Pasados cinco siglos de la llegada de los primeros italianos a estas tierras, en las naves de Colón, las pastas compiten hoy con la Arepa, la Caraota (Frijol Negro) y el Arroz.

Según la asociación local de fabricantes de pastas, Venezuela es el segundo consumidor mundial del producto (12,7 kilogramos percápita anuales), después de los italianos que ostentan históricamente el récord de 25 kilogramos por persona. Esta costumbre rivaliza con el hábito autóctono de ingerir maíz, con cuyo grano los venezolanos hacen “arepa”, torta asada o frita, que se come humeante, rellena con algún otro ingrediente. También elaboran la “cachapa”, una torta más delgada y dulzona, de maíz tierno molido, asada sobre el “budare”, placa de metal muy caliente, y otras delicias como la “hallaquita” (especie de tamal) y la “hallaca”, pastel relleno con muchas cosas, que es la reina de la cocina criolla. El hábito de consumir trigo y sus derivados, fue traído por el conquistador, quien contribuyó a crear el sincretismo gastronómico. Pero la historia no es tan simple, para sorpresa de quienes pensaron desde la escuela primaria que la marinería de “la Pinta”, “la Niña” y “la Santa María” era española, la relación incluye numerosos nombres italianos y casi se podría decir que el denominado descubrimiento fue una proeza italo-española. Pero en Venezuela se ignora quien preparó el primer plato de pasta, tampoco se sabe cuando arribó a Italia, aunque en uno de sus cuentos del “Decameron”, Boccaccio hace alusión (siglo xiv) a una comida a base del delicioso plato y a una “montaña de queso parmigiano” (parmesano). Se sabe que las pastas son de origen chino, pero aquellas eran de arroz, es probable que Marco Polo difundiera la idea de hacerlas en la península itálica. Es difícil precisar si el consumo de pastas lo introdujeron aquí primero los italianos o los españoles, lo importante es que, por definición, se vincula a los hijos de la patria de Garibaldi. Se sabe que se integró a la dieta venezolana tal vez desde el siglo pasado. Ya en los años 20 del siglo actual se consumían con bastante regularidad por su buen sabor, pero ante todo por ser un artículo barato. En la década de los 50 se produjo una gran oleada de inmigrantes italianos en Venezuela, hombres y mujeres que llegaron a esta tierra en busca de un mejor destino, empujados por la devastación que sufrió su país durante la segunda guerra mundial y por la aguda crisis económica que era común a todo el viejo continente. Así comenzaron a proliferar las “pizzerías” y el venezolano asimiló esa delicia a su dieta, así como una sabrosa variedad de platos hechos con pastas y acompañados de sus respectivas salsas. Paralelamente, floreció la industria de los pastificios con lo mejor de la tecnología italiana, que hoy tiene un importante excedente exportable con un mercado en diversos países de América.