En efecto, en su reparación todos han puesto su granito de arena, por eso posan felices para las fotos de este trabajo.  Desde la mismísima Rusia, Sergei lo descubrió y le avisó de inmediato a su suegro, en Cuba, para que localizara el vehículo y evaluara la posibilidad de su adquisición. Dicho y hecho, de forma que al regreso de Sergei de Rusia el auto ya estaba en el garaje de la casa. En ese momento empezaron a revisarlo en detalle y encontrar las “sorpresas” que se pueden esperar en estos casos. Lo primero que descubrieron fue que el cilindro uno, del gran V8 americano,  no funcionaba pues se había sellado con silicona el terminal correspondiente del distribuidor de corriente. Al restituirlo, apareció de inmediato un “ruido de válvulas”, pues una mala solución para sustituir el sistema hidráulico de mando había dañado el árbol de levas.  Lo mismo sucedía en otros tres cilindros.  Decidieron desarmar el motor y ver en detalle su estado.

Ese paso fue decisivo. Encontraron pistones y aros “criollos“ —en Cuba se denominan “criollos” a los agregados, partes y piezas de fabricación artesanal, en pequeños talleres, los cuales pueden durar, no obstante, por años— juntas también “criollas” y muchas otras soluciones similares. Todavía hoy Sergei ríe asombrado cuando dice: ..”en mis país las fabricas tienen ingenieros para calcular, diseñar y escoger las aleaciones de metales y tratamientos térmicos para las piezas. Aquí de pronto me encontré pistones, aros y metales hechos de forma rudimentaria que duran por años… ¡es increíble!” Poco a poco siguieron defectando el resto del Mercury.  Aparecieron problemas tanto mecánicos, como estéticos. Al cotejar con fotos de ejemplares originales, se percataron de que la careta frontal, la pizarra de instrumentos, los relojes de esta, y otros elementos decorativos habían sido reparados o sustituidos por “similares”.  Cuando tuvieron todo claro, comenzó para Sergei la búsqueda, desde Rusia, de las piezas y partes, vía Internet. Las ordenaba a Rusia —por la Ley de Embargo sobre Cuba aún es imposible su envío directo desde EE.UU. a Cuba— y desde allí las trajo a Cuba. Sin palabras.

Poco a poco, el auto fue quedando listo. Largas horas fueron dedicadas a su reparación. Hasta donde le permitieron sus habilidades las hicieron ellos directamente, en otros casos buscaron ayuda. Pero el esfuerzo ha valido la pena. El Mercury Monterey Hard Top, dos puertas, exhibe una envidiable imagen, la cual aún debe mejorar con algunos detalles decorativos que ya están listos, como son manillas e insignias originales. Es, casi seguro, el único existente en Cuba y apenas un poco más de 15 000 unidades fueron fabricadas en total. Sin embargo, en el hogar de Antonio Núñez, durante la entrevista dejaron claro su significado para ellos: “Este auto lo reparamos para la familia”.