- La importancia de la escenografía en la restauración del siglo XXI
DENTRO DE LA AMPLITUD DE LO CULINARIO, CIERTA BELLEZA ESCÉNICA SE INTEGRA, CON UNA FUERZA CRECIENTE, ENTRE LAS PRINCIPALES DEMANDAS DEL PÚBLICO Y ENTRE LOS RETOS PARA LOS PROFESIONALES DE LA RESTAURACIÓN
La buena mesa es hoy, como el circo en la época de Cecil B. De Mille, “el mayor espectáculo del mundo”. Cuando visitamos un restaurante (o incluso cuando recibimos a los amigos en el hogar) asistimos u organizamos una maravillosa representación teatral en la que se ponen en juego todos los sentidos. Y, además de disfrutar con todos ellos, atendemos a una necesidad básica, la de alimentarnos. Sobre todo visitar los lugares en los que ofician los grandes maestros es perfectamente comparable a acudir a una première teatral o al estreno de una ópera, puesto que un gran creador se somete a juicio delante de nuestros ojos.
El componente estético en el conjunto de la oferta gastronómica cobra importancia y esa es, posiblemente, una de las principales aportaciones de la cocina actual. Su contenido no se limita a la presentación de los platos, sino que se extiende a un entorno ambiental que forma parte de la imagen de marca de cualquier restaurante. Al fin y al cabo, cocinar solo tiene sentido si alguien disfruta con la presentación que se ha realizado. La buena mesa es una interacción entre quien da y quien recibe y en ella radica su éxito.
Con algunas excepciones, cada vez más escasas, la mejor cocina suele aparecer en escenarios más cuidados, puesto que, dentro de la amplitud de lo culinario, cierta belleza escénica se integra, con una fuerza creciente, entre las principales demandas del público y entre los retos para los profesionales de la restauración.
Pocas cosas hay más subjetivas que la definición de la belleza, pero lo armónico y sensible siempre trasciende sobre lo anodino y nadie queda al margen del reto de velar por los aspectos estéticos de su restaurante, pues configuran, en buena medida, sus señas de identidad. Una casa de comidas con ambiciones debe cuidar su ambientación, decoración, vajilla, cristalería y mantelería casi al mismo nivel que la oferta estrictamente culinaria.
Eso no significa que el decorado sea tan importante como la cocina, pero sí que una propuesta culinaria excepcional quedará frustrada si no se exhibe en el lugar adecuado, si el atrezo no está a la altura de las circunstancias. Realmente, tiene que haber mucho de complementariedad entre los dos aspectos, aunque lo importante es que la pieza de más valor de cuanto se exhibe en el local esté siempre en el plato. El público ya sabe dónde están los museos y los grandes monumentos y, aunque no desdeñe que sus panorámicas visuales resulten agradables, al restaurante acude, básicamente, a otra cosa.
En la restauración pública y también en la privada, el escenario ha de ser aceptado por el comensal, que debe recibir la atención adecuada, amable y correcta, discreta y sin alharacas, lo suficientemente profesional como para que funcionen a la perfección todos los engranajes del espectáculo. Es decir, nadie debe sobreactuar ni buscar el aplauso fácil. Hoy acudimos al restaurante como al teatro o a la ópera. Por eso, los maestros de los fogones agradecen igual los aplausos finales que las estrellas del bel canto o los mejores comediantes. Aunque también están preparados para recibir silbidos.
The Importance of Scenery in the 21st- Century Restaurants
The aesthetic component in the whole gastronomic offer becomes important and that is possibly one of the main contributions of today’s cuisine. A restaurant with ambitions must take care of its setting, decoration, crockery, glassware and table linen at almost the same level as the strictly culinary offer.
Actually, there has to be great complementarity between the two aspects, although the important thing is that the most valuable piece is what’s on the plate rather than what hangs from the walls.