- De vinos y emociones
LA CATA DE UN VINO NO ES SOLO UNA BÚSQUEDA DE DEFECTOS Y VIRTUDES QUE NOS PERMITEN CLASIFICARLO CUALITATIVAMENTE, SINO TAMBIÉN UN DESCUBRIMIENTO DE SENSACIONES Y EMOCIONES, TANTO FISIOLÓGICAS COMO CULTURALES
De todas las sensaciones que nos produce el acto de beber vino, la más directa y la que llega instantáneamente a nuestro cerebro, es la sensación del olfato. El ser humano puede guardar en su memoria olores placenteros durante 5 o 10 años; por ello, al sentir el mismo aroma en un vino, somos capaces de recordar desde nuestra infancia, hasta un viaje, un país o historias de amores vividos.
Una vez en la boca, se producen sensaciones físicas que, además del gusto, incluyen otras calificadas como de tacto. Especialmente los labios, debido al gran número de terminaciones nerviosas, constituyen una zona hipersensible a este estímulo, al igual que los carrillos, donde se detectan determinados aspectos de los alimentos como la textura, o la viscosidad de las partículas contenidas en ellos.
El contacto del vino con la lengua pone a prueba los cuatro puntos más importantes de la misma: dulce, salado, ácido/agrio y amargo. Cuando se estimula la parte delantera, sentimos el sabor dulce. En medicina oriental y alimentación energética, se asocia con el símbolo de tierra, y según la psicología de los sentimientos, nos aporta optimismo, buen humor, curiosidad y capacidad de razonar mejor.
Por otro lado, al activarse el área de lo salado en los laterales delanteros de la lengua, lo asociamos con el símbolo de agua, por lo que el vino nos transmite sentido de voluntad, valentía, estabilidad y vitalidad. En el área lateral a la altura media de la lengua sentimos el sabor ácido/agrio, que nos aportará paciencia, dignidad, perseverancia y altruismo. Mientras el sabor amargo, en la parte trasera de la lengua, lo relacionamos con el elemento fuego, y con sensaciones como alegría e intuición.
El vino tiene una serie de propiedades (color, aroma, sabor…) que enlazan directamente con nuestros sentidos, y de allí van al cerebro, nuestro centro neurálgico de operaciones y el encargado de procesar toda la información que transmiten los nervios sensoriales.
Sin embargo, la percepción de aromas y gustos varía en función del sexo, raza, edad, lugar de trabajo, entre otros. Así, las mujeres tienen el olfato más sensible que los hombres y les resulta más fácil poner palabras a lo que huelen. Igualmente, los jóvenes poseen una mayor capacidad para detectar y describir los aromas del vino. Con el correr de los años, la misma disminuye; pero aumenta la emoción que provoca.
Wines & Emotions
Out of all the sensations we perceive when drinking wine, there is one that directly and instantaneously goes up to our brain: the smell. Human beings can store pleasant smells in their memory for 5-10 years. That is why, when feeling the same aroma in a wine, we are capable of recalling our childhood, some trip, a country or personal love stories.
Once it is in the mouth, such physical sensations as taste and touch are triggered. So, the wine-tong interaction puts the main four aspects to the test: sweet, salty, acid/sour and bitter, which are linked to several aptitudes and feelings.