El curioso mestizaje de las ruinas mayas con las fortalezas españolas y las bellezas naturales con la infraestructura más moderna marca con un signo particular el Caribe mexicano, que comparte con el resto de la región una historia desde mucho antes de la llegada de los europeos. Las referencias indican que los mayas entraron a esta región hace tres milenios y con el tiempo se convirtieron en una especie de puente entre los productores del continente y el resto de la región bañada por el Caribe, que aprendieron a surcar en embarcaciones rústicas. Con ese espíritu poético, que todavía parece reinar, aunque acosado por el desarrollo urbanístico, bautizaron como quisieron las bellas tierras bañadas por las aguas cristalinas: Cozumel (tierra de golondrinas) o Tulum (lugar del amanecer). La furia de los elementos trajo el tercer elemento que se sumo a los paisajes paradisíacos y el ingenio constructivo de los mayas cuando, según se asegura, en 1511 llegaron a la costa occidental de la península de Yucatán los primeros y pocos españoles, supervivientes de un naufragio. Crónicas aceptadas como válidas hasta hoy indican que el primer mestizo americano-europeo nació, poco después, de la unión del español Gonzalo Guerrero y la hija del jefe Nachacan, para inaugurar una nueva era, cuyos restos también integran hoy todo un rosario de fortalezas a disposición de los visitantes. Entre el complejo de playas, ríos, sabanas y selvas, los recién llegados tienen donde elegir, tanto si son amantes de la exuberante vegetación tropical, el buceo, la pesca, el bullicio y la tranquilidad, o la experiencia gratificante de la naturaleza viva o la arqueología. Un punto de partida ideal para un recorrido por el Caribe mexicano, sin dudas, sera siempre Cozumel, la mayor de las islas mexicanas, donde los modernos centros turísticos se acoplan con más de 30 sitios arqueológicos, playas para todos los gustos y un jardín botánico tropical con casi 200 variedades de plantas. Se dice que aquí estuvo el santuario de la diosa Ixchel, punto de peregrinaciones mayas y también que en 1518 cuando Hernán Cortes desembarco se encontró con Jerónimo Aguilar, un español adoptado por los indígenas después de ser rescatado de un naufragio ocho años antes y arrancado de su Paraíso propio para servir como interprete. Frente a las costas de Cancún, la isla de nombre sugestivo: Mujeres, nombrada así por la gran cantidad de figuras femeninas talladas en palma y madera que encontraron los españoles a su llegada en 1517. Esta isla de aguas cristalinas es, como Cozumel, un sitio donde además del buceo y el goce del mar, se pueden visitar ruinas de la cultura maya, como un observatorio y un adoratorio, ademas de la tumba del pirata Pat Mont, recordatorio de aquellos tiempos de bucaneros que hicieron del Mar Caribe su hogar para la rapiña. Quienes prefieren todavía mayor tranquilidad tienen a su disposición Tulum, una ciudad amurallada donde todavía ronda el espíritu de los mayas que, cargados de jade y plumas, hacían escala a orillas de este pequeño acantilado en su ruta comercial hacia Las Antillas. La pericia de los muralistas mayas, su visión estética y la variedad de colores ocultan, aún, un misterio sin resolver totalmente: la imagen de un dios sin antecedentes en todo el imperio maya y que algunos estudiosos atribuyen a una representación del sol al atardecer. Pero el camino de toda esta región de paisajes naturales de ensueño no estará completo sin una escala en Cancún, sobre todo para los trasnochados enamorados del bullicio y la diversión sin límites y acostumbrados a las comodidades de la vida moderna junto al mar. Pero, con sólo atravesar un puente, la isla del mismo nombre ofrece también la posibilidad del reposo donde los vestigios prehispánicos se confunden con una infraestructura turística incapaz de aplastar la serenidad de un mundo rodeado de aguas transparentes. Y, por supuesto, como corresponde a un visitante atento habrá que estar en Chetumal, la capital del estado de Quintana Roo, que pese a su condición de capital no ha podido abandonar totalmente un pasado iniciado en 1899 cuando se fundó por el almirante Othon P. Blanco en un sitio denominado Chactemal (lugar de la madera roja, en maya). Llamada Payo Obispo hasta 1936, Chetumal es hoy una ciudad que puede considerarse moderna, pero con una variedad de parques, monumentos y jardines a la orilla del Mar Caribe que la convierten, también, en un lugar de reposo, sin que este pueda ser alterado por los vestigios de los tempestuosos tiempos de bucaneros y piratas. Las construcciones erizadas de cañones que miran hacia el Mar Caribe tienen, en toda la región mexicana bañada por las aguas antillanas, la mezcla singular de las herencias de los llamados griegos de América, los mayas, una cultura milenaria que hoy sigue asombrando al mundo.