A QUIÉN NO LE GUSTA DANZAR FRENTE A UN AUDITORIO TAN CONOCEDOR, RESPETUOSO Y AMABLE COMO EL CUBANO, RESPONDE ALICIA ALONSO CUANDO LE PREGUNTAN POR LA ALTA CONVOCATORIA DEL FESTIVAL INTERNACIONAL DE BALLET

Todavía resuenan los aplausos que el entusiasta público cubano tributó a su Ballet Nacional y a las afamadas estrellas internacionales que acudieron al llamado de la prima ballerina assoluta del 25 Festival Internacional de Ballet de La Habana, pero el primero de los muchos que en lo adelante se nombrarán como su presidenta y creadora Alicia Alonso.
En el lejano marzo de 1960, con sede fundamentalmente en el antiguo Teatro Auditórium, nació este prestigioso evento, uno de los más antiguos de los que existen en el mundo. Cuenta Alicia que entonces «el Ballet Nacional del Cuba (BNC) estaba recién reorganizado cuando hicimos el primero. Se inauguró con El lago de los cisnes, protagonizado por Nina Tymofeyeva y Boris Khokhlov, del Bolshoi. Justamente ella representó luego a la reina de las wilis cuando interpreté Giselle en el Gran Teatro de La Habana (GTH). En ese encuentro el BNC llevó a la escena, además, grandes clásicos como Coppelia y Las sílfides.
«Mira, en estas ediciones se han presentado un poco más de medio centenar de compañías extranjeras y un número elevado de artistas. No le voy a hablar de los estrenos en Cuba y mundiales, cuya cifra no está muy lejos de mil... Al mismo tiempo, no es un evento exclusivo para bailarines, sino que en él convergen coreógrafos, maitres, pedagogos, músicos, técnicos, críticos, periodistas...
«Además, es una fiesta de las artes en general, pues se inauguran exposiciones, se presentan libros, se exhiben ciclos de cine, se dictan conferencias, se imparten talleres, etc. Y, como si fuera poco, se transmiten las galas por la Televisión Cubana, con el fin de hacerlas extensivas a todo el país.
«Los empresarios y dueños de teatros se quedan boquiabiertos cuando saben que estas cosas suelen suceder en Cuba. ¿Eso es posible?, me preguntan. Y yo les digo: “Sí, en Cuba hacemos milagros, gracias a este pueblo y a nuestro Gobierno, que está muy consciente de la importancia que tiene la cultura para el desarrollo pleno del ser humano. Un evento de esta magnitud solo se lleva a cabo en países con grandes compañías y un movimiento de ballet sólido. El nuestro no es competitivo, sino artístico, cultural».

¿Cómo ha conseguido atraer en todos estos años a figuras de tanto renombre hacia esta pequeña Isla?
Las primeras vinieron por su amistad conmigo, por el respeto hacia mí como artista; después se sumó la admiración por el BNC y lo que Cuba simboliza. Y claro, por el prestigio que ha ganado el Festival Internacional de Ballet.
A nuestro primer encuentro danzario llegó, por ejemplo, el American Ballet Theatre. Esa sería su segunda actuación en la Isla después de más de una década de ausencia. Pero en la segunda edición, que tuvo lugar en 1966, ya solo pudieron participar los bailarines del antiguo campo socialista. Recuerdo bien esa fecha, pues fue el año en que Aurora Bosch y Mirta Plá obtuvieron medalla de oro y plata, respectivamente, en el Concurso Internacional de Ballet de Varna, Bulgaria; mientras mi versión de Giselle recibía el Grand Prix de la Ville de París.
En el tercero (1967) no estuve en la gala de clausura, pues había viajado a Montreal, Canadá, para inaugurar, en la Place des Arts, el teatro Wilfred Pelletier, invitada por Les Grands Ballets Canadiens, compañía que participó como invitada en este 2016. Luego la cita recesó y volvió en noviembre de 1974, justo cuando yo montaba La bella durmiente para el Teatro de la Ópera de París. En este Festival se hallaban Carla Fracci y Paolo Bortoluzzi, quienes interpretaron la versión de Augusto Bournonville del segundo acto de La sílfide. Pero también asistieron Cynthia Gregory y Ted Kivitt, del ABT. 
¿Quiere que le cuente una cosa? Fue en el IV Festival donde reaparecí después de estar dos años sin bailar a causa de otra operación. Lo hice en el teatro Lázaro Peña con una coreografía titulada Mujer, de Alberto Méndez. En fin, son tantas ediciones que lo cansaría... Y sí, al principio conversaba mucho con los bailarines para enamorarlos con la idea de que mostraran su arte al pueblo cubano. Y ellos accedían amablemente. Luego fue creciendo la compañía y su reputación, mientras que cada vez el ballet fue tomando más importancia en la cultura del pueblo; algo que no se encuentra con facilidad en otras partes del mundo. ¿Y a quién no le gusta danzar frente a un auditorio tan conocedor, respetuoso y amable como el cubano?