Aunque se le considera la bebida oficial de Puerto Rico, por los ingredientes que utiliza y el ámbito geográfico en que originalmente fue difundida de manos de Roberto Cofresí –también llamado «uno de los últimos piratas del Caribe»–, esta famosa preparación a base de ron de caña, zumo de piña y crema de coco, está entre las indiscutibles aportaciones regionales a la coctelería internacional, junto al delicioso Ponche de Martinica o el muy refrescante Daiquirí de Cuba.

No hace falta hurgar demasiado, ni irse muy lejos, para hallar alguna referencia a este singular salteador marino en las islas caribeñas: una importante playa cerca de Puerto Plata, e incluso una ciudad, en República Dominicana, tiene su nombre; algunas estatuas se han erigido en su honor con la inscripción de «Roberto Cofresí Ramírez de Arellano. Pirata Criollo. 17 de junio de 1721-29 de marzo de 1825. Nacido en Cabo Rojo. Puerto Rico» y varios importantes autores, como entre otros Lee Cooper, le han dispensado una decena de libros. Todo motivado por ese efecto de silenciosa admiración que generó entre la gente común con su rebeldía frente a las autoridades coloniales europeas en las islas caribeñas, contra las que arremetió como una forma de vivir mientras le acompañó la suerte, no considerándose comprometido con el acuerdo mediante el cual, las metrópolis del Viejo Continente, habían dispuesto poner término a la piratería en la región. El mal por ellas mismas fomentado, del modo que reza el viejo adagio «cría cuervos y te sacarán los ojos», no se acabaría tan fácilmente de un plumazo; y así los duros tiempos de las tibias y las calaveras se prolongaron en estas aguas más allá de lo que pareciera posible esperar; y ahora, además, con el singular viso de belicosidad anticolonial que le aportaron al fenómeno Cofresí y otros piratas criollos, transustanciándose en mito y hasta en gloria –por momentos–, la leyenda negra nacida de sus tropelías. La Piña Colada que conocemos hoy como todo un símbolo de coctelería fina, tuvo como simiente una mezcla rústica de zumo de piña, crema de coco y aguardiente arrabalero de caña de azúcar; que en los barcos del marino puertorriqueño solía servirse en profusión antes de cada combate, como un brebaje mágico destinado a subirle la moral a las tripulaciones. Asegura la tradición popular que después de haberse perdido la fórmula tras la captura y ejecución de Cofresí, hacia la pasada década de los 50 el cóctel es reinventado por un barman en San Juan y empieza a servirse con gran aceptación en hoteles como el Caribe Hilton y varios bares y restaurantes de la ciudad, de donde llegó la preparación a la Florida, en Estados Unidos, y se extendió por todo ese país y el mundo, con gran arraigo en los destinos turísticos de sol y playa, especialmente los caribeños. Si bien tiene muchas variaciones, la verdadera Piña Colada de Puerto Rico, en su versión moderna, debe elaborarse mezclando en una batidora masa de coco, zumo de piña, hielo, un poquito de leche condensada y azúcar. Una vez servida la bebida básica, es tradicional adornar el vaso con una rodaja de la reina de las frutas, para sólo al final, añadirle el ron blanco a gusto y consumir.

Hacia la pasada década de los 50 este cóctel de larga historia es reinventado y empieza a servirse con gran aceptación en hoteles como el Caribe Hilton, varios bares y restaurantes de San Juan de Puerto Rico, de donde llegó a Estados Unidos y se extendió de allí a todo el mundo.