Comida criolla, sabor de casa, calor de hogar ofrece a sus visitantes este lugar. Cuba, mujer y arraigo en cada plato; lo mejor para quien desee descubrir los entresijos de la culinaria autóctona.

Marinera desde el corazón, voluntariosa, fuerte y, por supuesto, muy auténtica es la esencia de Doña Blanquita, para muchos, símbolo por su cocina y su hospitalidad de esta ciudad añeja y atractiva. Más allá de esta isla y de esas olas no son pocos en los que aun perdura el gusto cubanísimo de la Paladar Doña Blanquita, en el mismo centro del Prado habanero. Justo en el primer kilometro capitalino, aquel que marcara un controvertido diamante cobijado en los predios del cercano Capitolio, se encuentra este restaurante casero desde hace ya 15 años. Vecino de muchos de los más notables hoteles citadinos, a unos pasos de la zona histórica y patrimonial, y cómplice del Malecón y sus conquistas, del Morro y sus memorias, la casa de Doña Blanquita transpira identidad, gusto, calidez y feminidad por todos sus rincones. Comida criolla, sabor de casa, calor de hogar ofrece a sus visitantes este lugar. Cuba, mujer y arraigo en cada plato; lo mejor para quien desee descubrir los entresijos de la culinaria autóctona. Si el comensal se aventura, encontrará el placer de un Chilindrón de carnero al estilo oriental con pimientos, aceitunas y tonos picantes, si lo desea; o tal vez las delicias de la Chuleta Blanquita, donde el cerdo asado o frito, gratinado con queso y engalanado con aceitunas y pepinillos pueden sorprender, como seguramente lo harán los tostones Doña Blanquita, fantásticamente apetecibles con su relleno de jamón, queso y mayonesa, o el coctel de pescado. La vida, la familia, la pasión están todas representadas en esta casa-restaurante. De tradición viene el gusto por la buena cocina, por la atención cuidada, por compartir los placeres de la gastronomía. Y que decir del seductor sincretismo que con toda honestidad recibe al visitante. Folklor y catolicismo, Viejo y Nuevo Mundo se asientan aquí haciendo emerger un bello altar justo a la entrada, para que todo lo bueno fluya. Si el turista o el nativo quieren sentir La Habana, degustarla desde su afán cosmopolita hasta sus nostalgias, desde su eclecticismo hasta la seducción de un crepúsculo mitad urbano mitad litoral, no tiene más que acercarse a Doña Blanquita, donde la historia huele a mar y el placer que emana de estas tierras es siempre una certeza.

Doña Blanquita Abierto todos los días / Open every day from: 12:00 m. a 12:00 p.m. Prado Nº 158 altos e/ Refugio y Colón, Habana Vieja, La Habana, Cuba. Telf.: +(537) 867 4958