sea, la capacidad y el potencial de convivencia de pueblos, religiones, culturas de orígenes distintos, el reconocimiento de la riqueza de las especificidades y de la dinámica de sus interacciones. Por eso, continúa Diène, “la UNESCO impulsa así una especie de catársis colectiva tendente a pasar de la tragedia a la vida”, o del llanto a la acción, como preferimos escribir.
Ruta del Esclavo Sobre esa base, y a propuesta de Haití y de algunos países africanos, la Conferencia General de la UNESCO en su 27ª reunión, celebrada en 1993, aprobó la realización del proyecto “La Ruta del Esclavo”, que recibió el apoyo de la Organización de la Unidad Africana (OUA) en su 56ª reunión ordinaria de Dakar, e inició oficialmente sus trabajos en la Primera Reunión del Comité Científico Internacional de la Ruta del Esclavo, celebrada en 1994 en Uidah, Benin.
La idea de “ruta” corresponde a la dinámica del desplazamiento de poblaciones, civilizaciones y culturas, mientras que la de “esclavo”alude no solo al fenómeno universal de la esclavitud, sino también de modo más concreto y explícito al comercio de esclavos en los océanos Atlántico e Índico y el Mar Mediterráneo. La Ruta se propone romper el silencio sobre el tema de la trata transatlántica y la esclavitud, por medio de un estudio histórico de las causas y de la dinámica del comercio transatlántico de esclavos; poner de relieve de manera objetiva sus consecuencias, en particular las interacciones entre los pueblos afectados de Europa, África, las Américas y el Caribe, así como contribuir a instaurar una cultura de la tolerancia y de la coexistencia pacífica de los pueblos.
Durante el transcurso de los últimos 13 años, una legión de historiadores, antropólogos, arqueólogos, lingüistas, sociólogos, educadores, musicólogos, economistas, demógrafos… de la mano de expertos y especialistas de la UNESCO, de otros organismos y organizaciones internacionales y nacionales en diversas latitudes, en especial de América, África y Europa, se han dado a la tarea de llevar a la práctica las resoluciones, recomendaciones y programas aprobados para la Ruta del Esclavo, cuyos resultados fueron sometidos a evaluación por la UNESCO al cumplirse los diez años del Proyecto, considerándolo todavía muy joven, y con un largo camino por recorrer para alcanzar los objetivos primordiales de romper el silencio con respecto a la trata de esclavos, y de esa forma contribuir al establecimiento de una cultura de paz, a la coexistencia pacífica y a la comprensión mutua entre los pueblos.
En consecuencia, se elaboró una nueva estrategia, que deberá tomar las enseñanzas de los diez primeros años, y recomienda dos tipos de intervención para aumentar la efectividad y el impacto: reforzar y profundizar los logros mediante la adopción de nuevos enfoques y la realización de acciones que conduzcan a este esfuerzo; y definir nuevas orientaciones y temas que puedan fortalecer el alcance global del Proyecto. Muchos son los países involucrados de nuestra región: Cuba, República Dominicana, Haití, Aruba, Jamaica, Bahamas, Barbados, Brasil, Panamá, Santa Lucía… y otros más, que participan, en mayor o menor medida, en las principales líneas de acción fijadas: profundizar la investigación científica sobre la trata de esclavos y la esclavitud; desarrollar materiales curriculares y educacionales con vista a fomentar la enseñanza sobre esta tragedia en todos los niveles de educación; promover la contribución de África y su Diáspora; promover las culturas vivas y las expresiones artísticas y espirituales que resultaron de las interacciones generadas por la trata de esclavos y la esclavitud; preservar los archivos y tradiciones orales relacionadas con la trata de esclavos y la esclavitud, y realizar inventarios y preservar el patrimonio cultural material y los lugares de memoria vinculados con la trata de esclavos y la esclavitud, así como promover el turismo de memoria basado en este patrimonio.
Reunión en La Habana La Oficina Regional de Cultura para América Latina y el Caribe de la UNESCO con sede –desde 1950- en la capital cubana, convocó, conforme a las prioridades de la Nueva Estrategia para el Proyecto Ruta del Esclavo, a los Estados Miembros integrantes del Cluster Caribe Latino, que forman la República Dominicana, Cuba, Haití y Aruba a participar en una reunión de coordinación que se celebró del 17 al 19 de mayo de 2006 en la Casa de África del Centro Histórico de La Habana Vieja. La cita de expertos tuvo como objetivo coordinar la ejecución del proyecto “Inventarios sobre Sitios de Memoria”, a realizarse en el bienio 2006-2007 en estrecha coordinación entre UNESCO/Habana, el Centro de Patrimonio Mundial y todos los estados miembros del Cluster. Participaron también especialistas de la Sede de la Organización vinculados al proyecto y observadores de otros países.
En una primera fase se identificarán los más relevantes sitios de memoria del Caribe Latino, se insertarán únicamente los elementos inmateriales vinculados a los sitios de memoria identificados, definición de criterios y una metodología de identificación y de inventario de los sitios y lugares de memoria con el fin de lograr un trabajo homogéneo de los investigadores del Caribe Latino, así como de obras maestras del Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad relacionadas con ellas, mediante un programa a corto y largo plazo.