Navegando por El Toa
Baracoa es el municipio más oriental de Cuba. Sus alturas cubren espesas selvas, por cuyos valles serpentean caudalosos ríos, como el Toa, el Moa, el Sabanalamar, el Yumurí, el Duaba y otros muchos que forman rápidos y cascadas. Las montañas alcanzan más de mil metros de altitud, como la Sierra de Imías y el monte Pavano, en cuyas cuestas pernoctó José Martí en 1895, y escribió emocionado, desde su hamaca: «la noche bella no deja dormir». Tiene otras, y es la más famosa, El Yunque, que Colón definió en 1492 como «una montaña cuadrada que parecía isla», para decirnos después ante el verde paisaje que sus ojos descubrían: «Andando por allá fue cosa maravillosa ver las arboledas y frescuras, y el agua clarísima y las aves y la amenidad, que dice que le parecía que no quisiera salir de allí».
El 4 de julio de 1945 salimos hacia El Bolo, primer lugar del Toa donde es posible encontrar una cayuca; al llegar, nos enteramos que no había cayuca en que seguir la ruta acuática. El día 6 nos pusimos en marcha, Toa abajo, en esta rústica embarcación, y proseguimos viaje hacia Baracoa. La cayuca es impulsada con una palanca o vara que mueve el cayuquero con destreza admirable. A veces los rápidos fluviales son tan violentos que el palanquero se ve precisado a saltar al río, agarrando con sus fuertes manos la popa del bote para aminorar la marcha de la frágil embarcación.
Solamente viendo aquellas peripecias, sorteando obstáculos para evitar una catástrofe, se puede creer lo que se contempla. La navegación por el Toa no es cuestión de juegos: el cayuquero expone sus pulmones y su vida en la jornada diaria. Así solamente es posible sacar los productos de la tierra fértil y generosa: cayucas repletas de malangas y plátanos que irán al mercado de Baracoa. ¡Hay que ver la velocidad que adquiere una cayuca impulsada por la corriente del Toa!
Al dar la vuelta a un meandro fluvial apareció, como emergiendo de la selva oscura, el peñón maravilloso de El Yunque de Baracoa. El paisaje ya se estaba oscureciendo por la caída del Sol y el cielo comenzó a tomar colores rojizos que se reflejaban en las amplias pocetas junto al río. Arribamos a Bouquien, en la desembocadura del Toa; pernoctamos allí, y a la mañana siguiente enfilamos el rumbo, y llegamos a Nuestra Señora de la Asunción de Baracoa, que fue la primera capital de Cuba.
Fragmento del texto y de las Notas de Viaje por el Toa, en: Geografía de Cuba, Primera Edición, Editorial Lex, La Habana, 1954.