Si hablamos de un automóvil cuyos niveles de lujo, potencia y confort están equilibrados en un trabajo cuidadoso, hecho a mano, pensamos en el británico Rolls Royce. Y si fuésemos a seleccionar una motocicleta con esas cualidades, sería la también inglesa Brough Superior. Como el Rolls Royce, la Brough Superior se fabricaba por pedido, a la medida y gustos de su futuro propietario.

La industria automotriz británica de entreguerras se empeñó en fabricar vehículos de alta calidad, como el resto de Europa, devastada por la Primera Guerra Mundial. Ya Estados Unidos emergía como el gran productor de automóviles, al tiempo que la sabia, pero arruinada Europa, construyó aquellas magníficas máquinas de leyenda. Fue el último y desesperado esfuerzo para imponer la calidad a la fabricación seriada en masa, intento condenado por la siguiente II Guerra Mundial. Fue una época en la cual los automóviles y las motocicletas británicas, alemanas, italianas y otras en menor medida, brillaron por su mecánica y tecnología de avanzada. Y precisamente, en esta etapa dorada de la década del 20, el ingeniero inglés William Eduard Brough trabajaba en su fábrica de motocicletas, las que por marca, llevaban su propio apellido, como tantas de las existentes entonces. Las motos Brough tenían máquinas de uno o dos cilindros y como combustible utilizaban metanol. Tanto la producción como las ventas de motocicletas Brough se mantenían aceptables y la marca fundada por William hubiera pasado como una más del montón, a no ser por su hijo George, quien también se hizo ingeniero, y perseguía un anhelado sueño: fabricar grandes motos, las más lujosas y confortables. A la muerte de su padre en 1934, George toma las riendas de la fábrica y decide llevar adelante su proyecto. No construirá motocicletas comunes, hará una moto superior a las demás. Así nace una estrella: a la marca tradicional Brough, le agrega Superior. La moto creada por George Brough resulta fabulosa por su estilo, calidad y avanzada tecnología para su tiempo. Encarga el motor a otra fábrica de motos, también inglesa, famosa por sus victorias en carreras: Matchless (Excelencias del Motor nº 4). George le pide el modelo de motor X2, de dos cilindros en V a 50º longitudinal, de 981,79 cc, completamente cuadrado: 85,5 x 85,5 mm, de cuatro tiempos con válvulas a la cabeza. La relación de compresión es de 6,5 a 1.El carburador es Amal de doble taza y da una potencia de 45 hp a 4 200 rpm. Pesa 396 libras con el tanque de combustible vacío. La caja de velocidades, de cuatro cambios. Cada Brough Superior SS100 se hacía a la orden y su producción era limitada. La carrocería se fabricaba a la medida del propietario que la usaría. Se le tomaban las medidas como si le fueran a coser un traje: del hombro al codo, del codo a la muñeca, del hombro a la cadera, de la cadera a la rodilla, de la rodilla al tobillo… El dueño conducía su motocicleta fácil y cómodamente, todo estaba justo a su medida. Con su equipo estándar, aquel motorazo de casi 1 000 cc le permitía pasear en 4ta a solo 40 km/h, sin tironear, y cuando aceleraba a tope, alcanzaba fácilmente los 160 km/h. Era lo máximo en conducción y confort. Sin embargo, no todos los propietarios se dedicaron a pasear en sus Brough Superior, otros le tomaron sus cualidades deportivas y lograron que la marca acumulara más de dos centenares de títulos en competencias. En las carreras lanzadas de una milla, llegó a marcar 200 m/h (320 km/h) con el piloto británico Enoc Fernihough. Para este tipo de servicio, al motor X2 se le daba más compresión y sobrealimentaba. Además de este modelo, George fabricó uno más pequeño, de 900 cc, con cuatro cilindros, en 1938. En aquella época, la Brough Superior era la marca de moto más cara. Mientras otras marcas inglesas como la Ariel, de cuatro cilindros y 1 000 cc costaba 85 libras esterlinas y la Triumph Speed Twin valía 80, la Brough Superior SS100 no bajaba de 140 libras. Durante muchos años, en Cuba rodó una Brough Superior SS100 de 1937. La trajo William Vandermayer Heilman, un holandés amigo de Cuba, representante de distintas marcas de motos, entre ellas Matchless. Alguien la encargó y luego no la quiso. Estuvo un tiempo expuesto tras las vidrieras de la agencia de Billy, quien también fue Comisionado de Motociclismo en la década del 60 aquí, hasta que mi padre lo compró y pudimos disfrutar de una de las mejores motos de todos los tiempos. Porque rodó en Cuba, porque gocé lo indecible montándola y porque muchos motociclistas guardamos recuerdos de aquel manso monstruo, le dedico hoy este artículo.