Un sentimiento común enlaza a los paises del Caribe, una cuenca de colorido y calor tropicales, donde la música, la danza, la religión y la cultura en su conjunto son marca distintiva del resto del mundo. Sin embargo, la subregión es mucho más, su mar es un lago inmenso que baña costas continentales, es también el área a donde llegó por primera vez Cristóbal Colón en 1492 para reconocer la existencia de un denominado “Nuevo Mundo”. Por lo tanto, la era moderna para el Hemisferio Occidental tiene las huellas de la historicidad muy marcadas, los sentimientos mezclados de poblaciones que se fueron haciendo al ritmo de las olas para un futuro ceñido al cinturón de bellezas y paisajes paradisíacos. Como marca de los destinos comunes, la zona se caracterizó por gentes de una espiritualidad diversa, de sencillez y humildad, de generosidad y alegría, que muestran en sus fiestas y en sus danzas, con trajes multicolores, con naturalezas de mucho dinamismo ecológico, de vegetación y fauna endémicas.

200 millones de caribeños El Caribe entonces marca el sentimiento que en una primera fase abarca los 4.500.000 de kilómetros cuadrados y 200 millones de personas, propiamente la cuenca, pero es mucho más. Desde el punto de vista conceptual se puede determinar un Gran Caribe enmarcado en la espiritualidad de un mar a donde confluyen determinados ritmos musicales y bellezas parecidas, caracteres comunes, intereses y equilibrios económicos similares. Por ello, el concepto geográfico se engrandece y da paso a una condición de “alma” mucho mayor que puede tener a lugares tan interesantes como el Cristo de Río de Janeiro, las esculturas aborígenes centroamericanas, las largas colas del Quetzal guatemalteco, o las pirámides mayas en México. Es un verdadero abanico que nace del sentimiento de pertenencia, único en el área centroamericana y latinoamericana en su conjunto. Aquellos países con costa en el Caribe como Venezuela, Colombia o Estados Unidos, de grandes a chicos, de poderosos a pobres, se conjugan en esa espiritualidad ineludible que forma el Gran Caribe. No se trata de desvirtuar las estructuras político-geográficas y económicas, sino de enriquecerlas con los sentidos, con la cultura creada durante muchos años para beneficio de toda la humanidad. Encuentro de culturas Estamos en presencia de una subregión muy enriquecida por los valores de los nexos entre dos culturas fundamentales. Tal es así que, muchos expertos califican la llegada de Colón a América como precisamente el encuentro entre dos culturas y jamás como descubrimiento, aludiendo a que los americanos ya se conocían entre sí mediante sus constantes migraciones. Se trata además del enlace de lo español con lo americano de una manera irreversible que cada año se reafirma sobre todo a través de un espectro religioso, con una diversificada unión entre el catolicismo y prácticas traídas en el siglo XVI por los esclavos africanos que dejaron una rica huella de ritos, música y gentes muy agradecida y comunicativa. El Gran Caribe es una realidad en las tendencias filosóficas del área, con un especial cariño por la amistad, por las palabras y los gestos, por romper las distancia con una frase que no por tradicional deja de ser inteligente, con una canción que se repite en cada país independientemente del castellano, el inglés, el francés, el holandés, o las lenguas maternas más autóctonas. Se trata de un conjunto de naciones, en cierta forma enorme, que trae los recuerdos de los abuelos e inunda las mentes de los nietos con el pasado y a tono con el futuro. Por estos motivos se puede conceptuar el Gran Caribe, imaginarlo con la existencia que le cualifica. Haga un ejercicio mental: compare el carácter de un puertorriqueno, un cubano, un venezolano o un martiniqueño. Apreciará marcadas respuestas a patrones de conducta y de conocimiento, una misma forma de enfrentar los sentimientos familiares, independientemente de las tradiciones diferentes que enriquecen y amalgaman. Esa prueba social, también la podemos realizar al margen de las razas, los credos, las religiones, las sectas y cofradías, muchas de ellas herencia africana o europea. Se trata de una sola bandera, con una misma forma de ondear, por ello se habla en suma de una coordinación para buscar objetivos, sin competencia.

Riqueza turística Se aprecia de forma especial en el turismo, donde las riquezas son muchas, hasta el punto de que una gran cantidad de islas viven de esta industria, muy floreciente sobre todo a partir de los años 60 y cada día más incrementada. El turismo, con sus variantes de incentivo, cultura, náutica, sol y playa, tiene en el Gran Caribe la muestra más refinada de la variedad del contorno de unos deseos siempre complacidos y de una cultura, que es el signo distintivo por excelencia, por encima incluso de los paisajes que ya es mucho decir. Como colofón, podemos exhibir que esta subregión es la única en el continente latinoamericano con una verdadera unión a partir de la Asociación de Estados del Caribe (AEC).