Aritmo de «Roba la gallina», comienzan las fiestas de Carnaval en República Dominicana. Con este divertido baile popular y su pintoresco personaje -una mujer de busto enorme y trasero prominente que se desplaza por doquier- se desata una alegría contagiosa a lo largo del país. El malecón de Santo Domingo se convierte entonces en un gran escenario donde las máscaras y las comparsas de los diferentes rincones de la nación son los verdaderos protagonistas. El colorido de los disfraces y la creatividad de la gente dominicana convierten las calles en esplendorosas fiestas, en las que el ritmo del merengue a toda hora pone a bailar sin descanso a viejos y jóvenes. Las güiras y las tamboras no dejan de sonar y la sonrisa se vuelve perenne en los rostros trigueños y mulatos que sudan agitados; mientras convidan a los visitantes a sumarse a la parranda. Es durante el Carnaval cuando más brilla el alma gentil y alegre de la gente de esta tierra, que cautiva a todos con su energía y amabilidad. Por su trascendencia, respeto a las tradiciones y poder de convocatoria, definitivamente este Carnaval ha dejado de ser dominicano para convertirse en un patrimonio del Caribe, en el que se recrea la herencia cultural que da vida a las diversas comparsas. Cada provincia es en sí misma un manantial de ingeniosos conceptos que busca retomar en sus diseños artísticos las raíces taínas, africanas y españolas que dan cuerpo a la nacionalidad dominicana. El origen de estas fiestas populares se sitúa en la época de la colonia, cuando en vísperas de la Cuaresma cristiana los habitantes de Santo Domingo se disfrazaban con máscaras y trajes que remedaban las celebraciones europeas. El Carnaval en la República Dominicana creció en las gestas patrióticas del 27 de febrero de 1844, Día de la Independencia Nacional, y durante las festividades los Diablos Cojuelos, ataviados con sus espejos, cencerros, látigos y cascabeles, recorren las calles de la ciudad creando una euforia multitudinaria, en la que incluso es permitido azotar a los transeúntes para hacerlos bailar. A cada paso uno puede encontrarse en estos espectáculos a personajes tan populares y representativos como «Se me muere Rebeca»,«Califé», «Los indios», «Los Alí Baba», «Los Platanuses»,«El papelón», «Los Pintaos» y «Los Guloyas»; pero quizás ninguno tan carismático y llamativo como el propio pueblo dominicanazo, en el que vibra el verdadero color de Quisqueya.