- Peter Turnley. Cuando el corazón se siente en casa.
MOMENTOS DE LA CONDICIÓN HUMANA ES LA PRIMERA EXPOSICIÓN DE UN ESTADOUNIDENSE EN EL MUSEO NACIONAL DE BELLAS ARTES
Peter Turnley abraza el mundo con la mirada. La combinación única de sensibilidad, talento y humanismo que lo acompañan le ha permitido radiografiar instantes significativos de la historia, convirtiéndolo en un impenitente poeta de la imagen. Con el alma desnuda, cobijado solo por su cámara, ha desandado los caminos más anchos y los más estrechos en el destino de los hombres.
En más de noventa países ha dejado Turnley sus huellas de artista-explorador. Incontables son los rostros, las experiencias, las vidas que lo han retado como ser humano y profesional. Sin embargo, este maestro del lente ha quedado cautivado por Cuba, una tierra que tal vez no tenga la mágica luz de los atardeceres de París —su ciudad adoptiva—, pero que lo ha motivado a regresar con frecuencia.
Desde que en 1989 pisara suelo cubano por vez primera, en una visita junto al expresidente ruso Mijaíl Gorbachov, el fotorreportero ha hecho de la Isla una ruta recurrente, a tal punto de que solo en los últimos cuatro años ha venido en una veintena de ocasiones. Ahora, La Habana lo acoge nuevamente, y lo hace con especial calidez: por estos días Peter Turnley exhibe en el Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA) la muestra Momentos de la condición humana, la primera exposición personal de un artista estadounidense en toda la historia de esa prestigiosa institución.
La selección visual constituye una exposición antológica conformada por ciento treinta instantáneas que reflejan lo crudo y lo bello de lo cotidiano, lo divino y lo terrenal de la realidad. Saber que tenemos tan cerca a alguien que ha dejado testimonio gráfico de sucesos como la caída del Muro de Berlín, el genocidio en Ruanda, los azotes del hambre en Somalia, el conflicto de los Balcanes, la guerra del Golfo, el desastre en la Zona Cero por el derrumbe de las Torres Gemelas, la destrucción dejada por el huracán Katrina en Nueva Orleans, el terremoto de Haití, es una invitación incuestionable para aproximarse a una obra poderosa en su contenido y exquisita en su concepción estética.
Nacido el 22 de junio de 1955 en Fort Wayne, Indiana, Estados Unidos, es graduado de la Universidad de Michigan, de La Sorbona y del Instituto de Estudios Políticos de París. Sus trabajos han salido en las páginas de importantes publicaciones de renombre mundial, entre las que destacan Newsweek —en la que estuvo contratado de 1986 a 2001, y donde su obra contó con más de cuarenta portadas—, Paris Match, Geo, Life, National Geographic, The London Sunday Times, Le Figaro, Le Monde y New Yorker.
Su pasión surgió de esa alineación cósmica que a veces mueve las cosas para situarlas en tiempo y espacio de cara al porvenir. Siendo un adolescente, mientras se recuperaba de una lesión sufrida en un partido de fútbol, sus padres le obsequiaron el libro The Face of Asia, de Henri Cartier-Bresson. Quedó sorprendido con la visión de aquel hombre y se percató de la magia que habitaba en el día a día. Según sus remembranzas, enseguida se compró una cámara. «Fue como un pasaporte que me permitía ir a cualquier lugar, conocer gente, empoderándome con una voz y la oportunidad de mostrar el mundo tal cual lo veía».
Su presencia en Cuba no ha pasado inadvertida. El ser el primer artista estadounidense en exponer en el MNBA resulta otra prueba contundente del poder de la cultura, de su papel fundamental en los intercambios cada vez más alentadores entre Estados Unidos y la Isla, y de la influencia determinante que puede ejercer sobre sociedades diversas.
En Momentos de la condición humana, y particularmente en las imágenes pertenecientes a la sección «Cuba, la gracia del espíritu» —nombre que da título a uno de los libros que llevan la firma de Turnley— podemos apreciar la manera en la que los cubanos se dejan atrapar sin reparos ni velos por ese extranjero rubio de mirada blanda. Observamos cómo un país, su cultura y su gente van moldeando, a golpe de experiencia, la perspectiva y los pensamientos de quien decide tomar una tierra foránea como si fuera la propia. Ante hechos como estos es más palpable la posibilidad de construir puentes alejados de peligrosas nociones colonizadoras y amparados en los valores de la identidad.
Con un universo de historias acumuladas en sus ojos, Turnley nos ha enseñado a mirar, a descubrir las huellas de una lágrima o a disfrutar de un beso en labios ajenos. Respecto a Cuba, publicó lo siguiente en su perfil de Facebook: «El contagioso y vibrante espíritu de este pueblo ha tocado mi alma y me ha ofrecido un lección de vida, de convivencia no como seres individuales, sino con el sentido de ser parte de una comunidad que siente amor por el otro. (…) A través de una vida viajando, en raras ocasiones he estado en un lugar donde he podido ser testigo de tanta gracia, espíritu, dignidad y maravillosa humanidad».
No le falta razón cuando afirma con total convicción que la fotografía se trata de compartir. Pero también se trata, por lo que hemos podido comprobar en su quehacer, de acompañar, de revolver el alma, de estremecer, de agitar los sentidos, de dar voz, de hacer visible, de golpear los pensamientos, de borrar indiferencias, de mostrar amor y odio. Para él, las emociones han sido incontenibles y las muestras de afecto no han faltado. Ha declarado con humildad que esta exhibición constituye uno de los honores más importantes de su vida, porque la verdad es que en Cuba su corazón se siente en casa.