Torre del antiguo Ayuntamiento
El motivo con forma de aspa y el carnero son detalles de la Catedral de Santa María la Menor

Considerada la primera villa en la que se establecieron los españoles en América, la Vieja Ciudad Colonial es ahora sólo una pequeña parte de Santo Domingo; pero conserva el primitivo trazado cuyas directrices marcara Nicolás de Ovando, el primer gobernador español en la isla, y concentra los principales edificios históricos, que hoy han sido restaurados.

La calle de Las Damas es siempre una de las principales vías de Santo Domingo. Por aquí paseaban las damas de compañía de la virreina María de Toledo ya a principios del siglo XVI, momento en el que el gobernador español de la isla, Nicolás de Ovando, construía la ciudad siguiendo las sugerencias que le llegaban de España. Este es el motivo de que la calle de Las Damas se halle constituida por casas de piedra de poca altura, entre las que se encuentran los monumentos más importantes de la ciudad. Fue el mismo gobernador quien diseñó las cuatro manzanas que hoy son referencia histórica fundamental de la isla. En nuestro recorrido por estas calles encontramos la Plaza de España, por donde transcurre el curso del río Ozama, el Alcázar de Colón, actualmente muy bien conservada y que fue cuartel general de Diego Colón y su mujer. Su fecha de construcción data de 1510, cuando con la ayuda de 1 500 indígenas, los arquitectos españoles lo construyeron en cuatro años. Como este imponente monumento repleto de historia, encontramos muchos otros en la calle de Las Damas: el edificio de las Casas Reales que, convertido hoy en museo, alberga importantes documentos relacionados con la vida colonial española de los siglos XV al XIX. Al lado está la Torre del Homenaje, la cual se destaca por ser la única torre medieval en América y es, por tanto, una de las visitas preferidas por los historiadores. Seguimos en la mítica calle de Las Damas para visitar, en esta ocasión, el Panteón Nacional que se encuentra frente a la antigua casa de Ovando. El Panteón, erigido en el año 1793, fue en su momento la iglesia de la Compañía de Jesús. Lo que fuera la vivienda del gobernador, hoy es un hotel donde se celebran habitualmente actividades culturales. La Catedral se levantó cerca de la calle de Las Damas y del Alcázar, aunque su construcción fue bastante complicada, ya que los obreros fueron en busca de riquezas que les prometían en las nuevas colonias. Por este motivo, y aunque la primera piedra la colocó Diego de Colón en 1514, la obra no finalizó hasta 1540, gracias al obispo de Geraldini. Hay muchos testimonios que dejaron quienes a la isla viajaban. En los diarios encontrados se pueden leer los de aquellos que veían la transformación cultural e histórica que Santo Domingo iba experimentando. Era el inicio del asentamiento de las instituciones.

La otra cara Pero no todo es historia. Hay una cultura mucho más arraigada que acompaña a los dominicanos: el ritmo, el merengue y la alegría. Por la plaza de la Catedral y por la calle de El Conde se despliegan el colorido y la esencia dominicana más genuina. Es la zona de los mercados, de los cafés, del bullicio y del tráfico, donde se concentra el latido de la ciudad, donde no deja de sentirse la presencia española en algunos detalles. La calle Conde de Peñalva fue llamada así en recuerdo del gobernador de La Hispaniola, quien impidió, en 1655, que los británicos conquistaran la ciudad. Y para ver la real cara de Santo Domingo, merece la pena acercarse al Mercado Modelo, donde los comerciantes despliegan todas sus habilidades con el turista para conseguir que compre cualquiera de los productos típicos de la isla: elíxires de amor, bebedizos, ámbar, ron, tabaco y muchas cosas más son las que aquí se pueden adquirir. Pero de Santo Domingo lo más importante, lo que verdaderamente nos llevamos, es la sensación de haber estado en algún lugar mágico, donde el tiempo pasa mucho más despacio y donde un atardecer se convierte en lo más importante del día. Desde la historia de la ciudad colonial hasta los merengues por la calle y las playas, la isla dominicana se perfila como un pequeño paraíso difícil de olvidar.