Vista parcial de la Catedral.
La Iglesia de San Francisco data del siglo XVI y se destaca por su atractiva fachada de estilo poblano, en ladrillo rojo y azulejos de talavera.

Cuenta una vieja leyenda que fueron los ángeles, tirando unos cordeles, quienes trazaron las calles en el sitio escogido por Dios para fundar Puebla. Al margen de sus orígenes divinos, lo cierto es que el emperador Carlos V, al firmar la real cédula concediendo escudo de armas a la ciudad, mandó a dibujar en él una urbe de altas torres sostenida por alados seres y sobre la misma la siguiente inscripción: “Dios mandó a tus ángeles que te guardasen en todos tus caminos”. Y tal parece que así ha sido la suerte de Puebla, también denominada Puebla de Zaragoza o Puebla de los Ángeles, cuya fecha de fundación se remonta al 16 de abril de 1531, con una singularísima característica, al no erigirse sobre las ruinas de una población indígena, ni nacer como ciudad militar, ni creada como villa de encomenderos y ser la única ciudad de Nueva España concebida como una “república de agricultores españoles”.

A mitad de camino entre México y Veracruz, fue lugar de reposo en el fatigoso trayecto de la principal ruta de comercio con la metrópoli y pasó, en muy poco tiempo, de modesta villa a opulenta ciudad de privilegios, con los españoles viviendo en el centro de la urbe y los indígenas en su periferia. Factores humanos y naturales dieron lugar a una vigorosa economía, que hizo importante a Puebla en todos los sentidos, a tal punto que fue considerada la segunda ciudad de la Nueva España, y como tal, privilegiado asiento –hasta nuestros días- de la cultura y de las artes. En ese ímpetu creador de sus poderosos moradores, la Iglesia jugó un significativo papel, lo que explica la proliferación de templos, conventos y colegios religiosos donde las manifestaciones artísticas alcanzaron su máximo esplendor.

Puebla presenta un escenario natural verdaderamente excepcional. Situada en el altiplano central de México, está enclavada en un valle, y desde toda la ciudad puede disfrutarse la majestuosa presencia de los volcanes Popocatépetl e Iztaccíhuatl. Desde el punto de vista económico, está entre las primeras ciudades en importancia del interior de la república mexicana, y en ella se destacan las industrias automotriz, textil, metalúrgica y editorial; cuenta con una infraestructura turística de primer nivel, que dispone de más de 12 grandes centros comerciales, recinto ferial y un moderno centro de convenciones.

En Puebla se localizan las universidades Benemérita Autónoma de Puebla, de las Américas, la Popular Autónoma del Estado de Puebla, y la Iberoamericana, además de 20 universidades privadas. Una ciudad para disfrutar Múltiples son los alicientes que Puebla, Patrimonio Cultural de la Humanidad, depara a sus visitantes. Colonial y moderna, los turistas y hombres de negocios encontrarán en ella tal diversidad de opciones que no les resultará fácil elegir. Esta hermosa capital del estado cautiva por su imponente naturaleza, rica historia, arquitectura colonial, notables museos, plazas y mercados, su cerámica mayólica y talavera, famosa gastronomía, y también por su bulliciosa -y contagiosa- vida nocturna. Téngase en cuenta que es un destino de gente joven con múltiples actividades, y ello le imprime un sello característico a la ciudad.

Puebla, al igual que casi todas las ciudades de México, tiene un centro llamado Zócalo, donde se encuentra el Palacio Municipal, edificación majestuosa donde en la actualidad radica la alcaldía. Allí se alza también la imponente Catedral. La gran plaza es un lugar espectacular, llena de público siempre, de músicos y vendedores ambulantes, donde los fines de semana se realizan actividades culturales al aire libre, y rodeada de cafés, restaurantes y comercios de todo tipo. La ciudad y sus alrededores Puebla tiene muchos sitios que ameritan ser conocidos, por lo que se aconseja a quienes la visitan por primera vez, hacerse de una buena guía para aprovechar bien el tiempo de estancia, según los gustos e intereses del viajero. Aquí intentaremos ofrecer a los lectores un breve recorrido por lugares que resultan emblemáticos de la ciudad y de sus alrededores: La Catedral: Su construcción comenzó en 1575 y fue consagrada por el obispo Juan de Palafox y Mendoza en 1649. Sus dos torres, de 66 metros de altura, son las más elevadas de todas las iglesias de México. El estilo de la construcción es manierista, aunque en su interior predomina el neoclásico. En el templo se destacan la Puerta del Perdón, en la fachada principal, la Capilla del Ochavo o del Espíritu Santo, el Altar de los Reyes y la primorosa sillería mudéjar del coro en maderas finas con incrustaciones de marfil. Muestra obra de los afamados artistas Baltasar Echave Rioja, Pedro García Ferrer, Cristóbal de Villalpando, Manuel Tolsá y José Manso. Biblioteca Palafoxiana: Una de las bibliotecas antiguas más valiosas de México. Se encuentra en la planta alta del señorial edificio de la Casa de la Cultura de México. Debe su nombre a su ilustre fundador, el obispo Juan de Palafox y Mendoza, y fue enriquecida con las contribuciones de otros obispos. En 1836 tenía más de doce mil volúmenes, la mayoría en latín. Hoy alberga 43 mil, entre los que se encuentran un incunable de 1493 y otros ejemplares únicos, como el Atlas de Ortelius (1548), la Biblia Políglota o Regia (1569-1573), y la Gramática Egipcia, de Champollion. Museo Amparo: Uno de los mejores museos de México y de Latinoamérica. Situado en un bello edificio de la época colonial, alberga una de las más importantes colecciones de arte que existen en México. Dotado de una magnífica y moderna museografía y un avanzado sistema de información. Está dividido en dos grandes secciones. La mayor presenta el desarrollo de las culturas mesoamericanas, a través de obras de los pueblos olmecas, zapotecas, totonacas y mayas. La otra sección exhibe una significativa muestra de arte hispanoamericano, con pinturas, esculturas, cerámica, orfebrería, tapices y muebles de la época colonial. La sala transitoria se dedica a obras de arte contemporáneo. Plazuela de los Sapos: Es uno de los lugares más populares y de mayor atractivo del Centro Histórico de Puebla. Con múltiples funciones, es un mercado de trabajo artesanal de quienes buscan empleo, en las mañanas de los días hábiles; por las noches se transforma en un mercado de mariachis, al que recurren aquellos que quieren brindar una serenata a su amada, y finalmente, los domingos, si no llueve, se convierte en un gran mercado de antigüedades, al estilo de los llamados “mercados de pulgas” europeos. Allí los viejos tenderos ofrecen sus mercancías: libros, postales, billetes, monedas, muebles, y mil cosas más. También se venden piezas de talavera, cobre o barro. El entorno de Los Sapos también se anima en los bazares que circundan la plazuela, donde es famosa la pulquería “La Bella Elena”, hoy fuente de soda y venta de “antojitos” mexicanos. Capilla del Rosario: Ubicada en el templo de Santo Domingo, cuya construcción y ornamentación se prolongó de 1650 a 1690, es considerada la gran joya del arte poblano y Octava Maravilla del Nuevo Mundo. Lo que hace a esta obra extraordinaria -por su significado, imágenes y formas extravagantes de su abigarrado decorado- son las yeserías que la cubren casi toda, con profusión de estucos modelados en un torbellino de figuras, donde se mezclan vírgenes, santos, ángeles, seres andróginos y simbólicas imágenes que solo pueden ser interpretadas a partir de una gran cultura teológica. Museo de Arte Popular Poblano: Fundado en 1973 y remodelado en 1992, está situado en el antiguo convento de Santa Rosa, que data de 1698. Hace famosa a la edificación su cocina de talavera, considerada por muchos la más bella del país. En sus siete salas, el museo atesora un mundo de artesanías provenientes de las siete regiones económicas del estado de Puebla. Se exhiben obras en carpintería, cerámica, escultura, jarcería, metalistería, pirotecnia, textiles y vidrierías. También se muestra una preciosa colección de trajes regionales. Próximos a la ciudad, otros sitios despiertan el interés de lugareños y visitantes: Los Fuertes de Loreto y Guadalupe, en el cerro del mismo nombre se construyeron para defender la ciudad durante la guerra de independencia y la invasión de los franceses. Albergan los museos de la No Intervención, Antropología, Historia, Historia Natural y el Planetario de Puebla. En sus áreas se halla el recinto de la Feria de Puebla, que se celebra anualmente. El Parque Nacional Popocatépetl-Iztaccíhualtl, en las faldas de la Sierra Nevada, ofrece la posibilidad de practicar el excursionismo y el alpinismo. En Cholula, Calpan y Huejotzingo se localizan tres conventos, arquetipos de la arquitectura religiosa colonial del siglo XVI, donde se destacan la Capilla Real de Indios, las Capillas Posas y el Monasterio, respectivamente. En Cholula también es notable su extraordinaria Pirámide, y en Huejotzingo su Carnaval, el más importante de los que se realizan en Puebla. En Tonantzintla y Acatepec se alzan sendos Templos, cuya decoración, de estilo ultrabarroco y manufactura popular impactan y seducen. Chautla acoge a la antigua hacienda del mismo nombre, notable por su Castillo Europeo, en medio de un lago, y en el extremo opuesto encontramos el afamado Africam Safari, que muestra la gran riqueza del mundo animal, con más de 3 000 ejemplares de África y de América. Gastronomía Es imposible dejar de mencionar la tradicional y rica gastronomía poblana, conocida internacionalmente, y que es fruto del sincretismo de las cocinas prehispánicas y española. Por toda la ciudad encontrará lugares para degustar delicias tales como el mole poblano, los chiles en nogada, chalupas, cemitas, pipián, molotes, molcajetes, la cecina, la trucha, los tamales de comino, maíz, haba y ceniza, el mole de panza y el de cadera, el mixiote, la tinga, el adobo negro, los huazontles, y una gran diversidad de sopas. Platillos todos que con tan atractivos nombres, lanzan al vuelo la imaginación y el paladar.