Cuando las autoridades españolas asentadas en la isla “La Española” dieron cuenta de la extinción de los indios taínos, asumían la responsabilidad histórica de la depredación de una cultura; no obstante, han sobrevivido expresiones que la reverencian.

Enfermedades, trabajos forzosos, hambruna y rebeliones son algunas de las causas declaradas en 1560 para justificar el exterminio. Sin embargo, es aceptado que la jugosa “trata negrera” estaba detrás de la masacre de los aborígenes.

Así se abolía también un sistema social identificable por la lengua, su sistema mitológico, una forma de alimentarse y de vivir, lo cual ha podido ser estudiado por investigadores de varias latitudes que lo destacan.

El dominicano Frank Moya Pons y los cubanos José Rivero de la Calle y Antonio Núñez Jiménez, entre otros, sistematizaron estudios antropológicos, geográficos y paleontológicos de gran utilidad para conocer lo que pasó antes y después de la “conquista” española.

Muchos datos históricos a favor del tainismo fueron presentados en la provincia de Azua, que en el 2005 celebró sus 500 años de fundada y los investigadores españoles invitados a los encuentros teóricos aportaron documentos de gran valor sobre las comunidades que cohabitaron con los europeos.

Pictografías y petroglifos Numerosos estudios confirman la sensibilidad artística de estos pobladores. Así se refleja en las muestras de arte rupestre conservadas en 54 cavernas que se preservan en la nación y que constituyen los cimientos de un manifiesto artístico de alta sensibilidad marcado por el reflejo de la realidad, sin rebuscamientos filosóficos.

La Cueva de Las Maravillas posee en su interior 472 pictografías y 19 petroglifos. Entre las figuras que aparecen en la cueva, se distinguen, además de las representaciones humanas, lechuzas, murciélagos, iguanas y culebras.

No obstante el alto valor que se le reconoce a la pictografía taína, los expertos califican como máxima creación las piezas logradas en esculturas que se conservan en museos.

El granito, la diorita, el basalto y otras piedras eran de uso diario y más fácil de allar que el mármol y la serpentina. En muchos casos el color de la piedra, las vetas de la misma y el pulimento, enriquecían la obra artística, tradición que hoy se cultiva.

También usaban bellas maderas de los bosques tropicales como el guayacán, la caoba, y otras piezas se servían de los huesos del manatí, el mamífero de mayor tamaño en la fauna antillana, (especie actualmente protegida).

Igualmente era muy utilizado el ámbar, que se empleaba en las ofrendas funerarias a los caciques o jerarcas de las tribus.

Los huesos humanos, en particular el fémur y el cráneo también eran base pictórica donde se tallaban representaciones antropomorfas de carácter mágico-religioso y adornos ceremoniales.

Pero además del legado histórico, hay un aporte total a la vida de la sociedad dominicana en el nomenclador utilizado, que se puede palpar en el nombre de ciudades, campos y ríos, como: Bonao, Cotuí, Cutupu, Dajabón, Damajagua, Guajaca, Guayubín, Inoa, Jacagua, Licey, Magua, Maguana, Mao, Nagua y Samaná.

Otros nombres taínos son: Haina, Maimón, Ozama, Sosua, Tireo, y Yaque. Además de la flora, hay cientos de insectos, aves, peces, y otros animales conocidos por nombres taínos, tales como: bibijagua (hormiga), comején (termita), carey (tortuga marina), hicotea (tortuga de río), guaraguao (águila) y haiba (cangrejo).

También entre los dominicanos se encuentran nombres propios indígenas: Caonabo, Hatuey, Banaahí y Guarionex por sólo citar algunos muy relevantes en la actualidad.

Como parte de las tradiciones culinarias se conserva el hábito de consumir casabe: plato central en la dieta contemporánea dominicana. Uno de los dioses principales de los taínos era Yucahuguama Mariocati y su nombre muestra la importancia de la yuca para este pueblo.

Mitología y religión taínas Los taínos creían en un Ser Supremo y Protector al que llamaban Yúcahu Bagua Maócoti, cuya madre era Atabey, madre de las aguas y protectora de las parturientas.

Reverenciaban el Tótem, Dios del tabaco, planta que ocupó un sitial muy importante en la sociedad taína, tanto en sus ceremonias rituales como en sus prácticas mágico-curativas.

Una huella milenaria del tainismo es el consumo de cigarros y puros; muchas tradiciones del uso del tabaco incluyen enrollar su propio tabaco (tubanos), o fumarse un tabaco compacto llamado anduyo en una pipa (cachimbo) o enrollado en papel de maíz (pachuche).

El tabaco en forma de rapé fue uno de los componentes de los polvos alucinógenos inhalados en las ceremonias de la cohoba.

En términos religiosos, el taíno fue animista, politeísta, creyente de la vida de ultratumba, totémico y fetichista. En su producción artesanal y en el grafismo pictórico están presentes esas creencias.

El ritual de la cohoba Entre los taínos, la principal ceremonia religiosa fue la cohoba, mediante la cual al inhalar unos polvos alucinógenos, el cacique o behique entraba en trance para comunicarse con sus dioses o espíritus. Antes de entrar al templo los taínos se introducían en la boca una espátula con la finalidad de vomitar, purificándose interiormente.

El polvo alucinógeno empleado en la cohoba era colocado sobre un plato de ofrendas que generalmente tenía ídolos tallados sobre la cabeza (cemíes de la cohoba, como el que aparece en la imagen), desde donde los oficiantes lo inhalaban mediante unos cañutos en forma de Y.

Los participantes en esta ceremonia se decoraban el cuerpo para la ocasión y, al entrar al recinto, eran recibidos por el cacique, quien tocaba el mayohabao o tambor de madera, sentándose luego en cuclillas en torno al cemí ante el cual se practicaba el ritual.

Otro elemento del rito eran los morteros y majadores líticos de la cultura taína. Generalmente esculpidos con elementos figurativos que pueden tener forma humana o de animales, que junto a otras decoraciones en bajo relieve, le imprime a estos artefactos utilitarios un carácter propiamente ceremonial.

Los caciques, junto a los demás señores principales, empleaban para sentarse unos banquillos, hechos de madera o piedra, llamados duhos, aun vigentes en el mobiliario dominicano y símbolo de lujo y gusto por la excelencia.