Decir Puerto Vallarta es decir Malecón, es su alma y su corazón, su arteria de vida, de intercambio, de cita y de paseo. El Malecón comenzó su construcción en 1935, como resultado de la cooperación entre los vallartenses y las autoridades. Fue reconstruido en 2002, después que el huracán Kenna hiciera grandes destrozos. Hoy está flanqueado por el mar y por multitud de tiendas, restaurantes y bares, calles empinadas que suben a la montaña, y esculturas increíbles como Rotonda del mar, de Alejandro Colunga o la Escalera de Sergio Bustamante, todas de gran espíritu. Esbeltas palmas lo recorren de punta a punta.

A primera hora del día puedes ver a sus habitantes pasear, hacer ejercicio y escuchar el rumor del bravo océano Pacífico. Al caer la tarde, un manto rosa lo cubre todo y la puesta de sol es un lujo que, vista una vez, no deseas perdértela nunca más. A las 9 se acerca el Maria Galante y nos regala sus fuegos multicolores. El Malecón es el lugar donde se dan cita los habitantes de Puerto Vallarta. Allí se encuentran los conocidos, pasean a los niños, se arrullan los enamorados y se escucha música. Se funden locales y visitantes para disfrutar, sin importar procedencia o destino. El domingo es el día más concurrido, sobre todo por la tarde, a partir de la 6, cuando hay música en los arcos o en la plaza, puestos de esquites, aguas frescas o frutas, artistas que hacen figuras en la arena, colocan piedras en posiciones imposibles o payasos que nos arrancan una sonrisa. En el Malecón tristezas y alegrías se superan. Un lugar mágico donde todo puede suceder.