- Brindis por el gran día
MUCHAS Y VARIADAS SON LAS COSTUMBRES Y TRADICIONES QUE SE PRACTICAN EN EL MUNDO DURANTE LAS NUPCIAS. LA GASTRONOMÍA, COMO GRAN EMBAJADORA DE LA HUMANIDAD, TIENE POR LO GENERAL UN NOTABLE PROTAGONISMO EN ESAS CELEBRACIONES
El acto de contraer matrimonio trae siempre consigo el componente de celebración, ya sea por los procedimientos civiles o con su correspondiente ceremonia religiosa. Aunque a nivel mundial resultan significativos los indicadores estadísticos de divorcios, la tendencia al desinterés por la formalización del matrimonio –sobre todo en la actual generación identificada como millennials– y la proclividad a la soledad en los adultos mayores; los pactos de amor entre dos, devenidos compromisos para cuerpos y espiritualidades, no han roto sus ancestrales vínculos con lo festivo. Las bodas continúan (continuarán) representando elemento primordial para los estudios antropológicos y etnoculturales de cualquier grupo humano, toda vez que tales ocasiones suelen presentarse como manifiesto despliegue de tradiciones y costumbres. Muchas y variadas son las similitudes y singularidades que de este acto se observan en diferentes latitudes del orbe.
¿Qué se come y bebe en las bodas?
La gastronomía, como gran embajadora de la humanidad, tiene por lo general un notable protagonismo en los festejos nupciales. Ocasión imposible de desperdiciar para que comidas y bebidas típicas del país, región o localidad sean tan importantes como los desposados, al punto de que diversos ritos de casamiento preceptúan sus propias cosas para ingerir. Por ejemplo, en Inglaterra se encuentra muy arraigado servir a los invitados pasteles de frutas, y hasta en la realeza británica se practica esta costumbre. En Irlanda se consumen similares pasteles pero bañados en whisky, mientras que los novios usualmente guardan una porción para el nacimiento del primer hijo. En los casamientos hindúes, el padre de la novia ofrece al novio un poco de yogur y miel, en tanto en las bodas de China se disfruta el pato pekinés, cuya carne de color rojo simboliza la felicidad, a la vez que se resalta una peculiaridad de dicha ave, la cual solo tiene una pareja para toda su vida.
Por su parte, en Brasil, al finalizar las bodas, los novios obsequian a los invitados dulces para llevarlos a casa, por lo que son llamados bem casado y se les atribuye la virtud de atraer la buena suerte a la nueva pareja.
Muy generalizado en el mundo se encuentra el pastel de bodas. Data de la época Medieval, en que se elaboraban de pequeño tamaño. En el siglo XVII, ya se convierte en plato ritual, elaborado a base de carne picada, generalmente de cordero, y migas de pan dulce. Pero es a partir del siglo XIX que se populariza, sobre todo por sus magnitudes cada vez mayores, al igual que las complejidades de sus formas y ornamentos. Coincide con la época, por cierto, del notable gastrónomo y cocinero francés Marie-Antoine Carême (1784-1833), quien además de hacer aportes aún vigentes a las artes culinarias, estudió con empeño los estilos arquitectónicos clásicos que aplicó en la depurada repostería de su tiempo. No en balde nuestro Alejo Carpentier comparó el estilo barroco de cierta edificación habanera con un pastel de bodas…
Sobre estos dulces y artísticos manjares, muchas veces marcados por una sorprendente creatividad y elevada condición estética, han derivado varias ritualidades: el primer corte debe ser hecho por los novios, juntando sus manos sobre el sable, cuchillo o paleta destinada a este fin; ambos deben dárselo a probar uno al otro en señal de mutuo compromiso, después repartirlo a los invitados y enviar una porción para los que no pudieron asistir a la ceremonia.
También existió el mito de que si las damas de honor de la boda colocaban un pedazo de pastel debajo de su almohada, soñarían con el futuro esposo. En la mayor parte de las naciones occidentales se encuentran como bebidas más habituales los ponches para consumir a voluntad de los asistentes, en tanto los vinos espumosos y sidras se reservan para el brindis por la felicidad, ocasión en que es éticamente permitido –o poco menos que obligatorio– provocar estruendos al descorchar las botellas.
Atributos del casamiento
Aun cuando la unión espiritual y carnal exista entre los novios antes de consumarse el matrimonio oficial, continúa usándose mayoritariamente el color blanco para el traje de la novia, simbolizando pureza. Similares pretensiones llegan al color de las tartas o pasteles. No resulta ocioso acotar que en épocas antiguas, la blancura en las cubiertas con merengue u otros aditivos dulces fue sinónimo de solvencia económica, ya que el azúcar refino resultaba bastante más caro de adquirir.
Nada exenta de ritualidades, mitos y hasta supersticiones está la vestimenta de la novia, como aquello de que no debe ser vista por el novio antes de llegar al sitio del casamiento. Indistintamente, son usados los velos para cubrir el pelo o flores insertadas como parte del peinado femenino, al igual que mantillas, al estilo «de antes». El ramo de flores que ella porta en las manos mantiene su connotación tradicional de ser lanzado de espaldas y la dama que lo agarre, se supone sea la próxima en desposarse. En las ceremonias católicas continúa la costumbre de que el novio deslice, con sus manos encima de las manos de la novia, trece monedas que simbolizan a Jesús y los doce Apóstoles, las cuales son donadas a la iglesia para obras de caridad.
Con algo más de ligereza, también se ha retomado la costumbre de que el novio, con sus dientes, le quite a la novia la liga que le sostiene sus finas medias, escudriñando simpáticamente y ante el público, por debajo de sus faldas. Una práctica que hace un guiño a la duradera sensualidad en la pareja. El novio, por su parte, también tiene su protagonismo. Muy curiosa resulta la costumbre en las bodas judías, en la cual este rompe con el pie una copa de cristal parada sobre el piso, como oportuna advertencia de la vulnerabilidad que puede tener la felicidad de la pareja.
¿Y en Cuba?
En Cuba las celebraciones pueden ser lo mismo un sencillo acuerdo de convivencia entre quienes poco tienen y juntos compartirán mucho, que un gran «tirar la casa por la ventana» en fiesta y fotos. Pero lo más importante siempre será convocar a gritos la familiaridad, lo licencioso y al amor. Se dan cita, entonces, los mayores para empinar el codo con frecuencia, bailar al compás de la música que más gusta y evocar momentos.
En las fiestas no es raro escuchar alguna marcha nupcial, ya sea de Wagner, Mendelssohn o Haendel, seguidas de temas de la Década Prodigiosa, ruedas de casino, boleros y reguetones. Según permitan las economías personales, la gastronomía estará representada por la mayor cantidad posible de cervezas, refrescos y destilados de aparición inusitada, para acompañar la criolla «cajita», cargada del socorrido buffet parisién (suerte de confabulación entre alimentos casi nunca calientes, ni técnicamente fríos, tanto salados como dulces, cuyo amalgamado gusto forma parte de la sensorialidad afectiva de los cubanos); por lo general, aportado por familiares y amigos. Tampoco se pueden olvidar a quienes optan por un banquete con derroche de cubanía. También los cubanos son dados a guardar «cositas» con motivaciones afectivas, como en la región oriental, donde se atesora parte del aliñáo1 para posteriores acontecimientos en la vida de las féminas. ¿Bailar? ¡Infaltable! ¿Un juego de dominó? Pues que no se dude. ¿Niños correteando, gritando y ensuciando sus mejores ropitas? Y a qué van a las bodas, si no. Para todos: ¡Feliz unión existencial!
1 Bebida elaborada por maceración en aguardientes y licores de frutas diversas, frescas, secas o previamente cocinadas en almíbar, tales como grosellas, carambolas o ciruelas chinas, ciruelas y uvas pasas, así como trocitos de piña, fruta bomba y algún que otro fruto foráneo. Representa una salutación gastronómica a la vida, ya que comienza su preparación en los hogares al confirmarse el embarazo de una futura madre. Se almacena durante todo el período de gestación –preferiblemente soterrado o en lugar oscuro– y se brinda a quienes visitan al recién nacido. Suele prologarse su simbolismo afectivo cuando una parte se separa para continuar añejándolo hasta las fiestas quinceañeras de las hembras y posteriormente para las bodas.