Las preparaciones con productos marinos son tan frecuentes en esta región del mundo que para muchos es imposible venir de vacaciones por aquí y no degustar una langosta grillada directamente al borde del mar o un filete de algún pescado fresco de plataforma.

Algo de lo que más distingue a la cocina caribeña es su movilidad y colorido, lo que es especialmente notable cuando son elaboraciones basadas en sus abundantes recursos marinos. Es por eso impensable de este lado del mundo un panorama mesonero pobre en este tipo de menú y tan normal que en cada isla se desplacen o renueven los sabores, dependiendo de los ingredientes que más abunden o de su cultura en particular. Los escabeches acompañados con rodajas de papas o maíz asado que contrapone al pescado un cierto remanente dulce, son de los platos que más gustan; y asimismo, las masas enchiladas con ajo y salsa de tomate, para las que son ideales especies de carne más resistente y fibrosa, como la de los túnidos o el tan gustado y recurrente camarón. Esta es una gastronomía sustentada en cientos de años de tradición y que desde luego enriquecieron los europeos y con el tiempo, además, otras muchas corrientes migratorias, la apertura del comercio internacional y la velocidad para trasegar de un lado a otro verduras o ingredientes frescos, por lo que ahora mismo es una cocina mestiza, abierta e incluso experimental o como llaman algunos, de fusión ¿apetece una cuña de pizza con manjúas curtidas en naranja agria y fritas en aceite de oliva? A la lista de clásicos de siempre, en efecto, se ha sumado una enorme cantidad de platillos, en magnitud y variedad tan apabullantes, que han dejado saber que por acá ya no morirá jamás el concepto de nouvelle cuisine implantado en su tiempo por los franceses y que sirvió para englobar la desde entonces desbordante creatividad culinaria del mundo –el papel de los pescados, los moluscos, los crustáceos y los mariscos en este espléndido panorama, es obviamente muy protagónico. En el Caribe esto está ocurriendo de manera natural y es un fenómeno constante. Si bien es verdad que el visitante puede distribuir sus aficiones por tipos de cocina en cualquiera de los grandes destinos turísticos de la región y que en casi ningún lugar encontrará un restaurante de comida caribeña explícitamente identificado como tal, jamás dude en presentarse en cualquiera que tenga lo marinero, como especialidad. ¿Recomendaciones? Ade­más de los clásicos de siempre, que son una garantía pro­bada a lo largo del tiempo, cual­quier elaboración con pes­cado de plataforma, cualquier combinación, como por ejemplo, un filete de lomo de dorado a la plancha relleno de camarones e hilachas de lan­gosta, con salsa de axiote y tomillo sobre un lecho de rodajas de fruta de pan; ro­lli­tos de pescado con cilantro, dados de aguja con salsa blanca o tomates rellenos con masas de cangrejo, unas gotitas de salsa picante y limón… A lo largo de siglos el Caribe le ha dado la bienvenida a las más diversas culturas y ese contacto, ese entrecruzamiento de influencias, sabores y pertinencias en una región privilegiada por la abundancia de frutas, verduras, especies frescas, carnes y productos del mar, constituye la base de su cocina imaginativa, variada y vital.