Cuba una Leyenda
La alegría, optimismo y fe en el futuro, marcan el carácter de sus habitantes
¿Que fue de la Atlántida?. La leyenda termina refiriendo que intensos terremotos e inundaciones gigantescas provocaron que la Atlántida fuera engullida por el mar. ? Sin dejar rastro?. Sus estudiosos especulan sobre la posibilidad de que ciertas islas sean posibles vestigios de la legendaria Atlántida. Entre ellas ?podrían ser incluidas las islas caribeñas?. Quizás. De modo que si, efectivamente, El Caribe constituye un resto geológico de la Atlántida, nuestras tropicales y fértiles tierras fueron en sus orígenes la patria de la raza fuerte y aguerrida, prospera y emprendedora, de los atlantes. Los movimientos telúricos dividieron en una docena de paises nuevos la tierra que habría podido constituir la patria grande de los atlantes. Brazos de agua rodean las tierras donde hemos nacido. Pero no fraccionan la región: El Caribe es uno e indivisible. Y Cuba podría ser el vestigio mayor de la tierra de los indómitos atlantes. Su posición geográfica, inmediatamente al sur del Trópico de Cáncer, entre el estrecho de Yucatán, el golfo de Méjico, el estrecho de la Florida, el Canal Viejo de Bahama, el Paso de los Vientos y la cuenca occidental del Caribe, le mereció el calificativo de "La Llave del Golfo" a tal extremo, que ese simbolismo aparece en su escudo. Esta posición geográfica ha sido privilegiada para el trafico marítimo y aéreo, de ahí que las relaciones políticas, comerciales y sociales del país con el resto del mundo siempre han sido intensas. Particularmente en la actualidad su desarrollo industrial, agrícola, ganadero e intelectual propicia esos nexos. Su clima, característico de esta zona, facilita el disfrute de playas, el deporte de la pesca, la equitación, paseos tanto diurnos como nocturnos y esparcimientos de todo tipo. La Isla, que esta rodeada por mares muy profundos (de mil a seis mil metros de profundidad), es larga y estrecha (mil 200 kilómetros de largo y su anchura media es poco mas de 100 kilómetros), esta dividida en cuatro grandes zonas naturales: Occidente, Las Villas, Camaguey y Oriente. Es un país de grandes llanuras y muy pocas elevaciones. En Occidente se encuentran algunas pequeñas, pero las mayores están en Oriente, donde descuella la Sierra Maestra con una longitud de 250 kilómetros y su mayor altitud, la del Pico Turquino, con 1974 metros. En otra sierra, la de Nipe, esta uno de los depósitos de minerales de hierro mayores del mundo, y en sus estribaciones hay grandes depósitos de mineral de níquel. En las costas cubanas, que tienen mas de tres mil 500 kilómetros hay dos centenares de bahías, varias de las cuales figuran entre las relevancia particular. El clima cubano es idealmente tropical: temperatura media de 25 grados. Los meses de diciembre, enero y febrero son frescos, pero de marzo a noviembre persisten altas temperaturas -en julio y agosto pueden sobrepasar los 30 grados centígrados. Como por las noches las brisas refrescan mucho, los climatólogos le aplican a Cuba la expresión de que "la noche es el invierno de los trópicos". En Cuba la flora comprende cerca de ocho mil especies de plantas: gramíneas, orquidáceas, palmáceas, entre otras, y numerosos arboles: la yaya común, el purio, el cupey o el cedro. En cuanto a fauna, ademas de numerosas aves (muchos pájaros: cotorras, el periquito, tomeguines, mayitos, zunzunes o pájaro mosca) Cuba tiene los provenientes de América del Sur y Centroamérica, y algunos característicos, como el almiquí, curioso insectívoro casi extinguido, y el manatí, en otros tiempos muy abundante en esteros y ríos. Mas lo que ha permanecido como característica típica, inalterable, es el optimismo cubano, su alegría, su amor a la música y al baile, su fe en el futuro. Por lo tanto bien se pudiera afirmar que los atlantes de hoy son caribenos. La Habana es un gran concierto de estilos La habana, ciudad eterna Una mágia sorprendente espera en cada rincón al visitante, quien tiene a la mano una de las ciudades más atractivas de Latinoamérica. Puede el viajero distraído que recorre La Habana creer por un momento, al doblar una esquina o detenerse por la sombra de un portal, que ha llegado a algunas de las ciudades del sur de España, como Cádiz o Sevilla, o que está de paso por Lima, el Cuzco, México o Cartagena de Indias. De creer en serio que se encuentra en una ciudad española, podrá encontrar el puntal bajo, los balcones con balaustres de madera torneada, e hileras de tejas en el borde superior de las casas, en un alero de tejado, que le dan un estilo mudéjar a muchas fachadas, con algo del aire de Andalucía o Extremadura. Sin embargo, si piensa que está en América continental, el visitante pudiera descubrir unas cuantas fortalezas evocadoras de las de Cartagena de Indias, o alguna que otra portada de templo que le recuerden, incluso, el barroco de las más celebradas y ancestrales iglesias mexicanas. La Habana es una memoria de piedras, arabescos de hierro, galerías, un concierto de estilos distantes, como plaza que supo alimentarse, durante siglos, de todo viajero artista y constructor que hizo escala, cuando la ciudad era estancia obligada en el ir y venir persistente a través de las aguas del Atlántico. Riqueza concentrada Sólo la zona mas antigua de la ciudad, La Habana Vieja, unas 160 manzanas, casi cinco kilómetros cuadrados, tiene tanta riqueza concentrada que está llamada a convertirse en ciudad eterna, a preservarse con el mismo fervor que merecen la antigua Tebas, Teotihuacán, o las pirámides de Egipto. Quien visite la ciudad tendrá que hacer una agotadora caminata, si emprende la imposible empresa de evocar sus casi cinco siglos, desde los tiempos en que apenas era un caserío de chozas de barro y paja, asolado de vez en cuando por piratas, fuego, corsarios y huracanes. Tendrá que acudir, por ejemplo, al píe de la ceiba, la columna de tres caras y el templo grecorromano que rememoran la primera misa, bautismo de la ciudad, allá por 1519, luego de dos frustrados intentos de fundación en parajes cenagosos y malsanos, y antes de descubrir la bahía de aguas tranquilas, con un protector canal de entrada. Desde ese punto, tendrá que salir en busca de las cinco plazas, antiguos centros de jolgorio y mercado, espacios de luz, aire y esparcimiento entre las calles estrechas y escondidas del sol. Cada plaza, con hálito propio, presidida por iglesias, edificios de la Administración o espléndidos palacetes de vivienda. Ciudad trazada como una cuadrícula, a modo de campamento romano, y protegida, a ambas orillas de la bahía, por fortalezas de aire renacentista, entre ellas las más antiguas e impresionantes de América, algunas con los nombres de los santos Reyes Magos. Difícil será rememorar ya, aquellas jornadas en que, al amparo de seguro puert, coincidían las flotas comerciales y militares en travesía desde los virreinatos hasta la metrópoli o, incluso, las embarcaciones que desde La Florida, llegaban con indígenas cargados de exóticas aves, piedras y caracoles. Mercado de America En esas plazas, y al resguardo de las fortalezas, se comerciaba todo lo codiciado entonces, desde lana de alpaca y vicuña, plata de Potosí y México, perlas de la isla venezolana de Margarita, ámbar de Santo Domingo, cuero, café y cacao, hasta tabaco, azúcar y maderas preciosas de los campos cubanos. Primer puerto al que arribaban las naves españolas al llegar a América, y última escala antes de emprender regreso a Europa, La Habana quedó ceñida durante décadas, entre 1674 y 1740, por murallas, estrecho cinturón de solo nueve puertas, del que apenas quedan unos metros en píe, y la costumbre de disparar el cañonazo que anunciaba el cierre. Guarda la villa, cada día sostenida aún más por el avance de la restauración, espléndidas casonas familiares de dos plantas. Abajo, los depósitos y el trajín de los sirvientes. Arriba, aposentos, derroche de celosías, mamparas y cristales para modular los rigores de la luz, el bullicio y el calor. Quedan, de los tiempos primeros de San Cristobal de La Habana, cuando convivían civilización, lujo y barbarie, fuentes de mármol de Carrara, edificios espléndidos embellecidos con una profusión de balconadas, volutas y filigranas de metal, faroles y aldabas, que pueden tomar forma de fiero león o delicado rostro de mujer. Antinguo esplendor Es una plaza cuyo astillero fue el mejor del Nuevo Mundo, en el siglo XVIII y su célebre teatro, más antiguo que el neoyorquino Metropolitan Opera House. Es un escenario donde aún se alimentan leyendas de amores contrariados, u otras, como la de una breve estancia, nunca comprobada, de Sor Juana Inés de la Cruz. Ciudad llena de recuerdos: todavía está en píe la escena sobre la cual bailó la austriaca Fanny Elssler y cantó Enrico Caruso, el teatro donde se presentó Ana Paulova o el hotel que hospedara a Isadora Duncan. Aún se puede caminar por la plaza tomada por Ernest Hemingway para su novela "Tener o no tener" o visitar la pequeña habitación de hotel a donde acudía en busca de excelente pesca en la Corriente del Golfo. Algunas de sus calles han sido referencia de numerosas páginas, desde las de José Lezama Lima, quien las recorrió con respiración entrecortada por el asma, hasta las de Alejo Carpentier, quien la puso en el centro de novelas y crónicas. Inspiradora de espléndidas cuartillas, novelas, diarios de viaje, o de pinturas de muchos artistas peregrinos, que detuvo ante ella su caballete. "Vi crecer La Habana con el siglo. La he contemplado bajo sus más distintas iluminaciones. En cien oportunidades he escuchado sus voces secretas y he tomado su pulso," dijo el escritor cubano Alejo Carpentier, quien solía caminar sus calles hasta el cansancio.
Teófilo Stevenson Puños de acero, corazon de oro Tricampeón Mundial y Olímpico de boxeo. Uno de los deportistas cubanos más celebres en el mundo. Como persona resaltan su caracter humilde y afable.
Con el mismo puño que derrotó a rivales a lo largo de una carrera de 20 años en el pugilismo, el cubano Teófilo Stevenson tuvo el privilegio de estrechar manos de otras personalidades mundiales. Mimado por el público, las mujeres y sus mismos compañeros de equipo, Stevenson, sin embargo, siempre mantuvo una actitud de humildad, de fácil acceso ante la prensa o las personas que por admiración se le acercaban a preguntarle detalles de su vida. Aunque también hubo una parte de los aficionados interesados en que al gran campeón alguien lo superara por K.O. El hecho llamaba la atención en la crítica, tomando en cuenta de que numerosas publicaciones internacionales especializadas han escogido a Teófilo como el mejor representante de la máxima división del boxeo aficionado de todos los tiempos. Una característica inseparable de los cubanos se encuentra en su sentido de la justicia y la solidaridad, asi conociendo de la calidad pugilística de Stevenson, favorecían al mas débil en un enfrentamiento equis. A´ños ya de su retiro oficial en 1986 de los cuadriláteros, el único tricampeón mundial y olímpico de las categorías superiores, emerge como vicepresidente de la Federación Cubana de Boxeo. Su leyenda perdura en el mundo del pugilismo y algunos afirman que a sus 45 años de edad si regresa al arte de la fintas, todavía hay que contarlo entre los favoritos. Durante la década más reciente, Stevenson recibió numerosos reconocimientos en la arena internacional, independiente a su alejamiento de los cuadriláteros. Aún persiste en la mente de sus seguidores el agasajo del gobierno español y una ceremonia especial presidida por el rey Juan Carlos. Rumores llegados desde no se sabe dónde, dan cuenta de que un matrimonio alemán impresionado por la calidad de Teófilo seguía sus peleas en donde tuvieran lugar. La pareja germana de amplios recursos económicos, según se dice, dejó una herencia considerable para el gran campeón, aunque poco se ha corroborado al respecto. Con motivo de su cargo, aparte del reconocimiento internacional que le abre caminos como a ningún otro, el gigantesco ex-pugil ha recorrido en los últimos años el mundo en funciones de su cargo o por la simple invitación de un admirador. Fue el único latinoamericano y caribeño entre los 25 deportistas que el comité organizador de los juegos de Atlanta'96, con ocasión del centenario olímpico, escogió para homenajear en el festejo cuatrienal. Sus peleas más relevantes ocurridas en las décadas de los años 70 y 80, se han recogido en diversos vídeos que dan la vuelta al mundo por estimarse clases magistrales; como un gladiador debe desempeñarse en el entarimado de las 16 cuerdas. Otro acontecimiento de relieve con Teófilo Stevenson aconteció en La Habana, tras una rápida visita del ex campeón mundial de peso maximo en el boxeo profesional, el estadounidense Cassius Marcelus Clay, conocido como Muhammad Ali. Hace unas dos décadas existió la posibilidad de que ambos colosos efectuaran un combate, el cual, sin dudas, pasaría como un acontecimiento histórico. El encuentro nunca tuvo lugar, pero siempre quedaron en el aire especulaciones de quién hubiera resultado vencedor en la contienda. Clay-Ali decidió que lo mejor era evitar un choque con Stevenson. Nada tenía que ganar y si mucho que perder. Conocedor de la adormecedora pegada del cubano, quizás las cosas no marcharían bien, si el poderoso puño del antillano lo hubiera alcanzado durante una pelea dentro de la reglamentación amateur. Teófilo Stevenson visitó el hogar de Cassius-Muhammad en Estados Unidos y lo invitó para que conociera Cuba, aparte de que trajo consigo una donación importante de medicamentos una manera de contribuir al sistema de salud de la isla. Más reciente aún, se conoce de un reconocimiento indirecto que recibirá el ex-pugil al ser escogido entre los mil deportistas cubanos de mayor prestigio para figurar mediante fotografía, en un gran mural concebido por el artista francés Pierre Maraval. Stevenson alineará en esa obra junto a atletas como el recordman mundial de salto de altura, Javier Sotomayor, o su contemporáneo Alberto Juantorena, quien brilló con casi igual luz que el ex-boxeador en los años 70. Su puño, es un hecho, tiene carácter mundial: como una demoledora tromba deportiva o como mano amistosa.