CON UN INMENSO POTENCIAL DE DESARROLLO, LA INDUSTRIA DEL TURISMO CULTURAL CUBANO ENCUENTRA EN SANTIAGO DE CUBA UN RESERVORIO PARA LAS DELICIAS DEL PALADAR Y EL OÍDO

El turismo cultural tiene en Cuba un inmenso potencial de desarrollo, asociado al rico legado que generaciones tras generaciones han consolidado con su labor creativa, productiva y una vida cotidiana matizada de influencias disímiles, producto de importantes oleadas migratorias donde lo español, africano, francés y chino, hicieron posible el «ajiaco» que hoy caracteriza a nuestro archipiélago.
Localizada en el oriente sur de la isla grande, de frente al Caribe insular y continental, la ciudad de Santiago de Cuba se distingue por ser portadora de una rica y variada cultura que, nutriéndose de todas las influencias, supo generar los aportes suficientes como para ganar la consideración de ciudad musical, cuna y reservorio mágico del bolero, la trova y el son. Tierra de cantadores, pregoneros, compositores e instrumentistas, con un enorme diapasón de ritmos y estilos.
Por otra parte, Santiago es también ampliamente reconocida por su rica tradición si de fabricar ron se trata. Una práctica fundamentada en la calidad de la caña de azúcar de la región y los muchos saberes productivos transmitidos por «maestros roneros», que han deleitado el paladar de todo el mundo.
La cultura del ron se sustenta en la calidad de un Daiquirí rebelde, un mojito refrescante o un Cuba Libre increíble por su capacidad para «ambientar el tiempo libre». Los interesados en el tema pueden acercarse al Museo del Ron; así como a una «Barrita» especial, situada en plena zona productiva de esa bebida y frente a los conocidos Almacenes Don Pancho, que a juicio de los santiagueros, es el lugar donde se añeja el mejor ron del mundo. 
Uniendo estos dos procesos culturales podemos imaginar una urbe donde la relación del son y el ron se manifiesta como un ritual. Disfrutar ese vínculo de forma individual o colectiva se convierte en amalgama seductora, que halla en el baile su complemento perfecto.
Esta ciudad, que hace gala de su historia musical, posee instalaciones emblemáticas donde el visitante puede acercarse e intercambiar con los trovadores y agrupaciones musicales, las cuales pueden estar haciendo las delicias en sitios como la Casa de la Trova, el Salón de los Grandes, el Rincón del Bolero o el Café Son de la Loma. Tampoco sería de extrañar que las melodías fluyeran desde cualquier plaza o esquina, pues esos espacios constituyen singulares escenarios para acoger las interpretaciones de un trío ocasional o un piquete sonero.
Lo mejor siempre será aproximarse y comprobar estas delicias del paladar y el oído. Se debe visitar este ámbito caribeño que, según Pablo de la Torriente Brau, «no se parece a ninguna otra ciudad vista ni imaginada». Venga y disfrute de sus paisajes, de su arquitectura, especialmente de su rica historia; y, por supuesto, déjese llevar por la buena música y anímese a bailar después de saborear el primer mojito o elevar el espíritu con un añejo Santiago en strike.