Anita Tijoux

Desde la década de los noventa, la cantante chilena Anita Tijoux no venía a la Isla. Poco más de diez años después de enamorarse del rap cubano en el reparto de Alamar —como ella misma confiesa—, realizó una nueva estancia, ahora con motivo del Festival de Música Latinoamericana Patria Grande, convertida en una de las mayores exponentes del hip hop en la región.
«Cada vez que viajo acá tengo una lectura diferente —dijo a Cubarte poco antes de dejar La Habana—. Es un país que amerita estar un tiempo para profundizarlo y entenderlo; no solamente es otro planeta, sino otro planeta en otra época… como un doble viaje. Es de los pocos lugares del mundo en los que ser un artista es un estatus, es considerado un oficio, un orgullo nacional. Creo que es única la forma en que se invirtió acá en la cultura. Estoy superagradecida por el cariño de la gente. Este viaje ha sido una punta de lanza para generar lazos más profundos».
Sobre su experiencia en el escenario con el cantautor Silvio Rodríguez comentó que compartir «con una personalidad tan importante, que ha permanecido en el tiempo manteniendo su línea, amerita el doble de admiración. No es solo un icono cubano, sino latinoamericano, mundial. Toda mi generación ha crecido con él, ha sido parte de nuestra educación musical. Hablo en nombre mío y del equipo: estamos muy emocionados, es una persona extremadamente sencilla, sensible, y reafirma lo que son sus canciones».

Hace poco dijiste que en los noventa te pareció que el rap cubano iba cuatro pasos por encima de lo que se hacía en Chile y en otros países del área. ¿Qué opinión te llevas ahora?
Para ser lo más honesta posible, lo que decía era otra cosa: que me enamoré del hip hop cubano en Alamar. Creo que en América Latina no hay mejores o peores, o tres o cuatro pasos adelante… No creo en esa tónica. Creo que somos extremadamente distintos y nos admiramos las diferencias. En estos días no he tenido tanto la oportunidad de escuchar cosas nuevas, porque hemos tenido un calendario apretado. Por eso me interesa que volvamos para profundizar un poco más, tenerte una respuesta más real y no ser empalagosa con el movimiento de rap cubano.

Sabemos que no te interesa ser un referente, pero casi sin querer te has convertido en uno. De hecho, algunos de tus temas están incluidos en libros de enseñanza escolar. ¿Cómo manejas el hecho de que tus letras marquen la educación de nuevas generaciones?
Siempre me sorprende cómo la música logra colarse y amoldarse a otros espacios, cómo atraviesa murallas familiares, y quizás esto es una cadena alimenticia cultural perfecta. Creo que parte de lo que aprendí de Cuba fue con Pablo Milanés, con Silvio… y de la misma manera creo que todos nosotros vamos enhebrando sin darnos cuenta que nos vamos educando unos a otros a través de la música y de las artes.
Ver las canciones en los libros es un honor, jamás lo pensé. Por eso te digo: la música llega a lugares bastante inesperados y también se cuela con la educación. La música es una herramienta de educación popular, eso lo demuestra. No son solamente mis letras, son letras de mucha gente. Espero que estemos haciendo un pensar crítico y reflexivo entre todos nosotros.
Pero ser un referente me parece un poco pesado, puedes transformarte en un icono, en un logotipo de tu obra. Siempre hay que mirarse con un poco de retiro. También ser crítico con uno y con distancia, aunque cueste.

Tus letras hablan sobre la identidad latinoamericana. Recién decías que hay desapariciones importantes en la cultura de la región. ¿A cuáles te referías específicamente?
La globalización ha logrado hacer una suerte de cómic sobre cada cultura. Latinoamérica es un continente extremadamente diverso, complejo, desde los ámbitos cultural, geográfico, climático… no tiene nada que ver la idiosincrasia hondureña con la chilena, por ejemplo. El cono sur tiene otro sabor, otra sazón…
La globalización ha logrado hacer la postal del latino, que es bastante grotesca. Uno se cuestiona qué es ser latinoamericano, qué implica. Estamos en un continente que ha tenido muchas dictaduras paralelas, que no han implicado solo la desaparición de gente, la tortura o la represión, sino también desapariciones culturales.
Quizá estamos en una tarea permanente, como pueblo o como sociedad, de recuperar la memoria histórica y familiar. Y esa recuperación es bastante infinita.
Hace poco hablaba con un amigo sobre un instrumento como el charango, que si bien no lo toco, me emociono cuando lo escucho, y quizá eso te enlaza a otro lugar histórico, familiar. Tal vez estas generaciones más jóvenes deban hacer una relectura de las raíces, de lo que es ser latinoamericano, con una visión quizás más moderna —que no creo en eso—, pero más actual.

¿Es lo que te inspira?
También. Me llama la atención la recuperación de esa historia, como un eslabón que se perdió.

Te preocupa mucho la renovación de la matriz del hip hop. ¿Cómo lo haces tú?
Creo que no hay una fórmula. Es un proceso extremadamente personal. Y no solamente el hip hop. La cultura en sí tiene que renovarse permanentemente, de ahí que sea un movimiento. Insisto: cada persona es una galaxia diferente, cada artista tendrá su receta para estar en esta constante renovación o búsqueda.