- Causa y amor.
El OJO del CÓNDOR
Hace siglo y medio, Cuba era una colonia y un país dividido en castas. No tenía historia ni gobierno ni economía propios, y a la mitad de su población no se le consideraba igual, sino inferior, por no ser de raza blanca. Se conocían todos los adelantos del siglo XIX, pero la inmensa riqueza de la Isla se había levantado sobre la más bárbara esclavización de un millón de trabajadores, y en todo el país mandaba, con mano de hierro, una potencia extranjera. Desde 1868 hasta hoy, Cuba ha logrado ir transformando a sus personas y su sociedad tan profundamente que posee una verdadera soberanía nacional y autodeterminación de su pueblo, y trabaja y lucha cotidianamente por defender y desarrollar su manera socialista de vivir. Solo haciendo revoluciones pudimos enfrentar tantos desafíos y cambiarnos tan radicalmente; solo así pudo lo imposible convertirse en realidades y ha sido factible apoderarse de sueños.
El himno y la bandera de los cubanos constituyen la síntesis simbólica mayor de ese largo viaje de maravilla y de angustias, de sacrificios y alegrías, de derrotas y victorias. Una breve charanga guerrera que en ocho versos declara que, combatiendo, hasta la muerte es vida, y una enseña tricolor que pone por sobre todo y por sobre todos un triángulo rojo y una estrella. Todos los países tienen himno y bandera, pero solamente cuando los pueblos han puesto en ellos, una y otra vez, su sangre, su voluntad entregada y su esperanza, se convierten en símbolo cargado de sentido, que trasciende a cada uno y que une a todo, aun a lo más diverso, que vuelve sólida la relación del pasado con el presente y que es capaz de hacernos creer en el porvenir y movernos hacia él.
(Fragmento del prólogo del libro Con luz propia, de Kaloian Santos Cabrera).