Miami se ha convertido efectivamente, en una capital referencial y líder en las últimas tendencias del arte contemporáneo, donde los coleccionistas líderes y entidades privadas han comprendido el rol del arte contemporáneo en la educación de los valores de una comunidad.

Art Basel Miami Beach 2016

YA LO HABÍAN VATICINADO: MIAMI SE CONVERTIRÍA EN UN REFERENTE CULTURAL IMPRESCINDIBLE NO SOLO PARA LA ESCENA NORTEAMERICANA, SINO TAMBIÉN PARA LA LATINA. Y EL TIEMPO LE HA DADO LA RAZÓN A ESOS VISIONARIOS

A finales del año 2001 visité Miami luego de terminar mi programa de máster en el CCS, Bard College, y decidí que Nueva York, luego del atentado, no era el sitio adecuado para encontrar trabajo. La economía de Estados Unidos había caído en picada y era extremadamente difícil para una recién graduada, con acento latino, buscar su lugar en una ciudad en «estado de sitio».  Miami ofrecía todavía un atractivo no solo por el clima, sino por ser considerada la segunda capital latinizada de Norteamérica, con una población superior a dos millones de inmigrantes procedentes del Sur. Y dentro de esa comunidad, desde luego, residía un grupo de artistas cubanos que conocía desde mis días de estudiante en la Universidad de La Habana.
Sin querer menoscabar el panorama artístico de Miami a inicios de 2002, era incomparable a la escena vibrante de Nueva York con sus conocidos museos, distritos de galerías y espacios dedicados al arte contemporáneo, universidades con departamentos de arte establecidos, además de la cercanía de otras instituciones en Nueva Jersey, más la enorme población de artistas nacionales e internacionales que pujaban con ser legitimados en el circuito de arte elitista. En Miami existían galerías que apostaban por el arte latinoamericano, las cuales tenían bastante visibilidad en la feria de arte más conocida para el mercado latino, unos pocos museos enfocados en el arte contemporáneo y el conocido sector de galerías de Coral Gable.
La ciudad «latina», desde mi percepción, era solo atractiva para el turismo por sus playas y discotecas en la famosa Ocean Drive. Por un golpe de suerte, comencé entonces a trabajar en el nuevo y pujante Design District, cerca del downtown, en la primera galería dedicada a la fotografía contemporánea, que hoy ya no existe.
Para mi sorpresa, en los pocos meses que residí en Miami mi opinión varió notablemente y empecé a valorar lo que el artista Glexis Novoa me comentó a mi llegada: que esta ciudad iba a cambiar drásticamente y convertirse en un referente cultural imprescindible no solo para la escena norteamericana, sino también para la latina. Ya comenzaba a percibirse ese cambio inevitable en la década entrante, al observar signos de recuperación de zonas cercanas al comercial downtown, tierra de nadie luego de concluir las horas de oficina. El cambio había empezado por el industrial Design District, que desde luego requirió la visión de inversionistas inmobiliarios inteligentes como Craig Robins, quien compró una gran cantidad de edificios en el área que fueron remodelados para alquilar y potenciar una identidad del sector en torno al high design.
Lo más relevante, sin embargo, era que Robins era ya en esa época uno de los coleccionistas de arte contemporáneo más importantes. Entre las primeras galerías que tomaron el riesgo de moverse al nuevo distrito, estaría Diana Lowestein y la visionaria Bernice Steinbaum, ubicada en el borde de lo que sería más adelante Wynwood Art District, espacio vacío que por aquella época parecía bastante peligroso en las noches. No muy lejos, y aprovechando la estética y dimensiones de antiguos almacenes, estaba ya ubicada la imprescindible colección de los Rubells, seguida por otra familia, los Margulies, quienes atrevidamente coleccionaban fotografía y video desde hacía años. A esta lista esencial se sumaba la colección del matrimonio Rosa y Carlos de la Cruz, quienes recién habían construido una casa mucho más espaciosa para albergar su cada vez más creciente adquisición de artistas contemporáneos, la cual posteriormente sería sustituida en el 2009 por el actual espacio en el Design District.
Sería injusto decir que esto era todo lo que Miami podía ofrecer al comienzo del siglo xxi. Desde luego que existían otros coleccionistas, espacios de exhibición como el de la Universidad de South Florida, así como comunidades de artistas que positivamente seguían pensando que la ciudad iría a florecer y expandiría su oferta cultural más allá de ser la atracción turística y el mercado de tiendas para los latinoamericanos de clase media y alta. Todo este panorama se tornó diferente cuando los directivos de Art Basel, la feria más prestigiosa y establecida de Europa con el respaldo del banco suizo UBS, decidieron expandir su mercado y ver en Miami la promesa y llave que conecta dos sectores financieros: el de Estados Unidos y el mercado emergente latinoamericano.
A finales del 2001 la primera Art Basel Miami sería cancelada por la inseguridad financiera de un país en crisis. Sin embargo, los suizos no se equivocaron, y en el 2002 celebrarían la edición inaugural con 160 galerías invitadas, atrayendo a 30 000 visitantes.
Yo creía, sin embargo, que todo sería muy lento y que cinco días de feria, por muy Art Basel que fuera, no transformarían el panorama de una ciudad tan vinculada a la «cultura del cuerpo», la playa y las fiestas. Sin embargo, desde el inicio, la feria se convirtió en uno de los eventos más atractivos del hemisferio durante la temporada de invierno. Con su oferta de secciones innovadoras dentro y fuera del recinto ferial —como Art Positions (2002) con contenedores convertidos en espacios de exhibición de arte joven, o Nova (2003) enfocadas en obras recientes—, y más tarde otras dirigidas al coleccionismo selectivo como Kabinett, a partir de la edición 2005 Art Basel capitalizó de inmediato al público especializado y, desde luego, el mercado de todo el continente.
Quince años después, Miami se ha vuelto, efectivamente, una capital referencial en las últimas tendencias del arte contemporáneo, donde los coleccionistas líderes y entidades privadas han comprendido el que este juega en la educación de los valores de una comunidad. Otros museos se han abierto y el Instituto de Arte Contemporáneo se ha desprendido del MOCA; prosigue la expansión de las galerías y el crecimiento de espacios de arte, lo que da confianza a los artistas que se asientan en la ciudad, al coleccionismo, los inversionistas, los profesionales del arte y, por ende, toda la comunidad. CIFO (Cisneros Fontanals Art Foundation) ha abierto un espacio de exhibición y ha generado otras expectativas y nuevas relaciones de acercamiento entre el coleccionismo, artistas y público. En ese contexto, el arte latinoamericano se ha revalorizado dentro de estándares más internacionales, al mismo nivel que cualquiera producido en Estados Unidos y Europa, sitios de constante referencia.
Es decir, esos cinco días de feria han generado un movimiento que las tantas ediciones de Miami Art Fair fue incapaz de producir. Actualmente, Art Basel Miami Beach alberga en 50 000 pies cuadrados las secciones de Galerías, Nova, Positions, Kabinett, Survey, Sección de publicaciones, Salón y Conversaciones. Paralelamente ofrece dos programas de cine, uno de ellos a cielo abierto, instalación de obras en espacios públicos, mientras suceden casi 20 ferias al unísono. Para esta edición 15 de 2016 se espera la participación de 269 galerías de 29 países alrededor del mundo, entre los cuales, de Latinoamérica, se incluyen Cuba, Argentina, Brasil, Colombia, Perú y México.
Si bien es cierto que la oferta cultural en esos días es excesiva, también es una oportunidad abierta a repensar sobre el arte moderno y contemporáneo que se expone, lo que sucede con los movimientos artísticos y los artistas mundialmente. Y ese efecto, afortunadamente para toda la comunidad artística de Miami, no se queda solo en la primera semana de diciembre. Como la misma Rosa de la Cruz comenta en una entrevista en el 2014: «Art Basel no es suficiente... Art Basel es excelente, pero son solo cinco días».
Sin lugar a dudas, las ferias se han convertido en entidades capaces de capitalizar con flexibilidad y atractivo superiores la atención de toda la comunidad artística; mucho más —me atrevo a decir— que algunas bienales alrededor del mundo. El logro continuo de Art Basel se ha debido a la cuidadosa selección de galerías internacionales, a su historia continua de presentar la mejor oferta de obras modernas y contemporáneas en el mercado del arte, y con ello atraer al mejor coleccionismo mundial. Siendo un evento eminentemente comercial, la dinámica de comprimir en pocos días múltiples actividades paralelas, de presentar en un solo espacio desde obras históricas hasta la producción más reciente, propiciar el encuentro «informal» entre obras-artistas-patrones-coleccionistas-público general y especializado permiten experimentar todo el glamour, la adrenalina y la excitación del espectáculo que es hoy el arte.
Esperamos que Miami se posicione definitivamente como el puerto de intercambio y conexión entre el Norte y el Sur de América, y esa condición no la siga definiendo necesariamente una feria de arte, y dentro de ello el arte latinoamericano tenga un espacio preponderante.