Catedral de Córdoba y el Museo de Arte Religioso a su izquierda.
Confesionario asignado al padre Jorge Bergoglio.
Cúpula de la catedral vista desde el Museo de Arte Reliososo, antiguo convento carmelita.
Humilde habitación del padre Jorge Bergoglio.
Padre Pol, compañero del Papa durante aquellos años.
El padre Carlos Cravenna, asistente del padre Jorge, en su época de Provincial, sale de la habitación que el actual Papa ocupó en su época de exilio.

CÓRDOBA (Argentina)

EN CÓRDOBA SE ENCUENTRA EL COMPLEJO DE TEMPLOS CONOCIDO COMO MANZANA JESUÍTICA, DONDE VIVIÓ EL PADRE JORGE BERGOGLIO DOS AÑOS DE EXILIO. ¿QUÉ SE SIENTE AL ENTRAR EN LA HUMILDE HABITACIÓN DONDE VIVIÓ UN DURO TIEMPO DE PRUEBAS EL HOMBRE QUE HOY ES PAPA?

Córdoba es la segunda ciudad argentina en población y la primera en arte colonial. Allí se encuentra la llamada “manzana jesuítica”, declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, formada por un complejo de templos, capillas, claustros, universidad, museo, etc., edificados desde el siglo XVI. Además, la provincia conserva estupendamente un conjunto de estancias jesuíticas.
En una humilde celda escondida de dicho complejo, el futuro Papa Francisco pasó dos años castigado, desterrado, exiliado… víctima de la envidia de sus superiores. ¿Qué se siente al entrar en la humilde habitación donde vivió un duro tiempo de pruebas el hombre que hoy es Papa? ¿Qué recuerdos cobijan esas paredes?

Fundación y jesuitas
Córdoba fue fundada el 6 de julio de 1573 por el capitán Jerónimo de Cabrera, que vio en su ubicación un lugar estratégico en medio del Virreinato de la Plata. Había recibido órdenes de fundar un fuerte más al norte, en zona cálida y semidesértica, pero desobedeció al seleccionar este lugar de bonitos paisajes y benigno clima, que le recordaba a su Andalucía natal. Su criterio se demostraría acertado pero, como la vida puede no ser justa, años después es apresado y mandado a ejecutar por el propio gobernador, que se queda sus bienes a “precio vil”, como lo expresan los cronistas de la época.
Los jesuitas llegaron a Córdoba 25 años después. El ojo inteligente de la Compañía adivina que es el punto clave para evangelizar el enorme territorio que va a comprender la Provincia Jesuítica de Paraguay y empiezan a construir lo que hoy se puede ver en pleno centro de la ciudad, la llamada Manzana Jesuítica, integrada por: la Universidad, el Colegio Máximo donde los jesuitas hacen su preparación superior, la Iglesia más antigua y espectacular de toda Argentina, entre otras edificaciones.
Córdoba alberga otros muchos edificios históricos. Dos me parecen interesantísimos: el Museo Religioso, ubicado en la más antigua casona de la ciudad, que luego fue convento carmelita (no aparenta por fuera lo interesante que es por dentro) y la Iglesia de los Capuchinos, de espectacular vista exterior.
En aquella época los jesuitas no encontraban apoyo económico para sus objetivos educativos y de protección al indígena. Para llevarlos a cabo organizaron las Estancias Jesuíticas, centros de producción para explotar la feracidad del campo cordobés. Por suerte siguen en pie siglos después, no son ruinas como en otros lugares, son centros vivos, algunos incluso cumpliendo las mismas funciones para las que fueron creadas en tiempos de la colonia española, como lugares de culto o centros docentes.
Las estancias estaban formadas por una iglesia y sus anexos para cría de ganado, elaboración de vino, jabones, textiles, herrerías, etc. Pocos jesuitas organizaban a muchos obreros indígenas y africanos, dirigiendo obras muy innovadoras para su tiempo. Hombres extraordinarios que debían saber de todo y luego enseñarlo. Defendían al indígena frente a los bandeirantes, obtenían ganancias sin explotación del indio, respetaban la propiedad de la tierra que seguía siendo de los naturales, les brindaban enseñanza y promoción cultural. ¡Demasiado avance social! Es por ello que en 1767 la monarquía absolutista de Carlos III, presionada por intereses egoístas, suprime la Compañía de Jesús.

Los años de “purificación interior”
En realidad se llama Jorge María Bergoglio. Es el primogénito de una pareja de inmigrantes italianos. Nació un 17 de diciembre de 1936, de modo que va a cumplir 81 años. Ya estaba preparando su retiro en una residencia de curas en Buenos Aires, cuando el 13 de marzo de 2013 es elegido Papa y toma el nombre de Francisco, que sintetiza muy bien cómo es: austero, volcado con los pobres, fuerte en sus convicciones.
En Córdoba ha pasado dos grandes y significativos períodos de su vida. Entre 1958 y 1960, dos años como novicio jesuita; posteriormente otros dos exiliado, alejado, apartado de todo cargo entre 1990 y 1992.
¿Cómo pudo llegar a dicha situación si llegó a ocupar la cúpula de mando en la Orden? Fue el Provincial de los Jesuitas más joven (36 años), cargo que ejerció seis años (máximo permitido) durante el período convulso de la dictadura militar argentina y de los cambios abruptos en la Iglesia que propició el concilio Vaticano II; en Buenos Aires fue Rector y profesor del Colegio Máximo donde se forman los jesuitas jóvenes; impartía ejercicios espirituales al propio cardenal primado.
Cuando acabó su período como Provincial, el cargo fue ocupado por el que era Viceprovincial. Pero el prestigio del padre Jorge era enorme, tenía fama de inteligente, decidido, sin ningún apego a las riquezas ni las adulaciones, con una gran ascendencia sobre los demás, sobre todo jesuitas jóvenes que acudían a pedirle consejo. Su liderazgo fastidiaba al nuevo Provincial, padre Zorzín. “¡O se va Jorge o me voy yo!”, me cuentan que dijo. Y la cúpula decidió neutralizarlo.
Tal como le pasó al fundador de la ciudad, cuyo buen criterio le supuso perder la vida, a Bergoglio su prestigio lo convertía en un superior paralelo que molestaba. Y lo mandaron a Córdoba, a 700 km de Buenos Aires, sin ninguna misión concreta, ni siquiera horario de misa le asignaron en el templo mayor, solo la posibilidad de confesar a quien deseara llamarlo.
Dicho templo es el más antiguo de Argentina. Su fachada es sencilla, a ambos lados dos torres con las fechas respectivas, 1673 y 1674. El interior es lo que sorprende y hace que sea la iglesia de mayor mérito artístico del país. Tiene una bóveda de cañón que parece una quilla invertida de barco, ya que su constructor fue un jesuita flamenco –Philippe Lemaire, que aplicó sus conocimientos de astillero–, decorada con un recubrimiento de paneles pintados con motivos vegetales permite apreciar en su máximo esplendor el barroco americano. La planta es de cruz latina y en el centro tiene una gran cúpula. El altar mayor conserva un retablo barroco profusamente dorado.
Entrando a la bella iglesia colonial, el tercer confesionario por la izquierda es el que utilizaba el padre Jorge. En aquella época tenía 54 años, era muy delgado y los fieles lo veían serio y con cierto aire deprimido, afectado por aquel “tiempo de oscuridad” según sus propias palabras. Incluso se hizo circular una campaña de desprestigio: “había ido a parar a Córdoba porque era un enfermo, un loco”, cuenta que oyó decir el padre Rossi, actual superior de esta Residencia.
Pero la joya artística del conjunto es la Capilla Doméstica que, como su nombre indica, era para utilización interior de novicios que desde siglos aquí se formaban. Conserva el esquema de bandas y molduras con rica decoración vegetal. El centro lo ocupa un cuadro de la “Virgen de la Misericordia”, protegiendo con su manto a los jóvenes jesuitas. En esta capilla oró el padre Jorge miles de horas. En penumbras reflexionaba cada día durante su “momento de purificación interior” como él llama a lo que todos califican como “período injusto de castigo”. Así lo explica en su libro Reflexiones en Esperanza: “Un religioso jamás puede decir me hicieron una injusticia, porque siempre va a encontrar dentro de sí que en el hecho o la circunstancia hay un camino de Dios, una purificación interior”. Ahora, aquella piedra entonces desechada se ha convertido en piedra angular de la Iglesia Católica.
Admirando aquella obra de arte, pienso que aquí pasó la soledad del no protagonismo el hombre que hoy es para muchos el más importante del mundo. Sigo la visita y paso a un patio del antiguo noviciado, una placa en la puerta número 5 señala dónde vivió el padre Jorge. Entro en la sencilla habitación de 4 x 3 m sin baño interior, 12 m² con una ventana a la calle Caseros, que entonces no era peatonal, como es ahora, sino que tenía allí una parada de autobús colectivo. Por tanto, oía todo el día ruido de buses y gente conversando. Una estrecha cama, un armario, una mesilla de noche y un escritorio bajo la ventana que da al patio interior. Eso es todo. Jorge sacaba su pequeña máquina de escribir e intentaba adelantar su tesis que nunca terminó.
Allí pasó Bergoglio dos años de exilio, silenciado y silencioso, desechado por la envidia de otros. Llegó un 16 de julio, día de la Virgen del Carmen, sin nada, con su portafolios viejo donde llevaba algunos libros, dos pequeñas imágenes de la Virgen y de San José, un rosario, una muda interior y un par de calcetines. “Mientras se secan unos llevo otros, ¿para qué quiero más?”, me cuenta el padre Pol que le contestó al preguntarle sobre sus exiguas pertenencias.
Así ha sido toda su vida, un ejemplo de austeridad. Cuando es nombrado cardenal de Buenos Aires prescinde de coche oficial, de escolta, va en metro o bus público, recibe en un pequeño despacho y el lujoso oficial lo convierte en oficina de servicios sociales.

Los pasos del Papa
La visita guiada pasa por el Museo (que contiene incunables, mapas antiguos valiosísimos, ejemplares raros de mil cosas), sigue por el Templo, Capilla Doméstica, Sacristía y Antesacristía, que aún contienen alguna obra de arte a pesar del expolio que todo sufrió al ser expulsados abruptamente los jesuitas. Por ejemplo, el valioso frontal del altar mayor de plata repujada se encuentra ahora en el altar de la iglesia de los dominicos, mientras otras piezas las tiene la Catedral o la iglesia de los franciscanos. Muchas desaparecieron. Pasamos por los claustros, el Salón de Grados de la Universidad… lugares por donde andaba el padre Bergoglio.
¿Cómo acabó esta historia de la piedra angular de la Iglesia? El 13 de mayo de 1992, el Nuncio Apostólico en Argentina, monseñor Calabresi, telefonea y lo cita en el aeropuerto de Córdoba donde haría una breve escala. “Ha sido nombrado obispo auxiliar de Buenos Aires”, le suelta de sopetón. Resulta que el anciano cardenal de Buenos Aires, Antonio Quarracino, no se había olvidado de aquel cura prudente y efectivo y había solicitado al Vaticano insistentemente su nombramiento (nótese que los jesuitas hacen un cuarto voto de no aceptar cargos, solo el Papa puede ejercer su autoridad para dispensarles de ello, nombrándolos directamente).
En la capital eran seis obispos auxiliares pero año y medio después fue nombrado vicario general, lo que significa ser el segundo en el gobierno de la archidiócesis. Seguidamente lo nombran obispo coadjutor, que en la práctica significaba ser elegido “sucesor” de Quarracino, que muere ocho meses después (en 1998). Y cuando el cardenal Jorge Bergoglio estaba preparando su retirada… surge para la historia este personaje inconmensurable llamado Papa Francisco.

 

Padre Carlos Cravenna
¡Ha limpiado pocilgas!
Todo el conjunto monumental ha necesitado de una respetuosa restauración. El organizador y coordinador de estas labores ha sido el padre Carlos Cravenna, que fue ayudante de Bergoglio en su etapa de Rector del Colegio Máximo en Buenos Aires. Me dice:
“Jorge era pragmático, gran organizador, si una palabra lo definiese sería “¡eficaz!”. Llegó al Colegio, que estaba bastante abandonado, y en unas semanas renovó las más de cien ventanas, instaló con suma rapidez teléfonos, pagó todos los atrasos al personal y en adelante todos cobraron puntualmente. Tuvo que tomar decisiones de vender, con polémica, algunas propiedades de la Compañía. Impuso disciplina haciendo que todos se levantaran a las 6 de la mañana para compaginar estudio y trabajo en un nuevo plan de estudios. ¿Cuál trabajo? Pues, entre otros, la cría de cerdos, siendo el primero que se arremangaba junto a los estudiantes para limpiar pocilgas.”
Me asombra escucharlo. Lejos de los oropeles que creemos en los prelados, este Papa no se arredraba ante cualquier trabajo por muy humilde y sucio que fuese. Puede que sea el único en la Historia que ¡ha limpiado pocilgas! Y me sigue hablando claro y directo, con ese vocabulario criollo que, como dice el intelectual padre Pol, “mixtura palabras vulgares”.
“Y lo destierran porque tenía enorme influencia sobre los jóvenes jesuitas.”
Luego, mientras damos una vuelta por la residencia, me explica cómo va el proceso de restauración para salvar este Patrimonio de la Humanidad. Porque detrás de tanta belleza hay un enorme trabajo y dedicación, más cuando los medios son escasos.

 

Padre Osvaldo Pol
“¡No voy a ir, soy Papa!”

El padre Osvaldo Pol es el único residente, de los nueve jesuitas actuales, que conoció al Papa durante su exilio cordobés. Es el más antiguo de esta residencia donde vive desde hace 50 años. Ahora tiene 82 años, uno más que el Papa. Ha sido profesor de Filosofía y Estética en la Universidad Católica de Córdoba. Era y sigue siendo el bibliotecario. Estaba aquí cuando vio entrar al padre Jorge circunspecto aquel primer día de exilio con su inseparable portafolios y una muda, porque durante su vida eligió tener poco aunque trabajara mucho.
¿Era tan sonriente como ahora lo vemos?
No. Era muy serio, muy austero, muy sobrio. No daba sensación de alegría. Ahora comento con los compañeros que nuestro “castigo” va a ser ver a Jorge todos los días sonriendo –me dice sarcástico porque por todos lados de la residencia hay carteles del Papa sonriendo de oreja a oreja.
¿Cómo era su vida si no tenía funciones asignadas?
Se levantaba a las 4:00 am y no paraba hasta las 12 de la noche. Decía misa a solas en la Capilla Doméstica a las 5. Recuerdo que pasaba tiempo en la cocina, se hizo muy amigo de la cocinera que tenía un hijo con síndrome de Down.
El mismo Papa se califica de “matinero” y poco “nochero”. Lo de la cocina le viene de joven ya que su madre quedó paralítica un tiempo después de dar a luz y por ser el mayor de los cuatro hermanos tenía que cocinar siguiendo sus instrucciones. Se dice que guisa excelentes paellas.
¿Alguna anécdota sobre su carácter?
No se sentaba a comer casi nunca, iba probando lo que había en la cocina y con eso se mantenía. Luego pasaba un rato en la salita de lectura donde leíamos el diario o charlábamos de cualquier cosa.
¿El Papa tiene enemigos entre los jesuitas argentinos? ¿Cómo se le ve aquí?
Cuando le nombraron Papa fue un susto total en la Compañía. Pero que conste que el 90% lo quieren y desde luego todos le van a obedecer. En toda su trayectoria siempre fue cercano al pueblo. Te voy a contar una anécdota: todos los sábados pasaba por el kiosco a comprar el diario y aquel sábado telefonea al kiosquero y le dice “¡No voy a ir, soy Papa!”.
El padre Pol escribe poesía y se enorgullece de que su amigo el Papa le prologara un libro de poemas. Me destaca dos grandes aficiones del Pontífice: el fútbol (colecciona camisetas) y la ópera.


Hermano Luis Rauch
La firma del Papa
En la Residencia hay actualmente seis sacerdotes y tres hermanos. Luis es el sacristán. Acompaña a los turistas junto a la guía oficial, abriendo y cerrando puertas. De ascendencia alemana, delgado y muy activo. Tiene un gemelo que también es jesuita. Le pregunto si conoce al Papa y me contesta orgulloso: “¡Y tanto, me mandó una carta cuando quise entrar en la Compañía!”.
Saca del bolsillo una carta firmada y redactada en términos cariñosos por el Provincial, Jorge Bergoglio, animándole en su reciente incorporación como novicio a la Compañía. Además, me cuenta que ya siendo Papa les mandó una invitación con billete aéreo incluido para que junto con su hermano le visitasen en Roma, donde compartieron comida y coloquio. Se le ve el hombre más feliz del mundo, entre otras cosas por su carta y la vivencia única de haber compartido mantel con el Papa.

 

» Orientación para el visitante
La Oficina de Turismo Municipal está en la Plaza de San Martín, ocupando parte de los bajos del edificio del Antiguo Cabildo, a la derecha de la Catedral. Proporciona una excelente atención y organiza visitas guiadas a precio barato (tiene una que se llama “Papa Francisco en la Ciudad”).
Una buena opción es el Bus Turístico que sale junto a la Catedral.