Muchas veces me he preguntado a qué se debe esta particular manera de ser, por qué hay siempre una sonrisa a flor de labios, una invitación a compartir la vida y, de manera muy especial, una forma de entender rápida y amablemente, al visitante.

¿Será que, quienes habitamos esta parte del mundo, hemos sido dotados genéticamente con la amabilidad? ¿Será que nuestro hermoso entorno geográfico influye en esa especial forma de ser? La respuesta no está en nuestra conformación biológica ni sólo en la acción de este bondadoso clima sobre nuestro carácter sino en el proceso de formación de diversos pero, a la vez, muy parecidos rasgos culturales.

Esta región siempre ha sido una zona de cruces desde que sus primeros pobladores, los arahuacos, confrontaron los embates de los caribes que los presionaban, cada vez más hacia el norte.

Después llegaron los europeos desde los más diversos lugares del Viejo Continente: españoles de todas sus provincias, ingleses, franceses, gentes de la península itálica, holandeses, flamencos, alemanes. Todos con múltiples propósitos pero atraídos por la magia de lo que se consideraba entonces un mundo nuevo.

Acá se adaptaron, -“aplatanaron” como le decimos nosotros- y se convirtieron en “indianos” y sus descendientes en personas muy diferentes a sus padres.

Una nueva manera de ser iba siendo formada por una cultura que se enriquecía con la inserción sistemática y prolongada de africanos quienes, como consecuencia del nefasto “Comercio Triangular”, dieron a esta parte del mundo una fisonomía definitiva.

Angolas, gangás, lucumíes, carabalíes, congos, tan diversos entre sí- y aún más- como lo eran los propios europeos, se fusionaron en nuestra región con los llamados blancos quienes, en el caso de los españoles del siglo XVI, ya habían sido profundamente mestizados por la presencia de las culturas árabes en la Península Ibérica por más de 8 siglos.

Llegaron más tarde filipinos, chinos e hindúes del Lejano Oriente y formaron sus hogares en las tierras de nuestra región. Hebreos, sirios, y árabes completaron una amalgama de pueblos y de culturas que hacían más y más densa la cocción de lenguajes, gustos y costumbres.

Hoy continúa esa afluencia de personas de todo el mundo que pueden reconocer rasgos propios en la gran amalgama cultural nuestra.

Una muestra de esa manera aglutinadora de ser que es nuestra cultura se expresa en numerosos platos en los que se mezclan un sinnúmero de ingredientes desde las más lejanas feijoadas brasileras con un gusto caribeño, hasta los ajiacos cubanos, la forma en que se cocinan las “habichuelas” en Puerto Rico, los numerosos caldos del Caribe anglófono y francófono o el “sancocho” dominicano.

Es bueno aclarar que, aunque este es un plato que requiere cierto tiempo de cocción (alrededor de 90 minutos), ello nos permite siempre pasarla bien en compañía de los amigos y amigas y tomándonos alguna que otra cerveza bien fría.

El “Sancocho” Dominicano. Ingredientes 1 libra de carne de chivo 1 libra de salchichas de cerdo 1 libra de puerco 2 libras de carne de res con huesos 1 1/2 libra de pollo 2 libras de costillas de cerdo 1 libra de huesos de jamón ahumado 1 cucharada de ajo rallado 4 cucharadas de aceite 2 ajíes verdes, grandes, cortados en cuadros. 2 cebollas grandes 1/2 libra de jamón cortada en pedazos pequeños. 2 cucharadas grandes de apio. 1/2 libra de malanga cortada en pedazos pequeños. 1/2 libra de papas cortadas en pedazos pequeños. 3 plátanos verdes, 2 de ellos cortados en pedazos pequeños. 1/2 copa de alcaparra 2 mazorcas de maíz, cortadas en ruedas. 1/2 cucharada pequeña de orégano en polvo 1/2 cucharada pequeña de cilantro 2 cucharadas pequeñas de vinagre 2 cucharadas pequeñas de salsa picante 4 limones cortados en mitades.

PREPARACIÓN 1. Poner la carne de res en un caldero junto al apio, el cilantro, el ajo, el vinagre, la alcaparra, los sazones y la sal. Debe mover la mezcla para la buena integración de los ingredientes.

2. Calentar el aceite en una olla de hierro e introducir la mezcla anterior cuidando que no se pegue para lo cual habrá que ir agregando cucharadas de agua.

3. Cubrir la cocción y revolver sistemáticamente agregando agua cuando fuese necesario. Este proceso debe durar alrededor de 20 minutos.

4. Poner el cerdo y cocinarlo por unos 15 minutos, adicionando el agua cuando fuese necesario.

5. Agregar el resto de las carnes a esa mezcla así como el ají.

6. Agregar 1/4 galón de agua y esperar hasta que hierva.

7. Agregar el maíz, la malanga y los dos plátanos cortados dejándolos cocinar por 10 minutos.

8. Rallar el plátano entero y agregar a la olla.

9. Agregar todos los ingredientes que quedan y ajustar el agua si es necesario.

10. Mover regularmente para que no se pegue el sancocho y dejarlo cocinar hasta que los últimos ingredientes estén a punto.

11. Rallar el maíz y agregarlo a la olla y dejar cocinando todo hasta que el guisado se haya puesto espeso.

12. La sal será al gusto.