EXCELENCIAS CONCLUYE EL EXTENSO VIAJE REALIZADO EN LOS ÚLTIMOS MESES POR EL CIRCUITO NORTE, UN VIAL DE MÁS DE MIL KILÓMETROS QUE RECORRE CONTINUAMENTE LA FRANJA SEPTENTRIONAL DE LA ISLA DE CUBA, DEL CABO DE SAN ANTONIO A LA PUNTA DE MAISÍ

Para suerte de quienes queremos conocer la cultura cubana en su más amplia acepción y disfrutar de sus diversos paisajes, la franja septentrional de la Isla está serpenteada por una vía única, con distintos nombres, que permite recorrerla desde su extremo occidental –el Cabo de San Antonio– hasta su filo oriental –la Punta de Maisí. O viceversa.
Es el Circuito Norte. No siempre resulta amplio y expedito ni dispone en gran parte del trayecto de las mejores condiciones técnicas, conducir por esta vía de más de mil kilómetros exige máximo cuidado, pero puede transitarse a velocidad moderada, muy conveniente para contemplar lugares únicos y adentrarnos desde ella hacia el sur, al encuentro de auténticos pueblos y de la idiosincrasia criolla a plenitud.
En el «lomo del Caimán» encontraremos contundentes ejemplos de una certeza que se repite por doquier: Cuba es un gran museo a cielo abierto. Además de abundar vestigios de las culturas originarias, la costa norte, tras la llegada de los europeos, ha dado asiento a buena parte de las ciudades y pueblos más prósperos del Archipiélago.
También acoge a la mayoría de los habitantes del país y a florecientes zonas agrícolas, industriales, mineras y de los servicios, incluido el turismo. Casi todos los mejores hoteles y balnearios locales están en la costa atlántica, una razón más para que los visitantes foráneos se aventuren por esta carretera «infinita» sin mucho desasosiego.
Excelencias concluye la extensa gira que inició hace meses por el Circuito Norte y por carreteras y pueblos aledaños, desde el Poniente al Levante. Con esta, la sexta etapa, finalizamos una expedición que usted puede organizar por cuenta propia si decide «deambular» durante varios días por la Isla Grande.
Puede consumar todo el trayecto en varias temporadas o en visitas al país a lo largo de los años. Eso sí, como hemos dicho, es una peregrinación a cumplir por lo menos una vez en la vida.
PRELIMINARES DE LA RUTA
La última etapa de la travesía comienza donde la dejamos anteriormente, la ciudad de Gibara, la Villa Blanca de los Cangrejos, en la provincia de Holguín. Concluirá tres días después en el Faro de Maisí, donde iremos a saludar a Eufrasia Manzanet y a su esposo, Hidalgo Matos, el farero que desde hace más de 30 años vigila que no se apague la luz del naciente de Cuba.
De un punto a otro, rodaremos unos 400 km por los sitios más hermosos de Cuba. A un lado, el mar; al otro, llanos o enormes montañas. El extremo más oriental del circuito (Moa-Baracoa-Maisí) permanece casi virgen. Pocas personas «ajenas» frecuentan este camino, muy azaroso aún.
Tras el paso destructor del huracán Matthews en octubre de 2016 por la región, la carretera, sin embargo, está siendo sometida a una reconstrucción capital que al cabo de pocos años hará de este uno de los escenarios más demandados por cadenas hoteleras, operadores turísticos y vacacionistas.
El primer día de la expedición viajaremos desde Gibara a la playa de Guardalavaca, con breve estancia en la ciudad de Holguín. La segunda jornada avanzaremos hasta Sagua de Tánamo, con interregno en Ramón de Antilla. Llegaremos a Baracoa en la tercera fecha, con escala en el Parque Nacional Alejandro de Humboldt. Y el cuarto día será para Maisí, con regreso en la tarde a Baracoa, donde iniciaremos el retorno a casa.
1er. DÍA
COMIENZA LA AVENTURA
Declarada como destino de viajes de circuito durante la Feria Internacional de Turismo de hace dos años (FITCuba 2016), cada día que amanece Gibara luce más atractiva. En la edición anterior, Excelencias describía algunas de las razones que llevaron a los expertos del sector y a los turistas a «exigir» que se le dedicara mayor atención a esta urbe.
Y agregamos otras. El tramo de mar y tierra que va de Gibara a Baracoa es mágico. Uno de los relicarios de la Cuba moderna. «Por aquí comenzó todo», se afirma con absoluta convicción. A unos pocos kilómetros de Gibara, por el 27 o 28 de octubre de 1492, el Gran Almirante desembocó con sus carabelas a la bahía de Bariay. Era el «descubrimiento» de la joya del Caribe.
Colón contempló con deleite la llamada Silla de Gibara, el accidente orográfico que comparó en su diario de navegación con la Peña de los Enamorados de Sevilla, ciudad bella que había dejado meses atrás y que durante los días aciagos del viaje hasta Guanahani (isla de la hoy Bahamas), a veces debió pensar que nunca volvería a ver.
«Ríos de Mares», así nombró los predios por donde hoy está Gibara, en cuyas cercanías navegó durante unas 12 jornadas, intercambiando con los nativos.
También, algo lejos de aquí, en la bahía de Nipe, el 8 de septiembre de 1612, en medio de una aciaga tormenta, tres pescadores que respondían al nombre de Juan –uno blanco, uno negro y otro indio– encontraron una imagen de la Virgen María. Flotaba sobre las aguas en una tabla donde se leía «Yo soy la Virgen de la Caridad». Había aparecido la Patrona de Cuba.
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De Gibara a la ciudad de Holguín el camino corre por llanos y lomas bajas; algún que otro pequeño pueblo rural, como Floro Pérez y Aguas Claras, además de caseríos campesinos. Todos parecen detenidos en el tiempo, como postalitas del siglo XIX.
La ciudad de Holguín remonta sus orígenes a 1515, cuando Bartolomé de Fastidia, avecindado en Bayamo, traspasó el hato conocido como del Norte de Bayamo al extremeño Diego de Holguín el Viejo, también nombrado García de Holguín, en la condición de encomienda o naboría de indios.
La fundación de la villa se realizó oficialmente el 4 de abril de 1720, con la primera misa de una iglesia levantada en cayo Llano, donde confluían los ríos Jigüe y Marañón, así como elevaciones de poca altura como el cerro de Bayado, rebautizado en 1970 como Loma de la Cruz. Por real cédula, en 1751 se le otorgó al asentamiento el título de urbe.
Holguín es una de las más importantes provincias de la Isla: la cuarta en población, después de La Habana, Santiago de Cuba y Camagüey. También se halla entre las más desarrolladas y de más alta producción mercantil. Constituye el cuarto destino turístico del país, con una formidable planta hotelera en el norte, fundamentalmente en el polo de Guardalavaca, a donde ahora nos dirigimos y donde hoy pasaremos la noche.
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De la capital provincial a Guardalavaca hay que pasar primero por el poblado de Sao Arriba y la cabecera municipal de Rafael Freyre, entre otros asentamientos menores. A lo largo del vial norte de Holguín y Guantánamo, observaremos exponentes de arquitectura vernácula, colonial, ecléctica y del período revolucionario, aunque sin alcanzar los paradigmáticos patrones de La Habana, Camagüey, Santiago de Cuba, Trinidad y otras plazas patrimoniales.
Las construcciones rurales son esta vez las que abundan. La expedición final es esencialmente campestre. Parte de la arquitectura criolla tiene en sus bases el hacer de las comunidades aborígenes, como la de los «indios» taínos, quienes vivían en chozas de planta rectangular («bohíos») y circulares («caneyes», estos reservados para el cacique). Ambos disponían de paredes de yagua y arbustos, y techos de hojas de palma (guano), mientras que en las zonas pantanosas se hacían «barbacoas», la misma práctica pero sobre pilotes.
El conjunto de chozas formaban a su vez los «bateyes». Todas estas palabras amerindias se mantienen hoy, y no solo como vocablos, sino también como acto edificatorio, aunque lejos de la primitiva formulación «urbana» indígena.
El bohío continúa siendo la construcción autóctona del campesino, aunque transformada, primero en la etapa colonial, después en la republicana, y luego en la revolucionaria, un proceso en el que las nuevas técnicas y el bienestar, sobre todo después de 1959, los han hecho más confortables y duraderos.
SOL, PLAYA Y MONTE
Guardalavaca, con una franja de arena de unos 40 m de ancho y más de 1 300 m de largo, representa una de las zonas turísticas más relevantes de Holguín, provincia considerada como el tercer destino de sol y playa de Cuba, después de Varadero y los Jardines del Rey.
Disfrutamos de ella en la tarde-noche del primer día del trayecto. Además de esta, la más emblemática del territorio, están las playas Pesquero y Esmeralda, entre otras, y el naciente polo turístico Ramón de Antilla, al que visitaremos: es un lugar virgen donde en los próximos años se prevén construir más de 19 000 habitaciones hoteleras.
2do. DÍA
MÁS A LO SILVESTRE
La primera escala de la segunda jornada, sin embargo, es el Cerro de Yaguajay, una especie de balcón natural desde donde se avista a plenitud la naturaleza circundante y un Atlántico que se pierde en el horizonte. El «plato fuerte» del lugar es el museo arqueológico Chorro de Maíta, el testimonio caribeño más importante de la época precolombina. También se reproducen una aldea taína y una comandancia guerrillera.
Entre Yaguajay y Ramón de Antilla atravesamos asentamientos rurales y urbanos como Retrete, Banes, Macabí y Antilla, ubicados en la extensa planicie del Valle de Nipe, llanura abrasivo-denudativa típica donde fluyen corrientes de agua superficial y subterránea que desembocan en la bahía de Nipe.
La ensenada es una de las mayores bahías de bolsa del mundo y la más grande de Cuba. Con un largo de 25,9 km, un ancho de 16,8 km y una superficie de 220 km2, tiene una profundidad medida de entre 9 m y 25 m.
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El destino final del segundo día de la gira es Sagua de Tánamo. Antes nos detendremos en la ciudadela de Mayarí, para de allí partir hacia Cayo Saetía, un parque natural donde la flora y la fauna endémica han encontrado un refugio sin par, y especies ajenas como los venados de cola blanca, cebras y antílopes se reproducen a tutiplén.
Con 42 km2 de extensión, Saetía es el mayor coto de caza del país. La actividad está a su vez muy regulada a fin de proveer la mayor armonía entre el solaz humano y la vida silvestre.
La estancia en el cayo incluye recorridos en vehículos especializados que permiten observar exóticos jabalíes, búfalos, toros salvajes, avestruces y pavos reales, y fauna autóctona como los tocororos y las jutías, entre una gran variedad de aves y animales terrestres propios de Cuba.
Al retomar el camino hacia el este, nos aguardan importantes centros urbanos e industriales, como Levisa y Nicaro –cuna del níquel cubano, la actividad minera más importante del país– y a continuación aparecen Barrederas, Cayo Mambí y el Rancho. Y llegamos a Sagua de Tánamo, donde dormiremos.
3er. DÍA
CIUDAD PRIMADA
Tercera jornada de la gira. Nos dirigimos a Baracoa, Ciudad Primada. No obstante, la primera visita obligada es Moa, emporio cubano de la minería y la industria niquelífera.
Según se cuenta en libros y enciclopedias, como la digital Ecured, los primeros pobladores de la zona se asentaron a finales del siglo XIX y principios del XX. Las viviendas de entonces eran similares a la de los indocubanos. En la actualidad la arquitectura predominante es la del período revolucionario para los barrios obreros, inspirada en la corriente internacional y la apropiación de esta en los países exsocialistas, aunque aquí está muy poco lograda.
No es una ciudad bonita. Con su carretera de 62 km hasta Baracoa, es el pórtico, sin embargo, hacia uno de los paisajes montañosos más deslumbrantes del Archipiélago, celosamente cuidados por los técnicos y especialistas del Parque Nacional Alejandro de Humboldt, Patrimonio Natural de la Humanidad y Reserva de la Biosfera. «Catedral» de la diversidad biológica de Cuba y el Caribe, así se le define.
Distribuido entre Holguín y Guantánamo, tiene una superficie de 70 680 ha (2 250 de ellas en el área marina). De las 28 formaciones vegetales definidas para Cuba encontramos allí 16. La diversidad florística suma unas 1 500 especies y se estiman en más de 1 200 las de animales. Constituye el más grande remanente de los ecosistemas montañosos conservados del país.
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Llegamos a Baracoa. Hace cinco siglos surgió a la historia, pero ya existía, decía Eusebio Leal Spengler, historiador de La Habana, en uno de sus artículos sobre la Ciudad Primada: «era tierra de indios, y tierra de desembarco –en primer término, por la costa oriental– de los pueblos que procedentes de los altos Andes, como se ha demostrado, descendieron todos esos escalones de montañas hasta llegar a la costa de la actual Venezuela, y luego saltando por el collar de islas, se aproximaron por las que fueron llamadas Antillas Menores y Mayores, conforme con la definición que el sabio toscano Paolo del Pozo había dado al propio Cristóbal Colón, según el concepto antiguo de que, más allá de las columnas del mundo conocido, existía una “Antilia” maravillosa, una Antilla que dio el nombre a las nuestras».
4TO. DÍA
DONDE NACE CUBA
En la cuarta fecha arribamos a nuestro destino final, el Faro de Maisí. La carretera hasta allá transcurre por pequeñas bahías, ruidosos ríos, abruptos desfiladeros y humildes o pintorescos caseríos donde los lugareños todavía usan botes llamados cayucos para navegar por los cauces.
Al traspasar el cañón del río Yumurí, atracción turística para lugareños y visitantes, los vehículos ya no tienen que «escalar» la laberíntica y en extremo peligrosa loma de la Boruga, con sus elevadas pendientes y curvas muy cerradas.
Un nuevo viaducto de 4,5 km desde allí hasta el asentamiento de Jobo Claro facilita encontrar la comunidad La Máquina, cabecera municipal de Maisí, y luego al pueblo homónimo, para seguir rumbo al Faro. El inicio de Cuba.
En el archipiélago hay 457 faros sobre la costa. Bautizado inicialmente como La Concha, el de Punta de Maisí tiene 121,9 pies de altura, una potencia de 3 790 bujías y un alcance de 27 millas. Su luz es blanca y posee ocultaciones en grupo de tres, alternada con una ocultación simple cada 20 segundos.
El dispositivo para guiar los navíos por el Paso de los Vientos es atendido por el matrimonio de Hidalgo Matos y Eufrasia Manzanet, casados desde hace más de 25 años. Sus cuatro hijas y seis nietos viven fuera de Maisí.
Para Hidalgo y Eufrasia el faro es el quinto hijo, «el varón». Y este nunca se va a ir de allí.
VISTA HACE FE
Pocas veces superpuestos, sino a continuación, en muchos lugares de Cuba usted puede encontrar uno tras otro testimonios tangibles de más de 500 años de civilización. Europea y africana, asiática y morisca, y también aborigen.
La historia de la Mayor de las Antillas es por «agregación», nunca por adición –una capa encima de la otra. No ha sido por veneración de lo pasado; más bien, por necesidad imperiosa de él. Mientras hizo falta, lo que había se mantuvo; cuando dejó de ser útil, se abandonó. Hasta hace muy poco, la pequeña Isla parecía ancha y cercana. Que había espacio para más.
Su prolijo patrimonio arquitectónico, industrial, agrícola, comercial y social en ocasiones parece intocado, aunque muchas veces está en ruinas debido al paso del tiempo, el rigor de los elementos y unas políticas desarrollistas que como en el resto del Tercer Mundo miraron más a las grandes ciudades que a lo local; a los barrios nuevos que a los centros históricos, los que apenas han sido transformados a través de los años.
También pesó la conveniencia. Hasta hace poco, su plantel industrial y agropecuario (casi nada renovado) le permitía ser  uno de los países con más alto Producto Interno Bruto (PIB) per cápita en América Latina y el Caribe, según la escala de la economía y el número de habitantes, además de tener uno de los mejores índices en Paridad del Poder Adquisitivo (PPA) entre las medianas y pequeñas economías del subcontinente.
Ha influido mucho, asimismo, la bizarría de la Revolución cubana desde el triunfo de Fidel Castro en el año 1959, lo que la ha obligado a adoptar estrategias de supervivencia y desarrollo sui géneris, incluida mantener funcionando, a veces de forma maltrecha, sus añejas infraestructuras y tecnologías.
Para bien o para mal, desde hace casi 60 años el bloqueo de Estados Unidos ha excluido a la Isla de la órbita económica, comercial y financiera de los centros de poder que dictan las tendencias del progreso. Pese a ello, se ha esforzado por avanzar a cuenta y riesgo, y con el ingenio de sus hombres y mujeres.
Acaba nuestra legendaria peregrinación. De Maisí retornamos a Baracoa. Es noche de fiesta. ¡Para dormir, está el avión!