Siento su cielo azul puro y nítido como una tela extendida para soñar, sin nada que la perturbe. Y sobre él se dibujan palmeras y cúpulas y vuelan pájaros al atardecer, ordenados como si disfrutaran del paisaje que tienen bajo sus alas.

Y las montañas recortan el horizonte. Verde puro, intenso, vibrante, colgadas en él, las casas blancas. Palapas, calles que suben y bajan como arterias llenas de vida.

Montañas en la niebla, neblina suave y azulada de Puerto Vallarta, desdibujando la vista, haciéndola suave y dulce, acariciando nuestros sentidos sin estridencias.

Cae la tarde y un nuevo arco iris de colores nos llena el alma.

El rosado del malecón, esparciendo sus gotas en cada escultura, en cada uno de los que habitamos en su círculo.

Naranja del sol en Playa de los Muertos, naranja y amarillo mecido por la brisa y acunado por las olas, haciendo un camino para nuestros ojos. Siento que podría caminar sobre él, empujada por la magia de este lugar especial.

Azules del agua, pardos, brillantes como escamas, plata deslumbrando mi corazón que vibra con cada reflejo y regala a mis ojos destellos que me hacen soñar.