"Sosúa tiene playas pequeñas y menos concurridas, y en sus calles estrechas se encuentran mercadillos de hierbas mágicas y artesanías."

El avión planea hacia el aeropuerto internacional Gregorio Luperón y se vislumbra nítida la línea costera atlántica, una ciudad que asciende desde el mar hasta el pie del monte Isabel de Torres, los complejos hoteleros en las playas y el verde circundante que anuncia la libertad de los auténticos safaris. Estamos sobre la costa del ámbar, en el norte de República Dominicana, sobre la bahía desde la que en 1493 Cristóbal Colón divisó la mole de Isabel de Torres con nubes que la hacían parecer «blanca o plateada». Fue el origen del nombre de Puerto Plata, donde en aquel lejano año se erigió la primera villa del Nuevo Mundo, La Isabela. Desde la salida del aeropuerto dan la bienvenida el vivo ritmo del merengue, los vestuarios multicolores y ligeros por el cálido clima que predomina casi todo el año. A sólo unos minutos espera la comodidad de los hoteles con acceso a la playa. Y muy cerca, también, el ajetreo citadino de los mercados populares y los puestos de artesanía local, zonas de bosque tropical húmedo para excursionar, facilidades para deportes extremos y golf, incitantes saltos de agua, el mayor delfinario del Caribe, una vibrante vida nocturna y el perenne ambiente de fiesta. El tiempo transcurre con celeridad en Puerto Plata. San Felipe, el comienzo San Felipe de Puerto Plata es la capital de esta provincia y la más importante ciudad del litoral norte dominicano, con unos 200 mil habitantes y una historia que archivó ataques de piratas, contrabandos y sucesivas destrucciones, incendios y renacimientos. De los tiempos primigenios quedan las ruinas del fuerte-museo de San Felipe (siglo XVI), el más antiguo de las Américas, al extremo del malecón de varios kilómetros que recorre el litoral urbano y ofrece al visitante la sombra de almendros, uvales y cocoteros, cafés al aire libre, restaurantes, tiendas, conciertos de merengue y movidos sitios nocturnos. Cosmopolita por la convergencia de españoles, africanos, ingleses, franceses y holandeses, en Puerto Plata se mezclaron el estilo colonial español y el victoriano con sus casas de madera entallada, colores pastel y plantas de buganvillas a lo largo de las estrechas calles del casco histórico, sobre todo en el Parque de la Independencia. Es, además, el principal centro artesanal del país. Importante puerto de cruceros, bohemia y trasnochadora en cabarets, bares y casinos, sus once kilómetros de playa incluyen Long Beach –la más urbana–, y Playa Dorada, también con arrecifes y vegetación opulenta, complejos turísticos y modernas áreas deportivas, que recibió la certificación «Bandera Azul», reconocimiento internacional más importante a la calidad ambiental. Entre sus atracciones están la fábrica de Brugal, el ardiente ron dominicano, y el victoriano Museo de Ámbar –resina fosilizada de la que hay grandes depósitos en las cercanías–, que incluye colecciones de fósiles antiguos y una tienda de joyería fina a base de esta piedra semipreciosa. Las joyas del litoral Playa Dorada es un complejo de trece hoteles, cuarenta restaurantes, casinos, cines, centros comerciales, campos deportivos, facilidades para deportes acuáticos y discotecas y un campo de golf de 18 hoyos, entre los mejores ubicados y de mayor capacidad de América Latina, diseñado por el afamado arquitecto Robert Trent Jones. Costámbar, también cercano a la ciudad, es sitio de hoteles de lujo y residencias estilo bungalow, con un moderno country club de 45 acres y un campo de golf profesional par 32 de 9 hoyos. Justo al lado de la playa, protegida por almendros e ideal para el buceo y el surf, están las ruinas de La Isabela y la iglesia donde se celebró la primera misa en el continente americano. Siguiendo la costa encontraremos una ensenada, Cofresí, paraje de playas y bosques con nombre de pirata donde los huéspedes conocen Ocean World, parque acuático entre arrecifes en el que nadan con delfines y lobos marinos. Hay en Cofresí una marina para yates, un reservorio de aves exóticas y tigres de la selva, un excelente campo de golf, el lujoso Hacienda Resort de 700 habitaciones y el exclusivo Fort Le Mer, de 32, con una vista única y uno de los restaurantes más exquisitos de la zona, el Lobster House, reino de los mariscos. El empuje turístico convive con el ambiente de pueblo en la tranquila villa pesquera de Sosúa, de playas pequeñas y menos concurridas, pintores en sus calles estrechas y tiendas de hierbas mágicas, y que en la noche atrae a los bohemios. Hacia allí van los amantes del buceo por sus arrecifes de coral, barrancas, barcos hundidos y bellos jardines submarinos, y siguiendo sus breves ensenadas se llega a Cabarete, la meca de los deportes extremos en este privilegiado rincón de República Dominicana. Más intensidad en Puerto Plata A veinte minutos del aeropuerto, una playa de cuatro kilómetros, Cabarete, es conocida como «El Dorado Caribeño de los surfistas» por la combinación de los vientos oceánicos y la conformación de sus fondos. Muy frecuentada por los jóvenes –discotecas y bares ofrecen presentaciones en vivo de reconocidos jazzistas y grupos de rock en las noches– es la sede de eventos internacionales de windsurf y forma parte del tour mundial de kiteboarding, que conjuga paracaídas y tablas para ejecutar saltos y acrobacias espectaculares sobre el mar. Para más diversión, hay una pista de motocross, opciones de paseos a caballo y mountain bike. Pero la aventura no termina en Cabarete. En Puerto Plata también puede el turista hacer paragliding, excursiones a la laguna de Gri-Gri, de gran riqueza vegetal y faunística; safaris tierra adentro para conocer los pequeños poblados; paseos en yates y helicópteros o pesca de altura de especies como el marlin azul (julio-septiembre), el marlin blanco (abril-junio), el mahi mahi (octubre-marzo), el wahoo (octubre-enero) y el pez volador (octubre-marzo). Si busca su propio paraíso y un reto al que no todos se aventuran, rente un vehículo 4x4 para llegar a Playa Rincón, una de las más bellas del planeta y sólo accesible por un camino sin asfaltar, entre palmeras. De las alturas a la alta mar Desde el mismo día de su llegada a Puerto Plata, en la propia ciudad, podrá emprender su primera aventura al tomar el moderno teleférico hacia el monte Isabel Torres. Es el único tranvía aéreo del Caribe y cubre en ocho minutos el trayecto a la cima de 800 metros de altura. Además de la impresionante vista panorámica, hay allí un restaurante de comida dominicana y un centro artesanal. Se puede recorrer el bosque tropical, un jardín botánico donde fluyen 15 manantiales y riachuelos en medio de helechos gigantes y flores del trópico, y llegar al pie de un Cristo Redentor de 16 metros de altura que replica al de Río de Janeiro. No deje de visitar las veintiocho cascadas de Damajagua, varias de hasta 13 metros de altura y que llegan a los siete de profundidad. Algunos, ayudados por expertos guías, escalan hasta el salto número veintiocho y desde ahí descienden haciendo clavados en cada laguna. Y si llega en la época apropiada no deje de procurar una excursión al Banco de la Plata, a unos 140 kilómetros al norte de Puerto Plata. Entre los meses de noviembre y abril, cientos de ballenas jorobadas, del Atlántico Norte, visitan el sitio para aparearse, dar a luz y cuidar sus crías, en un espectáculo realmente inolvidable.