Momento de la presentación de Cenicienta en La Habana.
El público se dio el gustazo de disfrutar esta obra de Jean-Christophe Maillot.
Música, iluminación, escenografía y vestuario se hacen cómplices en esta puesta.
Alicia Alonso junto a Carolina de Mónaco en un memorable encuentro. Foto: Nancy Reyes.

Acompañado por Su Alteza Real (SAR) la princesa de Hanovre, la más reciente edición del Festival de Teatro de La Habana trajo a las tablas de la sala Avellaneda del Teatro Nacional de Cuba a Les Ballets de Montecarlo. Sin duda alguna, el debut en escenario cubano de la importante compañía fue un suceso extraordinario.
Precisamente, fue la voluntad de la Princesa de Hanovre la que fundó en 1985 Les Ballets de Montecarlo, extendiendo un puente de continuidades y también de aperturas. Inspirado en los ballets rusos que con Serge Diaghilev al mando se erigiera estandarte en la reinvención de la danza académica del pasado siglo XX, hoy la compañía se registra dentro de las mejores de la historia del arte coreográfico.
En 1993, Jean-Christophe Maillot fue nombrado director y coreógrafo de la agrupación. Él ha producido, por más de veinte años, un fértil diálogo entre tradición e innovación. Sus propias creaciones originales y el aporte de cardinales maestros internacionales singularizan el repertorio activo de la compañía. De los establecidos Lucinda Childs, William Forsythe, Jiry Kylian y Nacho Duato, a otros ya imprescindibles: Sidi Larbi Cherkaoui, Marco Goecke, Shen Wei, Alexander Ekman o Emio Greco. Conserva así la actual troupe aquel espacio privilegiado de creación y expresión en franco desarrollo.
Y es que, tal como anotara: «La práctica de la danza en Mónaco solo tiene sentido como tradición en la modernidad. No es nostalgia por un pasado revolucionador. Es, en sí misma, vigilia y escucha de formas más renovadoras». Tras haber compartido en funciones, ensayos, conferencia de prensa, no nos quedan dudas de la aseveración de la princesa. Conformado por cincuenta bailarines de una veintena de países, el elocuente simbolismo, la naturalidad expresiva y la contemporaneidad discursiva en los modos de asumir la danza en Les Ballets de Montecarlo, distinguen las presentaciones y proyección artística del conjunto.
Muy emotivo resultó el recibimiento efectuado por los estudiantes y docentes de la Escuela Nacional de Ballet Fernando Alonso a los invitados. En el encuentro, la princesa de Hanovre elogió el alto nivel técnico e interpretativo de los artistas en formación. Ella y Jean Christophe Maillot manifestaron el interés de establecer intercambios, ofrecer becas y pasantías entre las academias de Cuba y el Principado de Mónaco. Asimismo, durante las breves conversaciones protocolares con Julián González, ministro de Cultura cubano, los altos visitantes mostraron el deseo de posibilitar colaboraciones entre Les Ballets de Montecarlo y los artistas de ballet y danza de la Isla.
Por otra parte, Alicia Alonso, prima ballerina assoluta y directora del Ballet Nacional de Cuba, recibió en la sede de la compañía a la princesa de Hanovre y a Jean Christophe Maillot. Durante el recorrido por la instalación de la calle Calzada no. 510, en pleno Vedado capitalino, los visitantes presenciaron un ensayo de la pieza Tiempo de danzón, en la cual el coreógrafo Eduardo Blanco propone, a partir del tratamiento contemporáneo del ballet, un bosquejo hacia las raíces tradicionales del baile nacional cubano.
Para las presentaciones habaneras de Les Ballet de Montecarlo se escogió la pieza Cenicienta, ballet que resume la reputación de antropólogo coreográfico Jean-Christophe Maillot. En esta versión el artista revisita el mito de Cenicienta para ofrecer una particular reflexión sobre el valor de la memoria en el
reordenamiento del presente y del futuro. El tan llevado y traído tema del príncipe que se casa con la plebeya ahora se ensancha para sobrepasar esperanzas y decepciones, sueños y conquistas. Maillot va más lejos, prefiere hurgar en el funcionamiento emocional que crean los mecanismos instintivos de este añoso cuento atemporal, para asociarlo a preocupaciones que circundan la vida de mujeres y hombres de estos tiempos.
Música, iluminación, escenografía y vestuario se hacen cómplices en una puesta en acción donde la grafía del movimiento y la reestructuración espacial crean un mundo paralelo y, al mismo tiempo, amplio, multiplicador, ilimitado. Esperanza, confianza, utopías y certezas se dan la mano desde la reinvención del legado de la técnica académica y las relaciones proxémicas que se crean entre trastos escenográficos, objetos, trajes, intriga argumental.
Coexiste en el hacer coreográfico de Les Ballets de Montecarlo la intención manifiesta y confiable del trabajo en equipo. Figuran en sus producciones coreográficas el diálogo con artistas visuales relevantes: George Condo, Ernest Pignon-Ernest, Philippe Favier, Dominique Drillot; con compositores como Yan Maresz, Andrea Cera, Ivan Fedele, Ramon Lazkano, Martin Matalon, Gérard Pesson, Marc Ducret, Daniel Teruggi; o con creadores de vestuario como Karl Lagerfeld, Philippe Guillotel y Jérôme Kaplan. Asimismo, al tanto de las complicidades entre las nuevas tecnologías y la danza, los fotógrafos y videastas Ange Leccia y Gilles Delmas intervienen las constantes búsquedas coreográficas de Maillot y la compañía que dirige.
Una amplia y diversa producción coreográfica sitúan a Jean-Christophe Maillot dentro de los autores contemporáneos más relevantes del panorama de la danza actual. Su investigación personal comprende un suerte de «lenguaje otro» en la danza académica, desde la reformulación de las sagas clásicas a la reinvención de temas y formas abstractas.
Su gestión directiva al frente de Les Ballets de Montecarlo le ha otorgado a la compañía un importante perfeccionamiento. Aclamada en los más importantes circuitos teatrales del mundo, está abierta al intercambio con las maneras más diversas de entender el arte de la escritura coreográfica en el siglo XXI. Junto a la Academia de la princesa Grace de Mónaco y el Foro de Danza, el innovar constante de la agrupación participa en la reputación cultural internacional y la influencia artística del principado.
Para el público cubano, amador exigente del arte balletístico y de sus conquistas más certeras, recibir la visita de Les Ballets de Montecarlo bajo la presidencia de la princesa de Hanovre, y disfrutar de Cenicienta como propuesta de clausura de la dieciséis edición del Festival de Teatro de La Habana, fue un goce excepcional.